«Y ustedes, los que ahora dicen: ‘Hoy o mañana iremos a tal ciudad y nos quedaremos allí todo el año, haremos negocio y ganaremos dinero’, ¿saben acaso qué les pasará mañana? Porque su vida es como el humo, que aparece un momento y luego se disipa. Digan más bien: ‘Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello’. Ustedes, en cambio, se glorían presuntuosamente, y esa jactancia es mala. El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado» (Santiago 4, 13-17).
Es común en nuestra cultura que las personas, al hablan sobre planes futuros, añadan con sencillez y naturalidad: “¡Si Dios quiere!”. La palabra de Dios nos dice que esto es lo correcto. No debemos ser presuntuosos ante Dios, porque nuestro destino está en sus manos. “Porque mis pensamientos no son sus pensamientos ni sus caminos son mis caminos, dice el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así mis caminos son más altos que sus caminos, y mis pensamientos más altos que sus pensamientos» (Isaías 55, 8-9).
Debemos mantener presentes estas palabras de Dios y meditarlas en nuestra vida diaria, sabiendo que vivimos en tiempos de gran inseguridad, guerras, violencia y terrorismo que perturban la paz mundial en todos los niveles. En estos tiempos, Dios nos invita a poner nuestra confianza y esperanza en él. No permitamos que el miedo a las guerras y a los desastres nos robe la confianza en Dios.
Más bien, seamos conscientes de que somos como una nube de humo «que aparece un momento y luego se disipa». Con esta certeza y verdad de nuestra existencia, podemos tener la paz que proviene de la fe en la palabra de Dios y sabemos que él no miente. “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: Tiempo de nacer y tiempo de morir; […] tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz”. (Eclesiastés 3, 1-2.8)
Sabemos que las guerras y la violencia surgen, no por los deseos de Dios, sino por los pecados y las debilidades de hombres como nosotros, que eligen hacer el mal a pesar de saber lo que es bueno. En lugar de proteger la vida humana, eligen la muerte. Aunque estemos pasando por tiempos difíciles, no perdamos la esperanza: “Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra» (Salmo 121,2).
Este mes, nuestro arzobispo Samuel J. Aquila nos pide que nos unamos a él en sus dos intenciones de oración: “Por los difuntos y la paz en Medio Oriente”. Oremos por nuestros fieles difuntos para que, a través de nuestras oraciones intercesoras, lleguen al ansiado cielo donde descansarán en la eterna paz de Dios. Desde allí podrán interceder por nosotros, para que se establezca la paz y la justicia mundial entre personas de diferentes religiones y culturas. Te pedimos estas cosas por intercesión de Nuestra Señora de la Paz. ¡Amén!