Por el padre Scott Bailey
Párroco de la parroquia Risen Christ en Denver
Capellán de St. Raphael Counseling en Denver
La esperanza es “una ancla del alma, firme y segura” (Hebreos 6,19). Cuando un barco usa una ancla, se mantiene estable en aguas turbulentas y evita que se desvíe. De manera similar, la esperanza cristiana nos mantiene firmes cuando la vida se vuelve difícil y nos impide alejarnos de Cristo.
Recuerda que la esperanza cristiana no es lo mismo que la esperanza terrenal, que es más bien un pensamiento positivo vago, como decir: “Espero que mañana haga calor”. En las Escrituras, la esperanza viene con certeza porque está arraigada a un Dios que cumple sus promesas. La esperanza cristiana es más una expectativa que un simple optimismo.
En su reciente homilía en la víspera de Navidad, el papa Francisco dijo que estamos “llamados a recuperar la esperanza perdida… y a sembrar semillas de esperanza en medio de la oscuridad de nuestro tiempo y nuestro mundo”. Esas palabras son un verdadero desafío ante las dificultades de la vida. Cuando caminamos por los valles oscuros de la existencia, queremos saber que el Señor está a nuestro lado (Salmo 23).
Entonces, ¿cómo recuperamos la esperanza perdida en nuestro propio corazón? ¿Cómo sembramos semillas de esperanza para los demás?
Al entrar en el Año Jubilar, quiero ofrecer 10 sugerencias prácticas para cultivar la esperanza en nuestras vidas. Para crecer en la esperanza, necesitamos involucrar nuestra mente, nuestro corazón y nuestras manos:
Mente (Pensar correctamente sobre Dios)
- Identifica cualquier imagen distorsionada de Dios que puedas tener. Sabemos que Jesús ha revelado el amor del Padre de manera única, pero muchos seguimos actuando con una imagen equivocada de Dios. Quizás, sin darnos cuenta, lo tratamos como si fuera un jefe exigente, un pariente distante pero amable, o un “Santa Claus” que vigila nuestro comportamiento para asegurarse de que seamos “buenos”. Identificar y corregir estas ideas erróneas nos ayudará enormemente a fortalecer la esperanza en nuestro corazón. Pasa tiempo con Jesús y deja que él te revele al Padre, quien te ama con un amor eterno.
- Concéntrate en tu círculo de influencia. En el libro, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, Stephen Covey explica que hay cosas que caen dentro del círculo de “preocupación” y otras dentro del círculo de “influencia”. Muchas cosas que nos preocupan están fuera de nuestro control, y centrarnos en ellas solo nos causa ansiedad. En cambio, si enfocamos nuestra atención en lo que sí podemos cambiar, podemos hacer la voluntad de Dios y reducir el estrés.
- Piensa en la vida eterna. Hebreos 6, 19-20 dice que el ancla de la esperanza “llega hasta el interior, detrás del velo, donde entró Jesús por nosotros como precursor”. Es una forma poética de decir que la esperanza es como lanzar nuestra ancla al mismo cielo. Reflexionar sobre la vida eterna nos ayuda a poner en perspectiva nuestras luchas actuales. Enfocarnos en nuestra unión con Dios nos da la fortaleza para enfrentar las dificultades temporales de esta vida.
- Recuerda cómo Dios te ha bendecido a ti y a los demás. Cuando la vida se vuelve difícil, necesitamos recordar la bondad de Dios. Meditar en los recuerdos de sus bendiciones nos mantiene arraigados en la verdad de quién es él.
Corazón (Amar al Señor)
- Practica la gratitud. Pensar en las bendiciones de Dios es solo una parte del proceso. Agradecerle por ellas involucra nuestro corazón y nos pone en relación con aquel que nos provee.
- Pide al Señor un aumento de esperanza. Dios nos da esperanza en el Bautismo. Si estamos luchando por aferrarnos a esa ancla, podemos pedirle al Señor que aumente ese don en nosotros. Podemos confiar en que él responderá, porque Jesús dijo: “Pedid y se os dará” (Mateo 7,7).
- Dedica más tiempo a la oración. Cuando la vida se vuelve difícil, la oración también puede serlo. Pero no hay un camino más seguro para desarrollar una relación con el Dios amoroso que nos provee. Necesitamos la oración para mantener nuestra esperanza en Dios.
- Ve a confesarte. La reconciliación nos renueva al darnos un nuevo comienzo y volvernos a unir con el Señor. Esto puede ayudarnos a fortalecer la esperanza en medio del desánimo.
Manos (Acciones que construyen esperanza)
- Pasa tiempo con otras personas, especialmente con otros creyentes. La mayoría de los terapeutas dirían que tener relaciones sanas con personas que se preocupan por nosotros es clave para nuestro bienestar. Relacionarnos con otros que comparten nuestra fe nos recuerda que no estamos solos. Además, los actos de servicio nos ayudan a salir de nosotros mismos y a encontrar a Cristo en los demás.
- Ayuna de distracciones inútiles. Esta es una parte tan importante para construir la esperanza, que el santo padre ha ofrecido una indulgencia plenaria Jubilar para quienes se abstengan los viernes de “distracciones inútiles (reales o virtuales, por ejemplo, el uso de los medios y/o redes sociales)”. Al alejarnos de distracciones sin sentido y medios que solo generan desánimo, hacemos espacio para encontrar a Dios en el momento presente.
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En este Año Jubilar, que todos podamos “aferrarnos a la esperanza que tenemos por delante”, porque esa esperanza es el “ancla del alma, firme y segura” (Hebreos 6).