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domingo, julio 13, 2025
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Amar a la Iglesia y asumir con valentía la misión

Al comenzar un nuevo papado, nos encontramos en un momento de profunda reflexión y renovación. Un nuevo papa no es simplemente un cambio de liderazgo; es un llamado a redescubrir la misión de la Iglesia en el mundo. Esta misión, arraigada en el evangelio y vivida a lo largo de los siglos por innumerables santos y discípulos fieles, sigue siendo la misma: llevar el amor salvador de Jesucristo a cada persona. Sobre todo, la misión de la Iglesia es una misión de rescate: una misión para salvar almas, traer luz a la oscuridad y proclamar la libertad a quienes están cautivos del pecado, la desesperación y las falsas promesas.

Debemos recordar que la Iglesia no es una organización humanitaria ni un club social. Es el cuerpo vivo de Cristo, y su propósito es eterno: proclamar la buena nueva de salvación y hacer discípulos de todas las naciones. Esta misión divina ha sido confiada no solo a los papas y obispos, sino a todo católico bautizado. Como lo expresó tan bellamente santa Teresa de Ávila:

“Cristo no tiene cuerpo, sino el tuyo. No tiene manos, o pies en la tierra, sino los tuyos. Tuyo son los ojos con los que ve la compasión en este mundo. Tuyos son los pies con los que camina para hacer el bien. Tuyas son las manos, con el que bendice todo el mundo”.

Esta es la extraordinaria verdad de nuestra fe: que Cristo continúa su obra en el mundo a través de ti y de mí. Cada uno de nosotros, mediante el bautismo y la confirmación, ha sido enviado para llevar su amor a los demás, para que puedan encontrar a Jesucristo. La misión de la Iglesia no es una teoría ni una abstracción; se vive cada día a través de los discípulos de Jesús.

Pero para vivir esta misión, la Iglesia debe ser fuerte. Debe ser apoyada. Debe ser nutrida y expandida en su capacidad de llegar a cada corazón con el amor de Dios. Por eso los invito a renovar su amor por la Iglesia. Amar a su Iglesia fluye de los dos grandes mandamientos: amor a Dios y amor al prójimo. Y el amor, como sabemos, nunca es pasivo; es activo, sacrificado y vivificante. En palabras del papa León, estamos llamados a la “conversión diaria”, para que podamos renovar nuestra fe en Jesús, verdadero Dios y hombre, y proclamar a Jesucristo a un mundo que desesperadamente lo necesita.

Propongo tres maneras en que nosotros, los fieles, podemos expresar nuestro amor por la Iglesia y participar más plenamente en su misión hoy.

1. Adentrarse con valentía en la misión: Ser la caballería

Primero, los invito a adentrarse con valentía en la misión. Aquí en la arquidiócesis de Denver, hablamos de esto como un “valor de la misión”: Ser la caballería. Esto significa presentarse con sus dones, su tiempo y corazón, para el bien de los demás. Significa ponerse al servicio de la misión de Jesús, de hacer discípulos de todas las naciones.

Esto puede tomar muchas formas: servir a los pobres, compartir el evangelio con alguien que nunca ha encontrado verdaderamente a Cristo, alimentar a los hambrientos, acompañar a alguien que sufre o usar sus talentos en el ministerio parroquial o la educación católica, solo por nombrar algunas. El mundo necesita ver a Cristo en ustedes. Donde haya quebrantamiento, confusión o dolor, estamos llamados a ser sus manos y sus pies, porque es él quien cura.

2. Promover las vocaciones al sacerdocio

Segundo, nuestros sacerdotes no son simples funcionarios, sino padres espirituales, encargados de enseñar, santificar y guiar al pueblo de Dios. Cuando un sacerdote predica la verdad del evangelio, ofrece el santo sacrificio de la Misa o escucha una confesión, hace presente a Cristo en medio de nosotros. El sacerdocio es un don inmenso, no solo para cada persona, sino también para su familia y su comunidad parroquial. Animen a los jóvenes a estar abiertos al llamado de Dios. Celebren el don del sacerdocio en sus hogares. Recen por sus sacerdotes y para que más digan “sí” a esta hermosa vocación.

3. Apoyen la Colecta Anual del Arzobispo

Tercero, el tema de la Colecta Anual del Arzobispo de este año es “El amor es”. Nos recuerda que el amor es más que un sentimiento: es una acción. Es una decisión de servir, dar y bendecir a los demás. Al apoyar la colecta, están contribuyendo a que el amor se haga realidad en toda nuestra arquidiócesis. A través de la colecta, la Iglesia puede cuidar de los pobres, formar seminaristas, apoyar escuelas católicas, ofrecer sanación mediante ministerios de misericordia y mucho más.

La misión de la Iglesia es urgente. El mundo anhela verdad, belleza y esperanza, y las tenemos en Jesucristo. Pero Cristo no caminará por las calles de Denver a menos que nosotros las caminemos. No llegará a los solitarios, a los quebrantados ni a los que buscan a menos que nosotros los alcancemos. Él no tiene cuerpo en la tierra más que el nuestro.

Comencemos este nuevo capítulo en la vida de la Iglesia con renovada caridad, valentía y convicción. Seamos la caballería. Apoyemos a nuestros sacerdotes y llamemos a otros nuevos. Demos con generosidad y alegría. Y vivamos juntos nuestra misión, la misión de Jesús.

Que Dios los bendiga abundantemente y que su amor brille a través de ustedes en todo lo que hacen.

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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