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jueves, abril 25, 2024
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Guía para celebrar el Domingo de la Divina Misericordia en casa

La siguiente guía está hecha para ayudar a las familias a vivir de una manera más profunda el segundo domingo de Pascua, el domingo de la Divina Misericordia. Es una adaptación a la guía más extensiva publicada por Aleteia.

¿Cómo preparar esta celebración?
  • Escoja un lugar y una hora en que se hará la siguiente celebración en familia. Puede ser el sábado por la tarde o el domingo, y realizarse en la sala o en una habitación con espacio.
  • Decoren el espacio de oración en familia. Puede contener un crucifijo o la imagen de la Divina Misericordia en el centro, velas, otras imágenes o estatuas de algunos santos e incluso dibujos de los niños sobre Jesús, María u otros santos. Esto es para recordar que los santos están con nosotros y se unen a nuestras oraciones.
  • Se debe designar a una persona que dirija y prepare la oración: el padre o la madre, y que prepare una breve reflexión sobre las lecturas.
  • También se deben designar lectores para las diferentes lecturas.
  • Se pueden cantar cantos apropiados.

* * *

Celebración de la Palabra

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA
FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA

Nos sentamos.  La persona que guía la celebración toma la palabra:

Querida familia:
el domingo, primer día de la semana,
es para los cristianos el día del Señor,
el día instituido para celebrar su Resurrección.

Por este motivo, particularmente este segundo domingo de Pascua,
¡cuánto quisiéramos poder salir de nuestras casas
y acudir a nuestra querida iglesia parroquial
para volver a reunirnos con nuestros hermanos y hermanas
y a recibir el Cuerpo de Cristo!

Pero no estemos tristes:
¡Jesús ha resucitado verdaderamente!
¿Estamos encerrados en casa?
Jesús resucitado se va a hacer presente entre nosotros,
pues así lo ha prometido
cuando nos reunimos para rezar en su Nombre.

Cuando leemos su Palabra en Iglesia,
el mismo Verbo de Dios se hace presente entre nosotros.
No lo dudemos: Él nos va a dirigir su Palabra.

Pausa.

En este Domingo de la Divina Misericordia,
hoy más que nunca,
Señor Jesús, tú nos permites celebrar tu Resurrección
amándonos los unos a los otros,
como Tú nos has amado.

 

Después de un minuto de silencio,
todos hacen la señal de la cruz, diciendo: 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

El guía de la celebración sigue diciendo: 

Para prepararnos a acoger la Palabra de Dios
y de este modo se convierta en motivo de purificación para todos nosotros,
reconozcamos con humildad nuestros pecados.

Sigue el rito penitencial:

Señor, ten misericordia de nosotros.
Porque hemos pecado contra ti.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Y danos tu salvación.

Que Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados,
y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Se pronuncia o canta:

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Recitamos el Gloria.

Gloria a Dios en el cielo, 

y en la tierra paz a los hombres

que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria

te alabamos,

te bendecimos,

te adoramos,

te glorificamos,

te damos gracias,

Señor Dios, Rey celestial,

Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único, Jesucristo,

Señor Dios, Cordero de Dios,

Hijo del Padre;

tú que quitas el pecado del mundo,

ten piedad de nosotros,

tú que quitas el pecado del mundo,

atiende nuestra súplica;

tú que estás sentado a la derecha del Padre,

ten piedad de nosotros;

porque sólo tú eres Santo,

sólo tú Señor,

sólo tú Altísimo, Jesucristo,

con el Espíritu Santo

en la gloria de Dios Padre. 

Amén. 

ORACIÓN
El guía de la celebración recita la siguiente oración:

Dios de eterna misericordia,
que reanimas la fe de este pueblo a ti consagrado
con la celebración anual de las fiestas pascuales,
aumenta en nosotros los dones de tu gracia,
para que todos comprendamos mejor la excelencia del bautismo
que nos ha purificado,
la grandeza del Espíritu que nos ha regenerado
y el precio de la Sangre que nos ha redimido.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.

R/. Amén

Nos sentamos. El lector asignado lee la primera lectura.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 42-47)

En los primeros días de la Iglesia, todos los hermanos acudían asiduamente a escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivían en la comunión fraternal y se congregaban para orar en común y celebrar la fracción del pan. Toda la gente estaba llena de asombro y de temor, al ver los milagros y prodigios que los apóstoles hacían en Jerusalén.

Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Los que eran dueños de bienes o propiedades los vendían, y el producto era distribuido entre todos, según las necesidades de cada uno. Diariamente se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos, con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y toda la gente los estimaba. Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de salvarse.

Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.

 

El mismo lector u otro asignado lee el Salmo 17.

SALMO RESPONSORIAL

La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

R/. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”.
Diga la casa de Aarón: “Su misericordia es eterna”.
Digan los que temen al Señor: “Su misericordia es eterna”.

R/. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

Querían a empujones derribarme,
pero Dios me ayudó.
El Señor es mi fuerza y mi alegría,
en el Señor está mi salvación.

R/. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
Este es el día de triunfo del Señor:
día de júbilo y de gozo.

R/. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

 

El lector encargado de la segunda lectura se levanta para leer, 
mientras el resto de la asamblea permanece sentado.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1, 3-9)

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su gran misericordia, porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva, que no puede corromperse ni mancharse y que él nos tiene reservada como herencia en el cielo. Porque ustedes tienen fe en Dios, él los protege con su poder, para que alcancen la salvación que les tiene preparada y que él revelará al final de los tiempos.

Por esta razón, alégrense, aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por adversidades de todas clases, a fin de que su fe, sometida a la prueba, sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, el día de la manifestación de Cristo. Porque la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego.

A Cristo Jesús no lo han visto y, sin embargo, lo aman; al creer en él ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe.

Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.

EVANGELIO 

Para aclamar el Evangelio, cantamos el Aleluya.

Todos se ponen de pie.

R/. Aleluya, aleluyaaleluya.
Tomás, tú crees porque me has visto;
dichosos los que creen sin haberme visto, dice el Señor.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

El lector establecido lee el Evangelio,
mientras los presentes permanecen de pie.

Lectura del santo evangelio según san Juan (20, 19-31)

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.

Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

Todos aclaman:

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

Todos se sientan.

 [El guía puede dar una breve reflexión sobre las lecturas.]

 

Nos levantamos para profesar el Credo.

Creo en Dios, Padre Todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de Santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos

y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne

y la vida eterna.

Amén. 

ORACIÓN UNIVERSAL

La familia puede leer sus propias intenciones preparadas anteriormente o las siguientes.

Con su resurrección, Cristo ha vencido la muerte y el pecado.
Pidámosle que tenga piedad del mundo y lo bendiga. Digamos:

R/. Tú, que eres la vida, escúchanos.

Por la Iglesia: para que los cristianos seamos asiduos
en la escucha de la Palabra de Dios y demos testimonio
de Jesucristo resucitado. Oremos al Señor.

R/. Tú, que eres la vida, escúchanos.

Por los pastores del pueblo de Dios:
para que la fuerza de Cristo resucitado los proteja y anime,
y dé fecundidad a su ministerio pastoral. Oremos al Señor.

R/. Tú, que eres la vida, escúchanos.

Por la paz en el mundo y en los corazones:
para que la victoria de Cristo sobre la muerte
la haga renacer y la afiance allí donde esté en peligro. Oremos al Señor.

R/. Tú, que eres la vida, escúchanos.

Aquí se puede añadir intenciones personales de los miembros de la familia.

R/. Tú, que eres la vida, escúchanos.

El guía hace la oración:

Dios Padre misericordioso, abre los ojos de nuestra fe
para que acojamos con alegría la salvación que nos trajo tu Hijo, Jesucristo.
Danos tu sabiduría y tu luz para reconocerlo en cada acontecimiento,
y, por tu misericordia, haznos partícipes de su triunfo pascual.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

Permanecemos cinco minutos en silencio de meditación personal.

 

PADRE NUESTRO

El guía dice:

Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

Se reza o canta el Padre Nuestro:

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

E inmediatamente todos proclaman:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

El guía sigue diciendo:

Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.

Todos intercambian un gesto de paz y toman asiento en silencio.

 

COMUNIÓN ESPIRITUAL

El guía dice:

Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual.

Tras un momento de silencio, todos oran:

Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
ven al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiera recibido,
te abrazo y me uno del todo a Ti.

Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.

Amén.

Permanecemos unos minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo. Podemos elevar un cántico de acción de gracias.

Nos ponemos de pie, y todos juntos pronunciamos esta oración:

Escúchanos, Dios todopoderoso,
y, para merecer la felicidad eterna,
prepara los corazones de tu familia
a la que otorgaste la gracia incomparable del bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

Todos hacen la señal de la cruz.
Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.

Es posible concluir la celebración elevando un cántico a la Virgen María.

 

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