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Intención del arzobispo para mayo: «Por un profundo respeto a las madres y al don de la vida»

La intención del arzobispo Aquila para mayo es por un profundo amor y respeto por las madres y el don de la vida que dan a sus hijos.

Mayo es conocido por muchos como el mes de María, y en mayo también celebramos el Día de la Madre.

«Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían» (Lc 2, 16-18).

Todos nacimos, y nacimos a este mundo a través de una madre. El nombre de madre es universal: cada ser humano tiene una. La madre es tan especial, tan grande, tan admirable, tan única e insustituible que incluso Dios mismo quiso venir a este mundo a través de una madre: la Virgen María. Lo que los ángeles del cielo anunciaron a los pastores de Belén fue el nacimiento de un niño que resultó ser Dios mismo. Por eso se apresuraron a contarles a María y a José con profundo amor y respeto el mensaje que se les había dicho los ángeles sobre este Niño.

Cuando los pastores vieron a la madre, al Niño y a José, imaginen el amor y el respeto con que los contemplaron. Seguramente, estaban asombrados, por lo que fueron a compartir lo que habían visto con todos, y quienes los escucharon también se maravillaron. Podemos aprender mucho de estos pastores en este pasaje del Evangelio: nosotros también debemos apresurarnos a contemplar el milagro de una nueva vida, la encarnación del amor mismo y la admiración y el respeto de san José por María.

María es la madre de Dios, pero también de toda la humanidad. La Iglesia enseña que María es la nueva Eva, «Eva» significa madre de todos los vivientes. Por lo tanto, María como la nueva Eva significa que ella es la madre de todos nosotros. Cada madre terrenal refleja a María, que dijo «sí» a la vida y «sí» al plan de Dios. Esto nos da aún más razones para alegrarnos con cada madre con profundo respeto y amor. Como los pastores de Belén, también nosotros debemos maravillarnos con el nacimiento de una nueva vida y el don de la maternidad, porque es a través de una madre que todos hemos venido a este mundo.  ¡Es tan genuino el papel de una madre! y dura toda la vida. El amor de una madre no tiene precio. En el Día de la Madre, es común darle a nuestra madre flores, regalos materiales, llevarla a comer a un restaurante, ¡todos los cuales son gestos amables! Sin embargo, si no mostramos respeto y amor profundo a nuestras madres, estos gestos no tienen sentido.

Hay madres de diferentes edades y realidades, y cada una ha recibido el don de la maternidad a su manera; ser madre no es un derecho sino una gracia y un misterio que solo Dios conoce en su totalidad. También recordamos de manera particular a aquellas mujeres que tanto desean ser madres, pero que por alguna razón no es posible para ellas. Muchas mujeres en tales circunstancias abren sus corazones de par en par y se convierten en madres adoptando niños, y estas madres merecen el mayor amor, respeto y apoyo.

En estos tiempos difíciles, la imagen de la madre está siendo trivializada en muchos lugares y de muchas maneras. La madre ya no recibe el respeto y el amor que merece. Incluso el título de «madre» corre el riesgo de ser eliminado por las culturas relativistas en la sociedad.

Es por esto y más que el arzobispo Samuel J. Aquila ve la urgencia de pedir en este mes de mayo por un profundo amor y respeto por todas las madres terrenales, y por el don de la vida que traen a este mundo en sus hijos; por decir «sí» al plan de Dios y por su apertura a la vida, recordando especialmente a nuestras propias madre. Finalmente, encomendemos esta intención a María, nuestra santa Madre, y agradezcamos el don de la vida en su hijo Jesucristo, fuente de profundo amor por nosotros.

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