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jueves, abril 18, 2024
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El disfrute de las estaciones de la vida

(Foto de Gilberto Parada)

Por: Brianna Heldt

Cuando las prácticas de natación llegan a su término y los niños guardan sus trajes de baño significa que el verano ha terminado.

Y es que cuando estás sentada cerca de la alberca, o relajándote en un parque es fácil creer que los cálidos días de verano durarán para siempre. Últimamente he estado reflexionando el concepto de las estaciones. También tenemos los tiempos litúrgicos (o estaciones, como se diría en inglés) de la Iglesia, que son esenciales para el florecimiento del alma. Y hay estaciones de crianza, de matrimonio, y de la vida en general. Invierno y primavera, verano y otoño, una estación que da paso a la próxima.

Estoy embarazada de nuestro décimo hijo (mi sexto hijo biológico, ya que también tenemos cuatro adoptivos) y tengo tres adolescentes. Esta etapa deliciosamente extraña de la maternidad me ha hecho reflexionar sobre la estación en la que me encuentro: bebés y teteros junto al drama de los adolescentes y el comienzo de la escuela preparatoria. El tiempo de irse a la cama temprano ha quedado muy lejos (¿por qué los adolescentes quieren irse a dormir tan tarde?). También ha quedado atrás el tiempo en que la pregunta más difícil que tenía que contestar era si un niño podía comer más galletas de animalitos con su vaso de leche. Aún me hacen esas adorables preguntas, pero ahora las valoro más porque también estoy lidiando con cosas más complicadas.

La cultura nos dice que se supone que la maternidad es una “estación” relativamente corta. La gente se sorprende al descubrir, por ejemplo, que mi hija, que está en preparatoria, tiene una hermana menor de dos años, o que mis hijos gemelos de 13 años están muy contentos de recibir a su hermano bebé a finales de noviembre. La noción de que un matrimonio pueda pasar por diferentes “estaciones” mientras continúan recibiendo niños -ya sea biológicos, adoptados, o de crianza- es bastante extraña en estos días.

Pero hay dones y alegrías que se encuentran al pasar por cada “estación” como familia. Hasta en las estaciones más difíciles -independientemente de cómo sea para cada individuo- sabemos que Jesús quiere nuestro “sí” todos los días. Ese “sí” parecía diferente cuando yo a los 22 años estaba dando a luz a nuestra hija mayor o cuando tenía 24 y volaba de regreso a casa con nuestros gemelos recién adoptados, y en los años en que sufrimos nuestros tres abortos espontáneos. Y se ve diferente ahora, a mi “avanzada edad materna” de 37 años.

No hay garantías de que cada nueva estación será como se espera. Cada etapa tiene sus propios desafíos y tristezas. Y Dios será fiel al usarlas para nuestra santificación, si así lo permitimos.

En lugar de ver una “estación” y preocuparse o afligirse por un nuevo año escolar, un trabajo, o una nueva etapa de crianza debemos avanzar con esperanza y con fe. Dios nos da “estaciones” para nuestro propio bien, para que aprendamos, cambiemos, y crezcamos. Algunas serán más difíciles que otras, y algunas parecerán más un desierto, pero así es en algunas estaciones. Nos estiran. Nos exigen cambio. Y nos traen una nueva vida.

Ha llegado el otoño. Hoy tengo a mis hijos en tres diferentes escuelas – cuatro, si cuentas a los que reciben educación en casa. También están los deportes, las actividades de la parroquia, y ¡el nuevo bebé que llegará en noviembre! Estamos en una estación de rápido movimiento, que no tardará en desacelerarse. Es una estación marcada por todo, desde un plan de nacimiento, hasta el trabajar como escritora independiente, y ayudar a mi hija el comienzo de la escuela preparatoria.

Mi oración como madre es, sobre todo, permanecer arraigada en mi fe, con ojos lo suficientemente abiertos para ver la belleza, los dones, y las oportunidades de crecimiento que Dios me dará -en esta estación mixta, llena de amor y rápidamente fugaz.

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