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jueves, marzo 28, 2024
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5 madres comparten cómo viven su fe y crían hijos católicos

Ser mamá no es una tarea fácil, sin embargo, es uno de los dones mas grandes que Dios les ha encomendado a las mujeres. Desde el día de nuestro nacimiento, la conexión con mamá es sin duda la base más grande que podemos recibir para poder llevar a cabo nuestra misión en la vida.

Sabemos que todas las mamás de nuestra comunidad llevan una misión muy importante en su familia, por eso invitamos a algunas de ustedes a compartir su experiencia como madres a la hora de criar discípulos de Dios y cumplir con la misión que se nos ha encomendado.

 

¿Cómo cumples tu misión como esposa, madre, hija, profesional, etc.?

Yaneth Castro, ama de casa: Pienso que mi misión más grande y la más importante es ser hija de Dios, comportarme como tal, y de ahí se derivan todas las demás. Cuando pienso en la palabra misión, mi sinónimo es “dar”, darme a los demás, a mi esposo, mis hijos, mi comunidad, mis hermanas y todos los demás. Aunque no es fácil, solo puedo darme por amor: amor a Dios y recibir el amor de él. Ese amor que me sacia y que es demasiado que no me lo puedo quedar solo yo es para compartir, y ¿cómo lo comparto? Dándome a los demás; esa es mi verdadera misión.

Lorena Casillas, ama de casa y dueña de un pequeño negocio: Mi primera misión como esposa es formar una familia católica y tratar de predicar con el ejemplo. Algo que no es fácil, pero oro mucho y le pido a mi Madre Santísima que interceda por mí y que me ayude hacer una mejor madre y esposa. Como madre de cuatro bendiciones, el amar a los hijos que Dios me encomendó, prepararlos para lo que Dios quiere de ellos, enseñarles a tomar los desafíos que nos pone la vida de la mano de Dios y de María Santísima. Como hija, amando y respetando a mis padres.

Rocio Carbajal, maestra de educación en prekinder: Me ayuda el reflexionar todos los días qué fue lo que mostré de mí. Quiero lograr mostrar ese amor que encontré de Dios, pero fallo, con las prisas, el tráfico y los deberes. Aun así, cada día me perdono y me agradezco si en un momento del día pude hacer feliz a mi esposo, a mis hijos y a mis compañeras de trabajo; si en una palabra les mostré que son valiosos para mí.

Magda Rentería: Primero que nada, recordando que Dios me lo da todo, las fuerzas, la gracia, la inteligencia, la paciencia. Luego siempre tengo presente cuál es mi vocación: “ser esposa y madre”. Dios me llamó al matrimonio y a la maternidad y esa es mi prioridad. Dios ha sido muy bueno conmigo, me ha mostrado que él es lo más importante en mi vida y que lo demás es un regalo de su misericordia.

Sandra T. Morales, directora asociada del Ministerio Familiar en la arquidiócesis de Denver: Convenciéndome de que soy hija amada de Dios y que él es mi Padre, practico los Sacramentos tan seguido como sea necesario, he aprendido a tener una relación personal con Cristo a través de la oración, me formo académicamente para así darle a mi familia lo mejor de mí. Necesito mantenerme en constante unión con Dios para cumplir con mi misión de esposa y madre, hija, hermana, etc. (“el buen ingeniero por su casa empieza»).

¿Cuál ha sido tu mayor reto al momento de inculcarle la fe a tus hijos?

Yaneth: Más que inculcar la fe a mis hijos, me gusta pensar que les quiero transmitir y contagiar el amor por Dios. El decirles que él los ama así como son, hagan lo que hagan. No quiero que lo hagan por obligación, quiero que lo disfruten tanto como nosotros, que se sientan amados por Dios y por supuesto por nosotros sus padres. Ese es el Dios que queremos mostrarles, cada día enseñarles todo lo que nos da. Por eso es tan importante tener esa relación con Dios; si yo corto ese lazo, no podré mostrárselo a mis hijos.

Lorena: Predicar con el ejemplo no es nada fácil. Por eso yo trato de tener más conocimiento de lo que significa ser católica para así conversar con ellos, preguntarles qué piensan de ser católicos y cómo está su fe.

Rocio: Enseñarles que está bien equivocarse y pedir perdón. Como niños viven aprendiendo demasiado y creen que todo lo tienen que hacer bien, queriendo ser buenos en todo, y el fallar está bien, el equivocarse y voltear a Dios y decir: “Lo hice mal, pero lo entendí y aquí lo hago de nuevo con más fe y esperanza de que es lo que quieres para mí”. Mi niña de 9 años ahora lo entiende mejor ya que tuvo su primera confesión. Cuando me contó su experiencia fue muy emocionante que me dijera: “Mami, ya mi corazón no tiene heridas”.

 

Maggie: Mi mayor reto ha sido mi idea de lo que es fe, lo que el mundo me ha dicho que es fe. No me inculcaron que Dios es amor ni de que es un Padre que se encarga de mis cosas y cuida de mí. Crecí en una sociedad que solo me inculcó trabajar para ser alguien en la vida y ganar dinero. Pero nunca me enseñaron a confiar en Dios, y si no comprendo el amor y misericordia de Dios, difícilmente puedo pasarles la fe a mis hijas. Solo me enseñaron a ser autosuficiente y no a depender de Dios.

Sandra: Mis propias debilidades y el pecado. La sociedad en estos tiempos nos está robando nuestra verdadera identidad como hijos de Dios a través de los medios de comunicación, la redes sociales y la falta de formación, las ideologías que degradan la dignidad del ser humano, la ausencia de Dios y la falta de fe.

 

¿Cómo te apoyas en la Iglesia al confrontar estos retos y mantener a tu familia en la fe, en una sociedad que cada día se aleja más de Dios?

Yaneth: Primero, le digo: “Dios, ¿qué hago con tus hijos? Yo sé que tú me los diste, pero dime: ¿cómo le hago?» Me apoyo primero en la oración, disfrutó la Santa Misa, le hemos contagiado a Matteo (mi hijo mayor) las ganas de recibir la Eucaristía, y está ansioso de su primera comunión. Trato de que los sacramentos sean una parte esencial de nuestras vidas: es lo que nos alimenta y nos mantiene. Escuchar la palabra de Dios es fuertísimo: siempre hay consuelo, instrucciones, claves, respuesta a nuestros sufrimientos o aliento a seguir caminando. También me ayuda estar en una comunidad que tiene las mismas convicciones que nosotros.

Lorena: Me apoyo en la Iglesia asistiendo a la Santa Misa dominical, recibiendo a Dios en la santa comunión. Soy lectora y voluntaria en la iglesia de San José. Mis hijos son muy marianos, casi todas las noches rezamos el santo rosario en familia; es un desafío a veces, pero nos une nuestra Madre Santísima María.

Rocio: Asistir a una comunidad, escuchar cada semana las lecturas y compartir versículos con ellos; es lo que me fortalece. Cada día, escucho por medio de esa palabra a Dios, escucho cuánto las personas necesitamos comprensión y perdón. Yo obtengo fuerzas en mi comunidad, y cuando salgo de ahí, me siento capaz de ayudar a los demás, de perdonarlos si están tratándome mal, y quizá tengo hasta una palabra para ayudarlos a amarse y entender que Dios los ama.

Maggie: Cuando mi esposo y yo entramos al camino neocatecumenal, aprendimos primero que nada que Dios nos ama y que no quiere nada de nosotros más que confiemos en él, en su plan divino. Luego vimos que lo más importante en nuestra vida debía ser Dios, depender de él, llevar a nuestras hijas a él. Poco a poco, con la ayuda de nuestra comunidad y nuestros párrocos, ¡hemos descubierto una nueva manera de vivir! Mi hija la mayor esta también en una comunidad del camino neocatecumenal, y Dios con su gracia le ha mostrado que solo él basta. Mis hijas las más pequeñas ven lo que hacemos y no hacemos; y como dicen: “El ejemplo arrastra”.

Sandra: A lo largo de los años, he aprendido que la Iglesia es madre y maestra. Como madre, en ella he encontrado el apoyo para seguir adelante cuando se han presentado diferentes retos, como enfermedad, conflicto matrimonial y conflictos con los hijos y con los demás. La Iglesia como madre, nos guía y nos abraza y nos ayuda a recuperar la fe y las fuerzas para seguir adelante. Como maestra, me ha ayudo a conocer a Dios y a mí misma a través de la formación intelectual y espiritual a través de los sacramentos. Y en la comunidad de fe, nos apoya y nos anima a seguir adelante.

 

¿Qué consejos darían a otras madres?

Yaneth: Si pudiera decirles algo a las mamás, es que no seremos madres perfectas, pero sí lo seremos para nuestros hijos. No hay que compararnos con otras mamás, cada una está en una situación y con hijos diferentes. No es una competencia. Debemos pedir ayuda e informarnos correctamente para transmitir esa información a nuestros hijos. Un día mi hijo Matteo me preguntó: “Mami, ¿dónde aprendiste a ser mama?”, y le respondí: “Tú me enseñas todos los días”.

Lorena: No rendirnos, es muy fácil caernos, pero es más difícil levantarnos. Que nuestra lucha diaria sea la oración. Somos humanos y nos equivocamos, pensamos a veces que ya no se puede más. Tenemos ejemplos de madres santas como santa Mónica o santa Rita de Casia. No somos perfectas, pero tenemos mucho amor para darle a nuestros hijos. Decidir vivir para ser mejores. ¡Tú vales mucho, eres única, Dios te ama!

Rocio: Buscar una comunidad de mujeres en donde encuentren apoyo, todas necesitamos sentirnos comprendidas.

Maggie: San Agustín escribió: “¿Cómo puedes acercarte a Dios cuando estás tan lejos de ti mismo?”, y oró: “Señor permíteme conocerme, para que te pueda conocer a ti.” Absolutamente, nadie puede conocer a Dios si primero no se conoce a sí mismo. También les diría que es importante desarrollar una relación personal con Cristo. Necesitamos recuperar nuestra verdadera identidad como mujeres, dignas hijas de Dios. Las invito a que se pregunten en estos momentos de sus vidas: ¿Quién soy? ¿A dónde voy? y ¿con qué cuento para llegar a mi destino?

Sandra: También es muy importante mantenernos cerca de la Iglesia, practicar los sacramentos tan seguido como sea posible y hacer oración diaria: la oración es clave en la vida de toda persona humana para llegar a descubrir quiénes somos y poder sentir y ver el amor de Dios en nuestro diario vivir. También buscar una comunidad de fe a la cual pertenecer, un grupo de mujeres que nos ayude a seguir creciendo tanto espiritualmente como intelectualmente. Dice el Salmo 34: “Hagan la prueba y vean cuán bueno es el Señor”.

Rocio Madera
Rocio Madera
Rocio Madera es especialista en comunicaciones y publicidad para la arquidiócesis de Denver.
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