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Familia: Sé lo que eres

El 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Arzobispo Samuel J. Aquila publicó una carta pastoral titulada: “Familia: Sé lo que eres”. Compartimos unos extractos de este valioso documento que podrán leer completo en www.archden.org

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

El Papa San Juan Pablo el Grande escribió en 1981: “¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia! Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia”.

Nuestra Iglesia se estará enfocando en la familia de una manera particularmente intensa entre octubre de 2014  hasta octubre de 2015. Este periodo comenzará con un Sínodo extraordinario de los Obispos en Roma donde se conversará  sobre los desafíos de la familia en el contexto de la Nueva Evangelización. Continuará con el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia a celebrarse en septiembre de 2015 y concluirá con el Sínodo ordinario de los Obispos en octubre de 2015.

Puesto que la familia y su futuro son de vital importancia para nuestra sociedad y para la Iglesia, he decidido escribir esta carta pastoral sobre la misión de la familia para ayudarlos a que “permanezcan firmes en la fe, tengan el valor y sean fuertes”.

Mi esperanza es que esta carta les provea cimientos sólidos a los fieles de la Arquidiócesis de Denver y a toda persona de buena voluntad, para responder de manera efectiva ante los retos  que las familias experimentan hoy.

Parte I: El Significado y Misión de la Familia

La primera familia y la Trinidad

La primera familia humana se formó por la unión entre Adán y Eva. En la historia de la creación escuchamos: “Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: ‘Sean fecundos, multiplíquense…’”.  Y luego escuchamos: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne”.  Ser “fecundos y multiplicarse” es una bendición dada por Dios al hombre y a la mujer por el bien de su unidad ¡la cual no se perdió en la caída!

Desde que Dios creó a la humanidad, “hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre”.

El papel del matrimonio en la familia

¡La familia está llamada a la grandeza! Pero el día de hoy existe mucha confusión sobre la naturaleza y el propósito del matrimonio, el cual es el cimiento de cada familia.

¿Por qué se está viviendo esta confusión?  Pudiéramos citar muchas causas intermedias, pero la raíz del problema es que los esposos y las familias no están viviendo de acuerdo al propósito por el cual fueron creados y no están acogiendo las gratificantes, aunque también exigentes, verdades reveladas por Cristo, a través de su Iglesia.

Cuando los esposos se dan a sí mismos y comparten amor y verdad el uno con el otro, pueden reflejar la imagen de la Santísima Trinidad.

Tristemente, nuestra sociedad ha perdido el entendimiento de lo que es el matrimonio. En cambio, la cultura ha dado un giro dramático para promover al individuo y sus supuestos derechos, muchas veces a expensas de la familia. La idea del “sincero regalo de sí mismo” –aun dentro del matrimonio– parece ser ahora irrelevante y una realidad distante.

 

Parte II: Los Desafíos de la Familia

Los bienes del matrimonio y los ataques modernos

Debido a que el matrimonio es la base sobre la cual se construye una familia, considero  necesario dedicar tiempo a explicar lo que es y a examinar los varios ataques o distorsiones, presentes en nuestra sociedad.

San Agustín nos enseñó que hay tres bienes que definen a un matrimonio: El bien de los hijos, el regalo de la fidelidad entre los esposos, y el bien de una unión inquebrantable. Este último se puede entender como el testimonio dado en la unidad permanente del matrimonio, el cual tiene una directa relación con el matrimonio celestial entre Cristo y su esposa, la Iglesia.

Para que una unión pueda ser un verdadero matrimonio, estos tres bienes tienen que ser siempre respetados. Si se les separa, entonces cualquier tipo de relación se puede considerar “matrimonio” y cualquier acto sexual puede ser justificado.

(L)as uniones entre personas del mismo sexo no son matrimonios porque un verdadero acto conyugal no puede darse entre personas del mismo sexo. No pueden llevar a cabo los tres bienes del matrimonio y no pueden realizar entre ellos una verdadera comunión de una sola carne en cuerpo y alma. Pueden formar una unión de corazones y mentes, como en cualquier amistad, pero el matrimonio es mucho más que eso.

Un punto central, quizá el punto central de la enseñanza cristiana –sin el cual no podemos ni entender la naturaleza del hombre y la mujer, ni tampoco la institución dada por Dios del matrimonio– es que esta sociedad y el amor que los une “están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen como con su corona propia. Ésta es la personificación del primer bien del matrimonio que San Agustín explica. Aun si por razones fuera de su control, una pareja no puede concebir, ellos aún pueden compartir y realizar esta única comprensible comunión humana, fundada sobre la complementariedad del cuerpo humano y el compromiso permanente de los esposos.

Otro aspecto difícil de hoy para los católicos es lo que el Concilio Vaticano II define como la “transmisión obligatoria de la vida”. Hoy día, muchos tienen temor a criar hijos. Le temen al costo y al compromiso. Temen traer un niño a un mundo lleno de pecado, egoísmo y sufrimiento. Y temen perder su libertad. Esto los tienta a usar métodos para evitar el embarazo, los cuales infligen daño espiritual y les lastima el matrimonio. En lugar de ver a los anticonceptivos como lo que realmente son –una barrera al amor del matrimonio y que motiva al egoísmo, así como algo que puede tener consecuencias graves en la salud de la mujer– los ven como una solución a un problema.

El mismo problema surge con el uso de la fertilización in vitro y otras formas ilícitas de reproducción asistida. La Iglesia enseña que si una intervención tecnológica “asiste” las relaciones conyugales para lograr su correcto objetivo, entonces es moralmente legítimo usar la tecnología. Pero si un procedimiento “sustituye” el acto marital, entonces esa opción no es moralmente permitida. Los niños tienen el derecho a venir a este mundo en el contexto de la entrega marital. Engendrar un hijo fuera del matrimonio es injusto para el niño y corrompe a las personas que lo hacen.

La Iglesia les enseña a los padres de familia a ser responsables y generosos con el don de la fertilidad. Es por ello que promueve el uso de métodos naturales de planificación familiar (NFP, por sus siglas en inglés), los cuales utilizan el conocimiento del ciclo de la fertilidad de la mujer para permitir que la pareja, en oración, decida si Dios los está llamando a posiblemente concebir una vida o si deben abstenerse de intimidad.

El último de los bienes que también se ha visto atacado es la permanente unión del matrimonio. Desde 1960, el índice de divorcios en los Estados Unidos se ha duplicado, y ha llegado a cerca del 50 por ciento. Esto ha llevado a la desintegración de innumerables familias, donde tanto esposos e hijos, sufren las consecuencias que acompañan al divorcio.

El carácter permanente del matrimonio se remite al principio de la creación, como Jesús explica a los fariseos que le cuestionaron a cerca de la decisión de Moisés de permitir el divorcio. Cristo responde: “¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer… Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.

Más aun, en el mismo pasaje del Evangelio donde los fariseos le replican a Jesús sobre por qué Moisés permitió el divorcio, Él les dice: “Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así”. Estas palabras son importantes el día de hoy para nosotros porque los corazones de muchos se dejan formar más por la sociedad y la cultura en que vivimos, en lugar de ser formados por el Evangelio de Cristo Jesús.

 

Parte III: Cómo Vivir la Misión de la Familia

Mensajeros del Evangelio del matrimonio

Al anunciar un Sínodo especial sobre la familia a celebrarse en octubre de 2014 junto al Sínodo ordinario de Obispos de 2015, el Papa Francisco reconoce esta conexión entre la familia y la evangelización de la sociedad, y pide a la Iglesia que enfoque sus energías en renovar la familia.

Tres principales preocupaciones que el Sínodo debe tocar incluyen: la crianza de los hijos en hogares desintegrados donde solo uno de los padres está presente; proveer una atención pastoral efectiva para las parejas divorciadas que se “vuelven a casar”; y la mejora de la preparación matrimonial para que sea tanto un despertar espiritual para las parejas, como una educación en la verdad, la bondad y la belleza del amor marital, enraizado en la teología del cuerpo. Debemos ayudar a las parejas a que vivan el Evangelio en plenitud en una cultura devastada, escéptica y hostil.

Con el fin de ayudarles a vivir el llamado de hacer de Jesucristo y la Iglesia los cimientos de sus familias, les quiero proveer algunas maneras prácticas que les apoyen en formar a sus familias donde Cristo y su Iglesia sean los pilares.

La primera se trata del encuentro personal con Jesucristo, quien nos lleva al encuentro con el Padre y el Espíritu Santo. Esto lo logramos a través de la oración personal y especialmente a través de la lectura devota de los cuatro Evangelios.

La siguiente forma es vivir la vida sacramental de la Iglesia, especialmente en los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación.

El tercer paso es orar juntos como familia. Como dice el adagio, “las familias que oran unidas, permanecen unidas”. Ello comienza con los esposos orando juntos, y luego orando con sus hijos.

La cuarta manera es aprender más sobre nuestra fe.

Finalmente, es importante que demos testimonio de la buena noticia que representa nuestra vida de familia en el ámbito público.

La familia de hoy se encuentra ante muchos obstáculos y amenazas, por ello entiendo que no es posible que cada situación difícil de familia sea precisamente resuelta. Pero también sé que con la gracia de Dios, cada persona y situación pueden reflejar más de cerca el íntimo intercambio de amor, para el cual todos fuimos creados. Por la fe y por experiencia personal sé que los corazones pueden ser transformados y sanados a través de un encuentro con Jesucristo. Solo Él puede otorgar esa paz y alegría en la familia que nadie puede quitar. Con Su gracia y misericordia, todas las familias pueden responder al desafío planteado por San Juan Pablo el Grande: “Familia: sé lo que eres… una comunidad de vida y amor”, que encontrará su última realización en el cielo.

¡Que el Señor los bendiga a cada uno de ustedes, y que bendiga a todas las familias con especial abundancia de Su gracia en este tiempo de renovación para la familia!

Sinceramente suyo en Cristo,

Arzobispo Samuel J. Aquila, S.T.L. 

Arzobispo de Denver 

29 de junio de 2014

Solemnidad de San Pedro y San Pablo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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