Este artículo fue publicado en la edición de la revisa de El Pueblo Católico titulada “¿Por qué estoy aquí?”. Para suscribirte y recibir la revista en casa, HAZ CLIC AQUÍ.
Por el arzobispo Samuel J. Aquila
Cuando uno está cerca de los eventos de la historia, puede ser difícil tener una perspectiva objetiva de su sentido, pero sí parece ser que los sucesos recientes nos ponen en un punto de inflexión en nuestro país y en la Iglesia de Estados Unidos, lo que hace que este sea un momento importante para recordar nuestra propia historia.
Por esa razón, he decidido dedicar las próximas 3 ediciones del Denver Catholic y las próximas 2 ediciones de El Pueblo Católico a contar la historia de cómo llegamos hasta aquí, la historia de quiénes somos y qué estamos llamados a ser. Este recuerdo de nuestra historia es vital para poder navegar a través de las dificultades que nos encontraremos.
Para iniciar, consideremos cómo Dios nos creó y por qué el mundo está tan agitado y quebrantado. Estos últimos meses he tenido el privilegio de trabajar con el apostolado “Acts XXIX” y usar su terminología. Las primeras dos partes de la historia pueden titularse “Creados” y “Capturados”.
Todos conocemos la historia de la creación, en la que Dios, con su voz, crea la tierra, la luna, el sol, las plantas y los animales, y, al final, su obra maestra, que es la creación de Adán y Eva. Pero ¿recordamos que Dios nos creó por amor, y no por necesidad, o que fuimos hechos para estar en comunión unos con otros y con Dios mismo? Aún más asombroso, ¿recordamos que Dios nos creó con alma eterna y desea que seamos como él en la gloria celestial?
Estos hechos pueden parecer abstractos y distantes de nuestra vida diaria, que aún no participa de la gloria y la experiencia del amor que todo lo abarca. Gracias a Dios, solo hace falta mirar las maravillas que componen nuestro planeta para vislumbrar el poder, la creatividad y la bondad de Dios. Ver la belleza del atardecer, la complejidad de la criatura microscópica más pequeña, o estar de pie sobre una montaña de 14000 pies de altura y contemplar el panorama nos lleva a apreciar la belleza de Dios, la complejidad de su creación, y nos llena de asombro.
Y si miras hacia el cielo, puedes ver algunas de las estrellas que existen entre más de 70 sextillones que él creó en el universo. Para comprender la magnitud de este número, puedes pensar en que es más de 10 veces el número de granos de arena en todos los desiertos y playas de la tierra. Piénsalo; este número incluye solo las estrellas y no los planetas que las orbitan. En realidad, nuestro Dios es maravilloso y todopoderoso, y así como creó el universo, te creó a ti.
Esta realidad naturalmente plantea la cuestión “Si Dios es tan poderoso, ¿por qué está el mundo tan mal?”. La respuesta corta es que Dios nos dio a nosotros y a los ángeles libre albedrío para que nuestro amor por él y el resto de la creación fuera auténtico, algo que nosotros eligiéramos, reflejando el mismo amor de Dios. Amar forma parte de haber sido creados en su imagen y semejanza, comenzando con la recepción de su amor incondicional por nosotros. Sin embargo, el riesgo del amor verdadero y auténtico es que se puede corromper y poner en duda. Esto fue lo que sucedió con Satanás, cuando tentó a Adán y Eva a desconfiar de la bondad de Dios, algo que hemos heredado nosotros.
Los sucesos del 2020 deberían ser evidencia suficiente, para cualquier persona que cuestione los efectos de esta separación de Dios, de que el pecado y sus efectos son verdaderos. Al creer en la mentira de que podemos ser felices y vivir mejor apartados de Dios, nos permitimos convertirnos en esclavos de nuestro pecado. Nos convertimos en tiranos. Si uno lo piensa, cada apetito y deseo reclama más y más control sobre nuestra vida entre más nos complacemos en él. Si somos honestos, nos damos cuenta de que, al final, estamos en desventaja. Nadie puede escapar de la consecuencia última de la separación de Dios: la muerte. Esta es nuestra historia, pero no es su final.
Afortunadamente, el amor de Dios por nosotros no terminó con la caída de gracia o con nuestros fallos continuos de amar como él ama. Hace poco celebramos la Navidad; Jesús vino en forma de niño a rescatarnos. Vino, como dicen los antiguo Padres de la Iglesia, a luchar contra el pecado, la muerta y Satanás.
En la próxima edición de El Pueblo Católico y el Denver Catholic entraremos más de lleno en la misión de Jesús y recordaremos cómo nos rescató. Mientras tanto, si quieres explorar nuestra historia –tu historia– de manera profunda, cautivante y hermosa, te invito a ver y participar en La Búsqueda con el predicador Chris Stefanick. Puedes participar en un grupo pequeño, aunque también está disponible para todos en www.watch.formed.org/la-busqueda.*
*La suscripción es gratis para los feligreses de parroquias que tengan FORMED. Para buscar su parroquia y crear una cuenta, visite www.formed.org/signup
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Ahora es el momento para recordar tu historia
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