Por Alejandra Bravo & Sandra Morales
Oficina de evangelización de la arquidiócesis de Denver
Con la llegada de la Navidad, nuestro entorno se convierte en un torbellino de actividades. Los centros comerciales se llenan de ofertas y consumidores, la música festiva inunda el ambiente y la presión de encontrar el regalo perfecto pesa en nuestras mentes y bolsillos.
Sabemos muy bien que hay una gran tensión y rivalidad para cautivar la atención de la gente entre la Navidad (la verdadera Navidad) y la comercialización navideña.
La comercialización empieza lo más pronto posible después de Halloween, incluso antes. Y tan pronto vemos un árbol de Navidad y decoraciones navideñas en la tienda, se comienza a desencadenar una presión por comprar regalos, planificar y asistir a fiestas al punto de llegar sin un “centavo en el bolsillo” al Año Nuevo. No solo sentimos la presión de gastar, también hay un deseo por recibir los regalos más caros. Llega el segundo día de Navidad y el primer día del año nuevo y hay una sensación de profunda soledad y tristeza, un tipo de inquietud y una ausencia de “algo”. ¿Por qué? ¿Por qué aceptamos sentir y experimentar todo esto en un tiempo tan bello y profundo? En medio de tanto ajetreo, es fácil perder de vista el verdadero significado del Adviento y la Navidad.
No hay una solución mágica que pueda cambiar esto repentinamente, pero sí hay esperanza. Después de todo, el tiempo litúrgico del Adviento está cimentado en la esperanza.
¿Qué pasaría si, en un espíritu de esperanza y fe, nos tomáramos un momento para ir más despacio e invitáramos a Dios a ser parte de nuestros preparativos navideños?
Este Adviento, te invitamos a que dediques tiempo a la oración y la reflexión, buscando profundizar en tu relación con Dios. En un mundo que fomenta la actividad constante, la invitación a ir más despacio puede parecer contraproducente, pero es precisamente en esa quietud donde podemos reconectar con Dios y nuestra fe, abordando esta temporada con intención.
La oración es un refugio que nos ayuda a desviar nuestra atención del estrés hacia la paz y la alegría que trae el nacimiento de Jesús. Es esta la que nos permite ver con claridad y reconocer lo que Dios más anhela para nosotros, él no quiere que tengamos un sentido de ausencia o tristeza, todo lo contrario, quiere que nuestra vida tenga sentido. Dedicar tiempo a la oración, especialmente en la Adoración Eucarística, permite encontrarnos con la presencia viva de Cristo, donde podemos compartir nuestras preocupaciones, buscar guía y abrir el corazón a los dones que él anhela darnos. Invitemos a Dios a que sea parte de nuestros preparativos, pidiéndole no sólo lo que queremos, sino también lo que él desea para nosotros y nuestros seres queridos, como el amor, la paciencia y la comprensión.
Si eres nuevo en la oración o necesitas una guía, aquí tienes algunos pasos prácticos:
- Encuentra un lugar tranquilo y céntrate en Dios. Puedes comenzar con una oración de gratitud o una conversación sincera con el Señor en la cual puedes incluir los siguientes puntos y entrégaselos.
- Examina tu estado físico. ¿Qué le pasa a tu cuerpo?
- Explora tu estado mental. ¿Qué te preocupa especialmente?
- Observa tu estado emocional. ¿Qué emociones experimentas al entrar en oración?
- Adoración Eucarística: Medita en las escrituras del día, o cualquier pasaje bíblico que te llame la atención, y lleva un diario. Dedica al menos 30 minutos a profundizar en lo que el Señor te quiere decir. Siéntate en silencio y escucha la voz de Dios en tu corazón.
Podemos ofrecer a nuestros seres queridos amor, comprensión y apoyo, pidiéndole a Dios que les bendiga con lo que realmente necesitan. Este Adviento, la oración nos ayudará a cambiar nuestra perspectiva de los regalos y nos acercará a Dios.
A medida que avanzamos en el Adviento y la Navidad, comprometámonos a hacer de la oración una parte cotidiana de nuestra vida. Bajar el ritmo acelerado y buscar la guía de Dios nos permitirá transformar esta época de estrés en una de paz y gozo. En palabras de santa Teresa de Ávila, “La oración es un acto de amor.” Que este Adviento nos acerque más a él, invitándonos a recibir el mayor regalo de todos para esa Navidad: el regalo de su presencia.