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viernes, marzo 29, 2024
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Dos nuevos diáconos para la Arquidiócesis de Denver

Fernando es colombiano y se atrevió a escuchar el llamado de Dios tras reconciliarse con su padre, antes de que falleciera. Guillermo, de México, tras 14 años de ejercer su profesión como agrónomo, descubrió que Cristo lo llamaba a algo más. Estos son los dos nuevos diáconos de la Arquidiócesis de Denver.

Fueron ordenados el pasado 7 de noviembre en una misa presidida por el Arzobispo Samuel Aquila en la capilla del seminario Redemptoris Mater. En diálogo con El Pueblo Católico, ambos compartieron la historia de su vocación y la alegría de ser servidores de Cristo.

Fruto de una reconciliación

Para Fernando Freddy, la reconciliación con su padre “partió mi vida en dos” y fue lo que le permitió seguir su vocación a la vida sacerdotal, a la cual se había negado durante su juventud.

Fernando era un joven rebelde, y la relación con su padre era difícil. “Cuando cumplí 20 años empecé a trabajar con mi papá”, comparte el diácono. “Un día tuvimos una discusión muy seria.”  “Recuerdo que alguien una vez me dijo: “pregúntale el porqué de las cosas a Dios.” “Ese día salí de la casa, preguntándole a Dios ¿por qué?” Pues no entendía por qué mi relación con mi padre era así,  y por qué mi vida era como era, no le encontraba sentido”.

Y una semana después su padre cayó gravemente enfermo. “Fue algo muy rápido, luego entró en coma”. “Algo dentro de mí me dijo: «reconcíliate»”, comparte Fernando. Así, en la mañana entró  a la habitación del hospital donde estaba su padre y le pidió perdón por todo lo que le había hecho. “En ese momento me sentí perdonado, todo se veía más claro. Me sentí en paz, con migo y con mi padre”. Su padre falleció esa tarde.

La reconciliación le abrió el camino para ver más claro y lanzarse a descubrir su vocación sacerdotal. “Mi papa era un hombre de fe que se arriesgó por la Iglesia”, recuerda Fernando. “Muchas de las cosas que él dijo las entendí después que el falleció”. En un retiro en Bogotá ofrecido por el Camino Neocatecumenal, Fernando se puso de pie durante una llamada vocacional. Luego fue elegido para hacer su formación en Denver y en el año 2006 ingresó al seminario Redemptoris Mater.

“Muchas veces nosotros no queremos reconciliarnos, primero, porque pensamos que es imposible y segundo porque esto sería dar mi brazo a torcer. Pero si buscas reconciliarte eso te puede cambiar la vida”, dice Fernando. “Es mejor buscar la reconciliación que la división porque la división te deja solo pero la reconciliación te abre la puerta para estar en comunión con muchos”. Fernando servirá ahora en la parroquia  Our Lady Mother of the Church en Commerce City.

Una vocación madura

Por su parte, el diácono Guillermo Bustillos descubrió su vocación en su ciudad Chetumal en Quintana Roo, sur de México, cuando tenía 30 años, tras más de una década de ejercer su profesión de agrónomo y después de haber estudiado dos especialidades.

“A esa edad uno ya tiene madurez espiritual, psicológica y sentimental y pude discernir con mucha claridad”, comparte Guillermo. “Vi que esto me llenaba. Tuve la oportunidad de realizarme profesionalmente y luego reestructurar mi vida pero no una vida como quería Guillermo sino como me la pedía Cristo”, comenta el diácono.

Guillermo entró al seminario en 2004 y en 2009 se trasladó a Denver porque quería servir a sus compatriotas que viven en este país.  Estudió inglés y teología. En el 2011 regresó a su país para continuar sus estudios en Universidad Pontificia de México donde sacó su bachillerato. El año pasado regresó a Denver. Su nueva misión como diácono será la parroquia Ascension.

Este diácono cuenta que en el momento de su ordenación, “me sentí amado y querido por ese Cristo que me dijo: «yo estoy contigo, te acompaño y hemos caminado juntos a veces en un tramo difícil pero, al final muy gratificante»”.

También comparte su experiencia vocacional y sus años de formación en el seminario: “Fue dejarme poner en las manos de Dios y aprender a obedecer, a reiniciar el proceso de decir que no tengo nada y dependo de muchas cosas pero al final de cuentas es Cristo quien ha estado en las buenas y en las malas y dándome la fortaleza, consolándome y brindándome alegría y esperanza”.

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