“Pero el ángel les dijo: No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una Buena Noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor” (Lc 2:10-11).
Todos hemos experimentado el miedo, y sabemos que produce muchos sentimientos negativos, menos alegría. También sabemos que la alegría produce todo lo contrario al miedo. Era de noche, y los pastores dormían cuando el ángel del Señor se les apareció. Seguramente, el ángel sabía que lo primero que los pastores sentirían en su presencia sería el miedo. ¿Por qué? Es una buena pregunta: ¿por qué sintieron miedo los pastores? Probablemente nunca habían visto a un ángel en toda su vida, y es natural sentir miedo ante lo desconocido, especialmente si lo desconocido es sobrenatural.
Es por eso por lo que el ángel les dice inmediatamente que no tengan miedo: «Les traigo una buena noticia que será de gran alegría para ustedes y para todo el pueblo». Lo más probable es que estas palabras capturaron la atención de los pastores y de inmediato abrieron sus oídos y corazones para recibir esta buena nueva: «Hoy les ha nacido un Salvador; es el Mesías, el Señor». Al recibir esta noticia, la Escritura dice que inmediatamente una multitud de ángeles entonó por primera vez en la tierra el himno de «Gloria a Dios en las alturas». Los pastores se pusieron en marcha, en un acto de fe. Cuando vieron al Niño, sus corazones se llenaron de inmensa alegría.
El papa san Juan Pablo II presentó el mensaje central de su pontificado durante su Misa de inauguración: «No tangas miedo. Abre de par en par las puertas a Cristo».
En un mundo herido por el miedo y la desconfianza, las palabras «no tengas miedo» siempre serán oportunas. La proclamación de la buena nueva siempre será esencial: ¡Cristo el Señor! Él es la buena nueva y la fuente de alegría en los corazones de los pastores.
Jesucristo es la fuente de una fe alegre y auténtica que nos impulsa a abrir nuestros corazones a él. Una vez que abrimos nuestros corazones, él entra y expulsa nuestros miedos, llenándonos de alegría para salir y encontrarnos con él en esta Navidad. Este es el mensaje central de la Navidad: Dios se ha encarnado en la Virgen María, se ha hecho hombre y ha nacido para salvarnos, encontrarnos, quedarse con nosotros y reinar en cada corazón que lo reciba como Dios y Señor.
Esta es la buena nueva que ha cambiado al mundo, la mejor noticia que el oído humano ha recibido. Por eso, la Navidad es la temporada festiva más celebrada en todo el mundo. No tengamos miedo de proclamar esta buena nueva a aquellos que no la han escuchado, a aquellos que necesitan escucharla, a todos aquellos que sienten miedo porque no han conocido a la fuente de la alegría perfecta.
El arzobispo Samuel J. Aquila invita a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a unirse a él en oración durante el tiempo de Adviento y durante todo el mes de diciembre con esta intención: «Que todos podamos abrir nuestros corazones como los pastores al mensaje de los ángeles en esta temporada navideña y responder con fe alegre a la buena nueva: que Dios nos ha enviado al Salvador para salvarnos.»