Por el diácono Pedro Reyes. Parroquia de San Guillermo, Fort Lupton
En la última edición, hablamos de que todo ser humano tiene una dignidad que le fue otorgada por Dios. Tal dignidad es otorgada a nosotros por Dios incluso desde antes de nuestra concepción. Esto es algo que podemos confirmar desde la misma Biblia.
En el libro del profeta Jeremías, Dios le dice al profeta: “Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía” (Jr 1,5). También le dice que ya lo había “consagrado” desde antes que naciera para ser profeta. Si fuéramos solamente un conjunto de células y no una persona, no tendrían sentido las palabras que Dios le dirige a Jeremías. ¿Cómo puede Dios consagrar un “conjunto de células”? ¡No! Dios consagra a personas para su servicio, por lo tanto, una vez que ocurre la concepción, ¡hay vida!
Otro ejemplo claro en la Biblia que nos confirma que un bebé ya es una persona desde su concepción y estancia en el seno materno se encuentra en el Evangelio de san Lucas (1,40-44). Aquí se narra la visita de la Virgen María a su prima santa Isabel, y se nos dice que, en cuanto oye la voz de María, el niño da saltos en el vientre de Isabel. Si el bebé fuera solo un conjunto de células, ¿cómo podría oír la voz de alguien más? Y no solo eso: ¿cómo podría saltar de alegría? Desde la concepción, y a lo largo de la gestación, el bebé poco a poco empieza a mostrar los mismos signos de vida que cualquiera de nosotros. Lo vemos claramente en san Juan Bautista, ese bebé que saltó de alegría en el vientre de santa Isabel.
Por último, santa Isabel le pregunta a la Virgen María:
“¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?” Lc. 1,43
Esta pregunta nuevamente nos recuerda que existe ya una personita con dignidad plena dentro del seno de su madre. ¿Por qué? ¡Porque Jesús aún no había nacido! Sin embargo, a la Virgen María ya se le reconoce como la madre de Dios.
No nos dejemos engañar por aquellos que dicen que dentro del seno materno solo existe un conjunto de células que no tiene vida, o por aquellos que dicen que un “feto” no es una persona con derechos hasta que no nace. La verdad es que un bebé tiene la misma dignidad que cualquier persona adulta, está igualmente vivo y siente igual que nosotros.