Por Cecilia Dietzler, especialista en evangelización de la Arquidiócesis de Denver
La Semana Santa siempre ha sido mi semana favorita del año. Desde que tenía 15 años, cada Viernes Santo vuelvo a ver La Pasión de Cristo de Mel Gibson, y me sigo tapando los ojos cuando salen las escenas más brutales de la tortura de Jesús que condujo a su muerte. Mi Dios, quien nunca pierde la oportunidad de intentar acercarme más a él, el Dios que nos ama tan profundamente, soportó un dolor que todavía no puedo soportar ver hasta el final; todo para llenar el vacío que hemos creado por nuestros pecados. Al hacerse hombre, Dios irrumpió en la historia para entrar más profundamente en nuestras vidas, transformando de forma silenciosa la sociedad y la realidad de todas las personas que lo han encontrado, por quienes se entregó hasta la muerte.
Incluso ahora, más de 2000 años después, Dios continúa encontrándonos e “interrumpiendo” nuestras vidas. Cada domingo, cada día santo, cada vez que lo invocamos en oración, nos encontramos con el deseo de Dios de estar en relación con nosotros y su amor abrumador por nosotros. Hay una razón por la que el Miércoles de Ceniza es uno de los días más concurridos del año litúrgico: Tenemos el deseo de que Dios irrumpa en nuestro día de trabajo. Así podemos volver a nuestra vida cotidiana con las cenizas en la frente, que nos recuerdan a Cristo, lo que puede convertirse en una buena oportunidad para iniciar un tema de conversación.
Miedo a evangelizar
¿Por qué, entonces, la palabra “evangelización” hace que la gente quiera huir? ¿Por qué nos provoca tanta ansiedad compartir con otros la buena nueva de la resurrección de Cristo?
En gran parte, el miedo y la ansiedad que suscrita el tema de la evangelización se debe a la falta de comprensión de lo que Dios nos ha llamado a hacer. Quizá lo primero que se nos viene a la mente son palabras como “convencer”, “imponer”, “querer convertir” e incluso “vender”, así como la caricatura de un predicador impulsivo con una mesa llena de panfletos y Biblias gritando a los transeúntes: “¡Arrepiéntete o te irás al infierno!
Reemplaza esa imagen con esta: acabas de conocer al amor de tu vida: a alguien que haría cualquier cosa por ti. Quizás esta persona se mudó del otro lado del país para estar contigo. Te ofreció la mejor vida que podrías haber imaginado. Y luego, en un acto heroico, se sacrificó por ti para salvar tu vida, porque te amaba. Es declarado muerto. Pero después de tres días vuelve de la muerte -¡es un milagro increíble!- y se vuelven a ver. ¿No es este el tipo de milagro que te gustaría dar a conocer a todo el mundo?
El papa Benedicto XVI, en su primera encíclica como papa, escribe lo siguiente:
“Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.” (Dios es amor, 1).
Estas palabras nos desafían a pensar de manera diferente sobre cómo compartir nuestra fe. Deberíamos tener el deseo de evangelizar porque queremos compartir nuestra experiencia de un Dios que nos ama, que haría cualquier cosa por nosotros y que nos ha dado todo lo que tenemos. La evangelización ya no es un discurso de venta, sino una conversación del corazón que se debe tener con alguien.
¿Qué es una conversación de corazón?
Son conversaciones que alcanzan un nivel más profundo que una simple charla. Pueden ser con personas que conoces desde hace mucho tiempo o con alguien a que acabas de conocer. Especialmente en nuestra era actual de aislamiento, privacidad y soledad, las conversaciones del corazón son la mejor defensa contra la pobreza espiritual, un problema cada vez más preocupante en los Estados Unidos.
En el mundo actual, es muy frecuente que la “confianza” con vecinos, colegas e incluso familiares exista pero que en realidad no se desarrolle. Sin confianza, el aislamiento aumenta y las relaciones se dificultan. Para invitar a un amigo a una relación con Dios, es esencial tener una amistad con él: una amistad sin actitud defensiva, sin juicio y con apertura y amor por esa otra persona. Cuando se da la oportunidad, no temas compartir momentos en los que Dios “interrumpe” tu vida. Ya sea que se trate de un gran cambio en tu vida, una decisión que debes tomar o incluso una persona a la que estás llamado a perdonar. Compartir cómo estos momentos son un encuentro con Dios es crucial para demostrar su amor.
Obra del Espíritu Santo
Es a través de estas conversaciones desde el corazón que Dios se da a conocer en el corazón de otra persona. Alguien que está lejos de la Iglesia no puede escuchar la voz de Dios, pero si confía en ti y es vulnerable contigo, eso tarde o temprano lo llevará a la curiosidad y a la apertura. Hay un gran poder en hablar sobre tus encuentros personales con Dios, de todas las cosas que ha hecho en tu vida y de cómo, incluso en tus momentos más oscuros, siempre ha estado contigo. Solamente una grieta en la puerta del corazón de alguien puede ser suficiente para que el Espíritu Santo comience a obrar en él. Mientras tanto, es importante recordar que, si bien la persona frente a ti no reconoce la voz de Dios, el Espíritu Santo está dentro de ti durante estas conversaciones:
“Es el Espíritu Santo quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la buena nueva y del reino anunciado.” (Evangelización en el mundo moderno, 75).
La obra de evangelización no siempre va a dar frutos visibles. Por mucho que quieras, no puedes meter la mano en el pecho de la persona que tienes delante y convertir su corazón. Solo Dios puede hacer eso. Como pueblo de libre albedrío, primero debemos estar dispuestos a permitirle convertir nuestros corazones, y es ahí donde el testimonio en nuestras relaciones juega un papel crucial. Si bien es posible que la persona frente a ti no pueda reconocer la voz de Dios, sí reconoce la tuya y estará dispuesta a escucharte. Es en estos momentos de testimonio que nos espera la obra de evangelización.
CÓMO INICIAR UNA CONVERSACIÓN
Del libro, “99 Wondering Questions” de Dough Pollock
Preguntas sobre el amor
- ¿Ha cambiado tu comprensión de la palabra amor a lo largo de los años?
- ¿Por qué crees que tantas parejas acaban desenamorándose?
- Si pudieras dar un consejo sobre cómo mantener una relación viva y creciendo, ¿cuál sería?
Preguntas sobre metas
- ¿Tuviste algún sueño o te propusiste alguna meta en la vida cuando eras más joven?
- ¿A qué sueños has renunciado?
- ¿A qué sueños sigues aferrado?
Preguntas sobre la dirección
- ¿Por qué haces lo que haces?
- ¿Qué experiencias de vida te han moldeado y motivado a seguir el camino que has elegido en vida?
- Si pudieras volver a elegir, ¿elegirías el mismo camino? ¿Por qué o por qué no?
Preguntas sobre el control
- Se dice que la vida, en gran medida, está fuera de nuestro control. Si esto es cierto, ¿por qué tanta gente intenta controlar lo incontrolable?
- ¿Te resulta difícil controlar las cosas?
- ¿Qué tipo de cosas crees que se pueden controlar en la vida?
Preguntas sobre Dios
- ¿Por qué crees que existen tantas religiones diferentes?
- ¿Por qué crees que tanta gente prefiere vivir como si Dios no existiera?
- Si Dios hiciera lo que él quisiera en tu vida, ¿qué crees que cambiaría primero?
- ¿Qué es lo que más te asusta al dejar que Dios cambie tu vida?
- Si tuvieras a Jesús enfrente en estos momentos, ¿qué le preguntarías?
- ¿Cómo crees que respondería?
- ¿Qué sentirías si eso sucediera?
Preguntas extraídas de God Space de Doug Pollock. Copyright © 2009. Utilizado con permiso de Group Publishing, Inc. Todos los derechos reservados.
Este artículo ha sido traducido y adaptado del original en inglés por el equipo de El
Pueblo Católico y se publicó en la edición de la revista titulada «Vive la Resurrección». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.