La intención del arzobispo de Denver para junio es por los padres, para que puedan reflejar las virtudes de san José en su paternidad.
“Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones” (Ef 3,14-17).
Al escuchar sobre el ejemplo de san José, el padre adoptivo de Jesús, puede ser fácil desanimarse, ya que su modelo de paternidad puede parecer imposible de lograr en nuestros días. Sin embargo, como nos dicen los Evangelios: «Todo es posible para el que cree» (Mc 9,23).
Recurramos a un ejemplo para ilustrar el punto. Cuando un vehículo tiene problemas mecánicos, se le lleva a los expertos de la agencia. Lo primero que ellos hacen es someterlo a un diagnóstico computarizado. Con esto determinan los resultados y el costo de la reparación, que después se presentan al dueño. El diagnóstico solo confirma lo que debe repararse, pero no es aún la solución completa. Sin embargo, cuando el diagnóstico es preciso, se ha encontrado el 50 por ciento de la solución al problema simplemente porque el problema se ha identificado.
Por el contrario, nuestra cultura actual tiene un problema mucho más serio: un problema de fe. Este es el diagnóstico que Dios nos da en la Escritura. Es impresionante que la Biblia diga que «por la fe, Cristo habita en nuestros corazones». Si Cristo habita verdaderamente en el corazón del hombre, su vida está arraigada y cimentada en el amor. Nada será imposible.
San Pablo presenta las tres virtudes teologales que todos recibimos en nuestro bautismo. Esas tres virtudes son la base de todas las demás virtudes cristianas que estamos llamados a reflejar como cristianos: fe, esperanza y caridad. San José fue un hombre de profunda fe, como se presenta en la sagrada Escritura, y esta fe iba siempre acompañada de acciones. Asimismo, san José nunca dudó de Dios. Confió en Dios e hizo lo que el ángel le pidió sin dudarlo. De la obediencia de la fe surgieron todas las demás virtudes: docilidad, humildad, paciencia y muchas otras.
San José no tenía miedo de abrazar el plan de Dios. No tenía miedo de cambiar su estilo de vida y aceptar la responsabilidad de tener que formar una familia para cuidarla y protegerla a base de sacrificios y trabajo duro, porque estaba arraigado y cimentado en el amor. San José no entendió completamente todo el plan de Dios, pero la virtud de la esperanza lo sostuvo y le impidió renunciar a su vocación como padre adoptivo de Jesús y esposo de María.
Volvamos entonces al ejemplo del diagnóstico del automóvil frente a los retos a los que se enfrentan los hombres de hoy. Hoy en día muchos presentan al hombre como el principal problema en la familia y la sociedad, y aseguran que el problema es la masculinidad, el patriarcado y otros engaños. Pero solo un verdadero experto en el corazón del hombre puede darnos un diagnóstico preciso. Nos referimos a la palabra de Dios. Hoy la palabra de Dios nos habla de la importancia de la virtud de la fe.
No podemos negar las preocupantes estadísticas en la Iglesia. Muchos hombres han perdido la fe y la consecuencia es que no reflejan las virtudes de san José como padres. Con la crisis de fe en nuestros hogares, un gran número de jóvenes ha dejado la Iglesia para vivir sin religión. Este es un problema grave. Pero como nos muestra san José, gran parte de la solución radica en el papel de la paternidad. El padre de familia debe ser quien refleje la virtud de la fe y la enseñe a sus hijos. El diagnóstico es preciso; ahora debemos hacer nuestra parte para crecer en la fe y creer en el poder de Dios que transforma nuestros corazones. Dios hizo maravillas en san José, un hombre ordinario, porque él escuchó y confió en Dios, en la misión de cuidar a la Sagrada Familia.
Por estas razones y muchas más el arzobispo de Denver nos invita a todos a unirnos a su intención de oración para junio: «arrodillarnos ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra.»
Oremos por todos los padres de familia y todos los hombres que han sido llamados por Dios a formar una familia, para que, como san José, no tengan miedo y puedan crecer como hombres virtuosos que escuchan la palabra de Dios. Al escuchar y creer, experimentamos el amor de Cristo morando en nuestros corazones para ser transformados en hombres virtuosos a través de la fe, la esperanza y la caridad.