67.3 F
Denver
jueves, abril 25, 2024
InicioOpiniónMons. Samuel J. AquilaJulia Greeley: Mujer de virtud

Julia Greeley: Mujer de virtud

Cientos de personas acudieron a la catedral basílica Immaculate Conception hace unos años cuando se transfirieron los restos mortales de Julia Greeley, los cuales fueron exhumados como parte del su proceso de canonización.

Existen pocos registros sobre su vida, pero sus restos confirman aquello que se transmitió oralmente: Julia era una mujer con una notable perseverancia y con una convicción que debe inspirarnos a seguir el camino de la santidad.

Durante la homilía en la ceremonia en la que fueron transferidos sus restos, el obispo auxiliar de Denver monseñor Jorge Rodríguez, dijo que la primera persona en haber sido enterrada en la catedral no fue ni un obispo ni un sacerdote. Fue la sierva de Dios Julia Greeley, una mujer laica, de raza negra, que se ganaba la vida con uno que otro trabajo esporádico y quien se dedicó a servir a los pobres. Los fieles aplaudieron estas palabras.

La gente reconoció que, al honrar a Julia de esta manera, se hacía un eco a las palabras de Jesús en el Sermón de la Montaña. “Bienaventurados los pobres de espíritu”, dijo Cristo “porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5, 3). Ser pobre en espíritu significa reconocer nuestra completa dependencia de Dios en todo, y esto describe perfectamente a Julia. Ella sacaba fuerzas de la comunión diaria y del amor al Sagrado Corazón de Jesús.

Su devoción hacia el Sagrado Corazón la llevó a caminar a cada una de las 20 estaciones de bomberos de Denver cada primer viernes del mes. Sus restos evidencian que ella además sufría de artritis en sus pies, sus manos, su espalda y su cuello. Julia no dejó que su dolor de espalda le impidiera seguir llevando colchones por los callejones a quienes estuvieran en necesidad.

Algunas personas recordaron también que Julia caminaba coja y esto se vio muy claro en sus restos. Un análisis de sus huesos nos muestra que ella no tenía cartílago en su rodilla derecha y mientas ella caminaba, estos iban rozando uno con el otro y se iban desgastando cada vez que ella se agachaba por los callejones de Denver llevando comida, medicinas y ropa a los pobres. Julia fue una mujer que vivió el don de la fortaleza y que dejaba de lado sus propios sufrimientos físicos por el bien de los demás.

En la segunda carta a los corintios, San Pablo nos recuerda que, por nuestro bien, Jesús «siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza» (2 Cor. 8, 9). Julia era pobre materialmente. Aquellos que la conocían decían que ganaba entre 10 y 12 dólares al mes en oficios como la limpieza, la cocina, las labores manuales, lo cual fue confirmado por las características que se encuentran en sus piernas y en sus huesos. Pero ella no permitió que su propia pobreza disminuyera la generosidad hacia los demás, aún en los momentos en los que ella fue víctima de algunos estafadores.

Julia Greeley también tuvo otras dificultades que le podrían haber impedido llevar el Evangelio a los demás.  No podía ver por su ojo derecho, el cual fue cegado cuando era muy joven por los golpes de látigo propiciados por un maestro de esclavos. También era baja en estatura (1.52 metros). Era mujer y afroamericana y esos dos factores la pudieron haber puesto en el lugar más bajo del rango social de principios del siglo XX. Además, no sabía leer ni escribir.

 

 

Pero en lugar de inventar excusas, Julia respondió al llamado de Jesús a proclamar su mensaje de amor, especialmente a través de la promoción de la devoción al Sagrado Corazón. Todo esto lo hizo con sencillez, humildad y sentido del humor. Una mujer que la conoció, Eleanor Pavella Castellan, recordó una anécdota que contó el Padre Pacificus Kennedy en los años setenta.

“Julia era una sencilla y pequeña niña, confiaba mucho en las personas y era siempre una fiel miembro de la Iglesia Católica”, dijo Mrs. Castellan. “Ganaba muy poco, pero siempre compartía lo que tenía con los demás. Tenía un agudo sentido del humor y podría reírse de sí misma cuando se encontraba en una situación embarazosa – como una vez que ella causó conmoción entre los niños cuando llegó a la Iglesia con su falda puesta al revés. Una religiosa le dijo a los niños que se callaran, luego regañó a Julia. “Pero todo lo que Julia dijo fue “lo sé hermana, lo sé”.

En nuestra lucha por la santidad deberíamos dejarnos interpelar por el testimonio de Julia Greeley. Yo aliento a cada uno en esta arquidiócesis a imitar su ejemplo heroico y a pedir por su intercesión en sus necesidades materiales y espirituales. Sierva de Dios Julia Greeley ¡ruega por nosotros!

Para saber más sobre Julia Greeley, visite nuestra página en inglés: www.juliagreeley.org.

 

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
Artículos relacionados

Lo último