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domingo, noviembre 16, 2025
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Donde el cielo toca las colinas: La madre María-Michael de Walburga y la belleza de la vida consagrada

En las tranquilas llanuras cerca de la frontera con Wyoming, las monjas benedictinas de la Abadía de Santa Walburga viven una vida de oración y alabanza: un manantial escondido de gracia para la Iglesia y para el mundo.

Si nunca has estado en Virginia Dale, Colorado, es un lugar silencioso. No hay mucho “movimiento” según los estándares del mundo, y la mayoría de las personas solo pasa por ahí rumbo a Laramie o Fort Collins.

Pero en ese pequeño y apacible pueblo, a pocos kilómetros de la frontera con Wyoming, el cielo toca la tierra cada día —en realidad, varias veces al día— mientras un pequeño pero poderoso grupo de monjas benedictinas vive una liturgia de oración y trabajo en la Abadía de Santa Walburga.

Jesús, primero y siempre

Su vocación, esa vida de ora et labora, como diría su fundador, está enraizada en una verdad fundamental, explica la madre Maria-Michael Newe: no anteponer nada al amor de Cristo.

“El centro de nuestra vida es Jesucristo. No anteponer nada a su amor y cantar sus alabanzas a lo largo del día”, dijo la abadesa, haciendo eco de la célebre exhortación de la Regla de san Benito.

“En la vida consagrada, a lo largo de los siglos, tenemos el privilegio de vivir cada día como esposas de Cristo. Por eso, cantamos sus alabanzas con gran gozo”, añadió. “Dios merece ser alabado en la tierra para que su gloria llegue al cielo. Y ese es nuestro llamado: no dejar nunca de alabarlo. Su llamado para nosotras se expresa en ir al Oficio divino —la Liturgia de las horas—, cantar los salmos y celebrar las cosas del cielo, de los santos. Ese llamado que atraviesa los siglos recuerda a Dios su amor por su pueblo».

Esa íntima cercanía de la vida consagrada —comparada con un matrimonio a lo largo de la historia de la Iglesia— crea lo que la madre María-Michael llama un “lugar delgado”: un espacio donde el amor y la presencia de Dios se experimentan de manera real, palpable y poderosa. En pocas palabras, un lugar donde el cielo toca la tierra.

“En cierto modo, nuestra vocación trae santidad a la tierra. Trae santidad al mundo. Somos canales de gracia para el mundo”, dijo. “Recordamos a la gente que Dios existe. Cuando nos ven cantar sus alabanzas, se unen a nosotras y tienen la sensación de haber tocado el cielo”.

“Dondequiera que estemos, ahí está nuestro esposo. Y él mismo canta en nosotras”, continuó. “Esas palabras brotan, y el Padre las escucha; es el amor del Padre por su creación. Esa es la vida consagrada: buscar a Dios con gran amor y buscar el amor del Padre como Padre de su creación. Lo hacemos porque eso es lo que Dios merece: nuestro amor y nuestra alabanza. Y lo hacemos por la Iglesia”.

Ocultas, pero llenas de alegría

Su oración perseverante recorre todo el día: del coro al campo, de los pasillos del centro de retiros a los amplios terrenos que rodean la abadía. En tareas grandes y pequeñas, las monjas de Walburga pertenecen enteramente a Dios, como una ofrenda libre de amor y alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

“Es visible que nos hemos separado del mundo y que nos hemos entregado a Dios”, explicó la madre María-Michael, refiriéndose al carácter oculto de su vida. “Y para mí, eso es muy importante: que exista algo visible que muestre que hemos sido apartadas para pertenecer a Cristo”.

Claro que esta vida implica sacrificio: no tener hijos, no usar redes sociales (¡imagínate!) y mantener un contacto limitado con el mundo exterior. Pero, como señala la madre, toda vida que vale la pena implica sacrificio.

“Tenemos que, en cierto modo, entregar la vida en nuestras vocaciones. Debemos dejarnos a un lado para hacer algo más grande: la voluntad de Dios”.

Sin embargo, es una vida plenamente digna de vivirse, dice con convicción tras 49 años de vida consagrada en la Abadía de Santa Walburga.

“Jamás me he arrepentido, y la amo [su vocación] más ahora que cuando entré. Mi amor por ella nunca ha cambiado», compartió. «La gente piensa: ‘Te vas a aburrir ahí adentro’. ¡Nunca he tenido un día aburrido en mi vida! Pero creo que es porque, si estás verdaderamente enamorada de Dios, nunca dejarás de escucharlo ni de dejar que te transforme”.

A medida que crece ese amor por Dios, se descubre la verdadera alegría.

“Cuando uno descubre la voluntad de Dios y la sigue con todo el corazón y el alma, llega una alegría más profunda que la simple felicidad”, añadió. “La felicidad es real, pero la alegría va más al fondo. Creo que hay una gran alegría en el alma cuando vives una vida que refleja a Cristo”.

Escuchar a Dios, seguir a Jesús

Después de tantos años caminando como esposa del Señor, la madre María-Michael tiene un consejo claro y directo para quienes buscan escuchar su voz: pasen tiempo con él.

“El discernimiento no es tan difícil. Creo que nosotras lo complicamos”, dijo. “Apaga todo lo que te distrae. No corras al teléfono a buscar respuestas. Ve a la iglesia, siéntate y habla con Jesús”.

En una época llena de ruido, demandas y distracciones, la “voz suave y apacible” de Dios puede perderse fácilmente, en perjuicio de nuestras almas.

“Creo que la dificultad para discernir está en detenerse lo suficiente para escuchar”, afirmó.

“Se trata de descubrir a Dios en ti”, añadió. “Pasa tiempo con Dios. Lo amarás más de lo que puedas imaginar. Y aun si te lleva al matrimonio, verás que en ello también te hará santo y te acercará a él. En la vocación que yo tengo la dicha de vivir, él es mi todo. Y mientras más envejezco, ese todo se hace más grande. Solo quieres abandonarte en sus manos, como él quiera, porque su voluntad es siempre lo mejor y lo más santo para nosotros”.

Aun así, reconoció, muchos se alejan de Dios por miedo, algo que ella dice no poder comprender.

“No entiendo por qué la gente tiene tanto miedo, como si Dios fuera a llevarnos al dolor o a cosas terribles. No es así”, dijo con firmeza. “Dios nos conduce hacia sí mismo, y nuestras almas desean a Dios más que a nada”.

“Si pudiera decirte algo, sería esto: no tengas miedo de Dios”, concluyó la madre María-Michael. “Él es el Padre que te ama más de lo que nadie podría amarte. Piensa en alguien que te ama mucho y en cómo se miran. Pues el Padre te ama infinitamente más. Él irradia amor por ti. Así que de verdad te digo: no tengas miedo de Dios. Ese miedo es obra del maligno. Dios te ama”.

André Escaleira, Jr.
André Escaleira, Jr.
André Escaleira es el editor de Denver Catholic y El Pueblo Católico. Nacido en Connecticut, André se mudó a Denver en 2018 para servir como misionero con Christ in the City, donde servió por dos años.
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