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jueves, abril 25, 2024
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El mundo necesita los dones espirituales de los hispanos

¡Qué alegría celebrar 25 años de servicio de El Pueblo Católico a la comunidad hispana de la arquidiócesis de Denver y más allá! Estos años han estado marcados por un camino con giros e imprevistos, con alegrías y sufrimientos. Pero a lo largo del camino, ustedes han puesto sus dones al servicio de Nuestro Señor con fe y confianza en su bondad. Esto es lo que significa ser un discípulo que vive en misión con el Señor.

Por siglos, la Iglesia de Colorado se ha beneficiado de los dones que brindan los católicos hispanos, y en los últimos 25 años, el fruto de su generosidad ha seguido creciendo. Le doy gracias a Dios por esta alegría tan grande.

Como seguramente han leído en mis últimas columnas, he estado alentando a los fieles y las instituciones de la arquidiócesis de Denver a abandonar el mantenimiento y pasar a un modo de actuar misionero. Ya que la cultura circundante se opone a nuestra fe, estamos llamados a adoptar una mentalidad apostólica que sea misionera y dé al mundo un testimonio de esperanza en Jesucristo.

Su comunidad ha sido dotada con dones únicos que se centran en el amor a la familia, la apertura al don de la vida, una gran devoción a Nuestra Señora y un gran espíritu de alegría. Estos dones se hicieron patentes en el sínodo arquidiocesano que hace poco concluimos, y muchos fieles salieron con una apreciación renovada de la aportación de la comunidad latina a la Iglesia.

A medida que adoptamos un modo de actuar misionero, no podemos conformarnos con reservar nuestros dones para nosotros mismos. La cultura dominante en Estados Unidos ha decidido vivir como si Dios fuera irrelevante. Nos dice que acallemos nuestro anhelo de Dios y su amor con pertenencias materiales y que decidamos cuál es la verdad para nosotros mismos. Cree la mentira de que podemos ser Dios. Es a estas ovejas perdidas y confundidas que Jesús nos envía.

Los hispanos han sido bendecidos con un gran amor a la vida familiar y una comprensión de la importancia del tesoro que comportan tanto el pequeño como el anciano. La familia, con el esposo y la esposa en el centro, nos apunta hacia Dios, ya que el amor dentro de ella es un reflejo de la vida interna de Dios. El Señor nos dio el don de la familia cuando bendijo a Adán y Eva, creándolos para traer hijos al mundo. Los esposos, a través del don sincero de sí, traen vida al mundo, así como Dios creó el mundo a través del don de su Palabra y el soplo del Espíritu. En una sociedad que piensa que la familia puede estar formada por cualquier mezcla de personas y que los hijos son una simpe elección de un estilo de vida, el testimonio del don de una verdadera familia es un acto misionero.

También me conmueve la fuerte devoción que tienen a los santos, a Nuestra Señora, al rosario y, sobre todo, a Jesús en el Santísimo Sacramento. Estos baluartes de fe deben servir como un ancla en la historia, recordándoles a las personas que Jesús en verdad vino y aún está con nosotros hoy día. No es un cuento de hadas distante como la cultura secular quiere que creamos. Él está a nuestro lado en nuestros hermanos, especialmente en los más necesitados. Él está frente a nosotros cuando lo contemplamos en la adoración eucarística durante la noche. Él está presente en el altar cuando celebramos la Santa Misa.

San Juan Diego fue persistente a la hora de llevar el mensaje de Nuestra Señora al obispo, aunque fue recibido con incredulidad. Así mismo la Iglesia debe ser un testigo firme en el presente. Ahora más que nunca les pido que usen estos dones que han recibido a través de su herencia cultural y de fe y que sean discípulos audaces, dispuestos a llevar a las personas a un encuentro con Jesús, con el padre y la madre que tanto anhelan: la Santísima Virgen María y Dios Padre.

Gracias por su amor fiel a Jesús y a la Iglesia y por poner sus dones de manera tan generosa al servicio del evangelio.

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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