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viernes, marzo 29, 2024
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“El realismo de la fe nos protege contra las promesas ideológicas”

El cardenal alemán Josef Cordes, presidente emérito del Pontificio Consejo Cor Unum, (dicasterio vaticano encargado de orientar y coordinar las organizaciones e iniciativas de caridad de la Iglesia Católica) estuvo en Denver para celebrar los 20 años del seminario Redemptoris Mater.

El purpurado fue nombrado por San Juan Pablo II en 1980 para que se encargase del apostolado de la Oficina Internacional de Renovación Carismática y el Camino Neocatecumenal, cargo que ocupó hasta diciembre de 1995. Por ello tiene una gran sensibilidad y comprensión hacia los nuevos movimientos eclesiales.

El Pueblo Católico lo entrevistó sobre la realidad y el futuro de la Iglesia y nos dio algunos consejos para el apostolado en esta arquidiócesis.

Usted viene a celebrar los 20 años del seminario Redemptoris Mater, ¿Cómo cree que movimientos como el Camino Neocatecumenal alientan la vida de la Iglesia?

“El Santo Padre Juan Pablo II afirmó varias veces en sus enseñanzas que la misión de la Iglesia se realiza por medio de sus dos pulmones: la estructura jerárquica con sus ministros ordenados y el empuje de los movimientos espirituales con sus carismas respectivos. Estos últimos se han multiplicado estupendamente gracias al Concilio Vaticano II, que ha puesto de relieve una vez más el sacerdocio común de todo el pueblo de Dios y la tarea de cada bautizado de dar testimonio de Jesucristo. Los miembros de los movimientos quieren hacer participar a otros de su alegría y de su amor por Cristo. Y lo hacen a través de sus vidas, pero también a través de la palabra y de la celebración de la liturgia.”

Usted conoció muy bien a San Juan Pablo II y a Joseph Ratzinger antes de que fueran papas y ha sido colaborador de ellos, así como lo es hoy del Papa Francisco ¿Cuál es elemento común que une a estos tres Papas? ¿Cuáles son sus diferencias?

“El Señor de la Iglesia nos ha dado en los últimos años a varios hombres ejemplares como pastores universales. Desde el Santo Papa Pío X hasta hoy estos pastores han sido dones extraordinarios para la Iglesia a nivel teológico y también como modelos de santidad. Basta dar una rápida mirada a la historia, por ejemplo en la época del Renacimiento, para maravillarse y agradecer a Dios. Darle una respuesta satisfactoria a su pregunta es algo que supera mi capacidad. Quizás solo por esto: El Papa Juan Pablo II venía de una tradición de fe segura y quería contagiar al mundo con la proclamación de Jesucristo. Redemptor Hominis (Redentor del mundo) fue el nombre de su primera encíclica. El Papa Benedicto XVI ha experimentado el creciente olvido de Dios y ha anunciado con fuerza que Dios existe y que está vivo. Quiere llegar con su teología brillante a aquellos cristianos que se limitan a un compromiso por un mundo mejor: “quien no da a Dios, da demasiado poco”, dijo (Mensaje para la Cuaresma de 2006). El Papa Francisco atrae a todos los miembros de la sociedad, estén cerca o lejos de la fe. Sufre con sus sufrimientos y se alegra con sus alegrías. Se da totalmente en su tarea de pastor”.

Usted como secretario del Pontificio Consejo para los Laicos fue testigo del inicio a las Jornadas Mundiales de la Juventud en 1984 ¿Cómo ve que este importante evento eclesial ha contribuido a la pastoral juvenil?

“La historia de la JMJ es, sin duda, una historia de éxito. Muestra el hambre de la juventud por la fe y por Dios. Estoy convencido de que el entusiasmo de los jóvenes es una lección para tantos cristianos tibios. Da también un nuevo impulso a las vocaciones religiosas – tal como lo muestran muchos seminaristas del Redemptoris Mater que vienen del Camino Neocatecumenal y cuya vocación ha brotado y crecido como consecuencia de las JMJ. Cracovia será un signo fuerte para una Europa siempre más secularizada.

Desde su experiencia en la Iglesia Universal, ¿qué consejos puede darnos a los católicos de la Arquidiócesis de Denver para tener un mayor crecimiento en la fe y un apostolado más fecundo?

“Es una ilusión hacer de esta tierra un «paraíso terrestre». Las catástrofes naturales y la maldad de los hombres – consecuencia de nuestro pecado – lo impiden inevitablemente. El realismo de la fe nos protege contra las promesas ideológicas que proclaman la felicidad del hombre en la vida hic et nunc (aquí y ahora). Pero a pesar de este realismo debemos como cristianos combatir la injusticia, la miseria y el dolor. Porque estamos llamados a dar testimonio del amor de Dios Padre que ha dado a su hijo unigénito hasta la cruz para nuestra salvación. Es más, algunos teólogos dicen que los sufrimientos de los hombres pueden también tener como fin hacer al hombre más sensible por su hermano y ayudarlo a que supere su egoísmo”.

 

 

 

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