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jueves, abril 25, 2024
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¿Debería la fe ser un asunto privado?

Este artículo fue publicado en la edición de la revisa de El Pueblo Católico titulada “La fe y la vida pública” Para suscribirte y recibir la revista en casa, HAZ CLIC AQUÍ.

 

La responsabilidad del cristiano de hacer su fe pública viene de Jesús mismo, quien mandó a sus discípulos a proclamar el Evangelio a las naciones, a “evangelizar” (Mt 28, 19). Participar en la vida política es parte de este mandato de amor, de buscar el bien de la sociedad y la justicia, aunque no se reduce a esto. Para el verdadero cristiano, las enseñanzas de Jesús deben guiar sus opiniones políticas, pues no forman parte de una realidad distinta; pero también es importante recalcar que, aunque los partidos políticos tienen una influencia muy importante en la sociedad, la misión de evangelizar depende de cada uno de nosotros y sobrepasa la política.

Con esto en mente, esta edición tratará sobre algunos de los temas importantes en los que el ámbito público toca directamente cuestiones de fe y razón que incumben al católico, porque apoyan o se oponen al mensaje del Evangelio y al bien común. Así, al votar, un acto que sigue siendo de suma importancia, el católico debe estar bien formado para no comprometer seriamente su fe y el mandato de Cristo.

EL PROBLEMA ACTUAL

Un reto hoy día es que por muchos años se nos ha dicho que la religión es algo que debería observarse en privado o, de lo contrario, se convierte en una “imposición” de las creencias sobre los demás. Sin embargo, si vemos la situación actual, mientras muchos cristianos han perdido la confianza de hablar de su fe públicamente, muchos otros no cristianos no tienen problema alguno con hablar abiertamente sobre muchos temas controversiales y anticristianos.

La separación de fe y vida pública nos ha enseñado algo: en realidad no existe una plaza pública “neutral”. Las personas que están decidiendo la dirección del país con frecuencia buscan moldear la sociedad de manera anticristiana, en ocasiones poniendo el derecho de practicar la religión libremente en peligro. El estado siempre se ha pronunciado sobre asuntos morales. La pregunta es, ¿a favor de quién?

LAS CREENCIAS RELIGIOSAS TIENEN UN GRAN VALOR PÚBLICO

Mientras muchas personas ven la práctica de la religión en el ámbito público como una amenaza, no se puede ignorar que en realidad la religión ha aportado grandemente a la sociedad. Por ejemplo, de no ser por el cristianismo, no tendríamos los valores actuales de la dignidad de la persona, la libertad humana, los derechos humanos, la libertad de expresión, universidades, hospitales y otros servicios sociales para cuidar de los pobres.

¿Hubiera sido mejor que Mahatma Gandhi se hubiera reservado sus convicciones religiosas en India? ¿Debió Martin Luther King Jr. haber dejado su fe atrás antes de luchar por la igualdad de los afroamericanos? ¿Debió César Chávez haber renunciado a su fe católica al salir a luchar por los derechos de los trabajadores e inmigrantes?

Entonces, ¿por qué estamos tan convencidos de que la fe no tiene que ver con lo político? ¿Por qué creemos que nuestra fe no tiene nada bueno que ofrecer a la sociedad?

CÓMO LLEGAMOS A LA SEPARACIÓN ENTRE FE Y VIDA PÚBLICA

La historia que lleva a esta separación es larga y complicada. Las raíces se remontan a siglos atrás. Ya varios escritores católicos, entre ellos santo Tomás de Aquino por 1270, habían explicado con una base teológica cómo la Iglesia y el Estado no eran lo mismo, pero aun así debían colaborar. Desafortunadamente, muchos líderes de la Iglesia no siguieron este consejo y buscaron el poder y la influencia política.

Estos abusos hicieron que muchos gobernantes buscaran un estado completamente secular, algo que se hizo realidad en el siglo de 1700 con la Ilustración francesa. Así se abrió la puerta para que otras ideas  compitieran con el cristianismo en la plaza pública. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que muchos cristianos se vieran obligados a abandonar sus países europeos por Estados Unidos para poder practicar su fe sin temor.

LOS RESULTADOS DE ESTA SEPARACIÓN

La lección más importante que podemos aprender de la historia de la secularización es que el gobierno en realidad nunca se mantiene neutral en asuntos de religión, aunque lo intente.

Está el reciente ejemplo de las Hermanitas de los Pobres (Little Sisters of the Poor), quienes lucharon por años para no tener que pagar una multa de millones de dólares por no querer proveer cobertura por anticonceptivos y servicios abortivos a sus empleados, algo que violaba sus creencias como católicas.

Otro ejemplo es el del panadero Jack Phillips, quien fue demandado por la Comisión de Derechos Civiles de Colorado porque decidió no decorar un pastel para una boda de personas del mismo sexo porque era contrario a sus creencias. Perdió el caso, pero tras años de lucha, la Corte Suprema anuló la decisión. El juez de la corte suprema dijo que la Comisión había mostrado “animosidad clara e inaceptable en contra de las creencias sinceras” del panadero, y que los comisarios “apoyaron la opinión de que las creencias religiosas no pueden ser llevadas a la plaza pública… y compararon el uso de sus creencias sinceras con la defensa de la esclavitud y del Holocausto”.

El gobierno nunca se mantiene neutral, aunque lo intente. Si bien algunos políticos están dispuestos a defender la primera enmienda de la Constitución –que declara la libertad religiosa y la libertad de expresión–, otros buscan ignorarla cuando obstruye sus planes. Al dejar de hablar sobre nuestra fe en público, hemos permitido que nuestras voces no tengan importancia pública y hemos aceptado que en verdad la fe no tiene nada que aportar a la sociedad.

LOS CATÓLICOS ACEPTAN LA IDEA DE SEPARACIÓN

Aunque los inmigrantes católicos que llegaron a Estados Unidos experimentaron prejuicio por su fe, lograron salir adelante. Incluso un católico, John F. Kennedy, llegó a ser presidente del país, un momento decisivo. Pero lo que quizá muchos no saben es que Kennedy llegó hasta ese lugar precisamente porque eligió separar por completo su fe de su cargo público.

El ejemplo del presidente católico ha probado ser divisivo para los católicos hasta el día de hoy. Además, muchos políticos católicos no solo han privatizado su conciencia católica, sino que han rechazado algunos aspectos del Evangelio a cambio de influencia política. Así, muchos católicos vaciaron su fe de cualquier valor objetivo y la convirtieron en algo solo personal, algo que no tiene nada que aportar a la sociedad.

DEBEMOS ENTENDER LA LIBERTAD RELIGIOSA

Ahora más que nunca los cristianos debemos entender el significado bíblico de la libertad religiosa. Este derecho está fundado en la obligación y responsabilidad de cada ser humano de buscar la verdad sobre Dios y de practicar la religión según fue revelada por Dios (Catecismo, 2104).

Con esto, la Iglesia también define la “libertad de conciencia”: el derecho de una persona a no ser obligada a creer lo que solo se puede creer por fe y por una respuesta libre. Por ejemplo, un cristiano no puede imponer su creencia en Jesucristo sobre un no creyente, no porque su religión sea privada, sino porque la fe no puede ser forzada, ya que requiere de una elección libre.

Sin embargo, hay muchos asuntos de fe que no solo están basados en creencias religiosas, sino también en la razón; por eso, luchar por ellos en la plaza pública no es una imposición de creencias, sino una responsabilidad.

DEBEMOS DEFENDERLA

Es cierto que la Iglesia no debería dirigir gobiernos, pero también es cierto que el cristianismo ha hecho unas de las contribuciones más grandes a la sociedad. Sin embargo, sin la influencia de los cristianos actuando en la plaza pública, esto ideales que han sido la fuente de bien social no durarán: la tendencia humana a la dictadura y al totalitarismo son muy grandes, a implementar una creencia sin respetar la libertad de expresión o religiosa.

La situación solo mejorará si decidimos que nuestra fe nos guíe en los temas más urgentes de nuestros tiempos: el aborto, el racismo, el matrimonio tradicional, la libertad religiosa, la inmigración, la elección escolar, la responsabilidad del medio ambiente, etc.

Vivamos, pues, nuestra fe delante de otros, y dejemos que nuestra fe moldee el futuro de la vida pública. Si no lo hacemos, podemos estar seguros de que las personas que buscan suprimir el valor de la fe en la vida pública determinarán a su favor la dirección moral del país.

Sobre todo, recordemos que somos libres porque Cristo nos ha liberado y que tenemos la libertad de actuar con convicción por nuestra fe.

Basado en el artículo «Religious Freedom is More Than You Realize», por Dr. Michel Therrien y Joshua Karabinos, en Denver Catholic, Sept.-Oct. 2020.

 

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