Por Kristine Newkirk
Thaddeus Conder sabía que el miedo solía aparecer de noche. De niño, sufría terrores nocturnos. Recuerda una ocasión en que despertó sobresaltado de una pesadilla, con el corazón acelerado y los ojos muy abiertos en la oscuridad. Pero su padre estaba ahí, abrazándolo y ayudándolo a volver a la calma.
“Mi papá estuvo conmigo cuando era muy pequeño y me encontraba en un lugar muy oscuro”, contó Thaddeus.
Años después, durante un retiro de mochilazo en Wyoming, en su tercer año de preparatoria, sin teléfono ni distracciones, escuchó una pregunta que marcaría su vida:
¿Cómo ha influido nuestro padre terrenal en la forma en que percibimos al Padre celestial?
La pregunta lo llevó de nuevo a aquel recuerdo de infancia, cuando su padre había estado a su lado.
“Eso despertó en mí el deseo de corresponder a ese amor, de estar con Jesús en su momento más oscuro”, recordó.
¿Pero cómo hacerlo?
Mientras compartía su testimonio junto a la fogata, encontró la respuesta.
“Cuando traté de imaginar en qué podría consistir la felicidad en esta vida, la única forma en que la veía posible era en la Eucaristía, especialmente al consagrarla yo mismo. Eso es la verdadera unidad: estar con Jesús en su hora más oscura”, explicó.
Hoy, Thaddeus, junto con Ashton Mendoza y Daniel Olivas-Rey, es seminarista del seminario teológico St. John Vianney en Denver. Actualmente cursan el segundo año de la etapa propedéutica, un período de estudio que busca profundizar su vida interior con Jesús y prepararlos para los años de formación que vendrán.
De misionero a seminarista
Daniel Olivas-Rey siempre admiró a su hermano mayor. Así que cuando su hermano participó en Totus Tuus, el programa católico de misiones juveniles de verano, Daniel decidió seguir sus pasos. Después tomó un año sabático para recorrer diez estados con NET Ministries, en Minnesota, dedicado a la evangelización juvenil, antes de regresar a pasar otro verano con Totus Tuus.
“Diría que fue uno de los mejores años de mi vida”, afirmó. “Pude discernir hacia dónde me llamaba Dios. Él me retó, me ayudó a crecer, y así pude escuchar su voz”.
Aunque tenía claro su llamado, Daniel ingresó al seminario con cierto temor ante lo desconocido, temor que pronto desapareció con la experiencia.
“Al principio me sorprendió que los seminaristas fueran tan normales. Me los imaginaba levitando durante la Misa o su hora de oración”, bromeó. “Eso me ayudó a comprender la humanidad del sacerdote y del seminarista”.
De converso al catolicismo a seminarista
Ashton Mendoza nació en una familia que, en su mayoría, se había alejado de la Iglesia. Sin embargo, gracias al ejemplo y la influencia de sus abuelos y otros familiares, comenzó a sentir curiosidad hasta decidir actuar: se bautizó en el 2020, justo antes de iniciar la preparatoria en el colegio St. John Paul II, en Windsor.
“Durante mi primer año de preparatoria empecé a pensar en el sacerdocio, principalmente por los maravillosos sacerdotes que me rodeaban”, comentó.
La vida sacramental de la preparatoria terminó por confirmar ese llamado. Recordó el ritmo de la Misa diaria, la confesión frecuente y la presencia de sacerdotes y laicos que realmente buscaban vivir su fe.
“Todos esos elementos fomentan la vocación. Para tener la idea, necesitas ver a sacerdotes y el fruto de su ministerio; de lo contrario, no tienes nada que considerar”, explicó.
Ya en su último año, durante un retiro en la capilla del seminario, Ashton sintió una certeza interior.
“Sentí que estaba en casa. Fue la confirmación final de que aquí es donde el Señor me quiere”, dijo.
Aunque la mayoría de su familia y amigos apoyan su vocación, algunos parientes no comprenden del todo su decisión, ya que no son católicos practicantes.
“Ha sido una oportunidad profundamente hermosa para mostrar que Jesús vale todo”, expresó.
Un encuentro providencial
Antes de aquella experiencia decisiva en Wyoming, un encuentro aparentemente casual puso a Thaddeus en camino hacia el seminario. En su primer día en la preparatoria Bishop Machebeuf, en Denver, un miembro de los Siervos de Cristo Jesús —que era maestro ahí— lo invitó a un retiro en el seminario.
“Al final no fui. Pensé: ‘¿Por qué me invitan a eso?’”, recordó. “Pero el siervo vio algo en mí y plantó una semilla”.
A partir de ahí, su experiencia en la escuela fortaleció su fe.
“El ambiente en Bishop Machebeuf era muy bueno. Me llevó a conocer a las personas adecuadas. Todas esas vivencias me dieron la oportunidad de elegir el catolicismo por mí mismo: se volvió mi fe”, dijo, y ese camino lo condujo al seminario.
Vida diaria
Ashton reconoció que no se sentía totalmente preparado para entrar al seminario después de graduarse.
“Pero era donde sentía que el Señor quería que estuviera, y estoy en paz con esa realidad”, dijo. “Dios no te llama a un lugar esperando que fracases”.
Y tampoco los llama a una vida de soledad. En St. John Vianney, la formación sacerdotal se vive en comunidad: nadie camina solo. Siguiendo el modelo de casas parroquiales, en lugar de dormitorios, los seminaristas viven con sacerdotes y su formador, y cada día se trasladan al campus para clases, Misa, comida y recreación.
Thaddeus, Daniel y Ashton viven en la parroquia St. Joseph de Denver, junto a otros seminaristas, un diácono de casa y su formador. En ese ambiente fraterno, Daniel ha encontrado verdaderas amistades.
“Me sorprende lo bien que nos llevamos. Ashton y Thaddeus son grandes amigos míos. Vivimos juntos y nos conocemos muy bien”, compartió.
Otro beneficio de este modelo es ver los distintos apostolados de los sacerdotes con quienes conviven. Ashton recordó que el año pasado uno era capellán de preparatoria y otro, párroco encargado de fundar una comunidad desde cero.
“Dos experiencias muy diferentes, pero el mismo sacerdocio dispuesto a ir a ambos lugares y servir de maneras distintas”, reflexionó.
Creados para la vocación
Aunque no es una experiencia universitaria “normal”, Daniel no la cambiaría por nada.
“En muchos sentidos, agradezco haber sido llamado a tan temprana edad”, afirmó.
Para quienes están discerniendo un camino similar, recomienda la oración y pasos concretos.
“El Señor no puede mover un carro estacionado; hay que ponerlo en marcha y avanzar hacia él, sabiendo que Dios nos ha creado con una vocación específica”, explicó. “Él ha formado nuestro corazón para amar de una manera particular. La única forma de vivir plenamente y con alegría es seguir esa vocación para la que fuimos creados”.
“Y esa vocación sólo puede mantenerse viva escuchando la voz de Dios, con ánimo y oración, moviendo el corazón hacia él”, añadió Ashton.
La mayor bendición
Para los jóvenes que están discerniendo el seminario, Thaddeus invita a considerar la bendición de ser elegidos por Dios como ministros, confesores y celebrantes. Recuerda el Salmo 65, 5:
Dichoso aquel que eliges e invitas a habitar dentro de tus atrios.
¡Que nos hartemos de los bienes de tu Casa, de las ofrendas santas de tu Templo!
“Cualquiera que sea el lugar al que Dios te llame, ahí te hará feliz”, explicó. “Si Dios te llama a ser sacerdote o religioso, serás feliz como sacerdote o religioso”.
Después de superar la sensación de no estar listo, Ashton ahora cree firmemente en una frase que se escucha mucho en el seminario:
Dios no llama a los capacitados; capacita a los llamados.
“Dios no espera que llegues preparado. Para eso es el seminario: un lugar donde él te forma para ser sacerdote. Ten valor; el Señor realmente cuidará de ti y te preparará”, concluyó.

