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La ceniza recuerda la fragilidad y esperanza a la que estamos llamados, afirma el papa Francisco

Por Almudena Martínez-Bordiú/ACI Prensa

Debido a su ingreso hospitalario y su delicado estado de salud, el papa Francisco no pudo participar en la Misa de este Miércoles de Ceniza ni tampoco en la tradicional procesión penitencial que se realiza cada año hasta la Basílica Santa Sabina de Roma.

El cardenal Angelo De Donatis, penitenciario mayor, presidió en su lugar la Santa Misa y leyó la homilía del santo padre ante los fieles y miembros de la Curia Romana que participaron en esta celebración del inicio de Cuaresma.

En su homilía, el papa Francisco destacó que las cenizas “reavivan en nosotros la memoria de lo que somos, pero también la esperanza de lo que seremos”. En este sentido, precisó que, aunque nos recuerdan que somos polvo, “nos encaminan hacia la esperanza a la que estamos llamados”.

La fragilidad y pequeñez de nuestra vida

El papa Francisco también subrayó que el camino hacia la Pascua se realiza “entre la memoria de nuestra fragilidad y la esperanza de que, al final del camino, quien nos espera es el Resucitado”.

El gesto de bajar la cabeza para recibir las cenizas es, según el santo padre, una forma de “mirarnos a nosotros mismos”, haciendo memoria “de la fragilidad y de la pequeñez de nuestra vida”.

“Nos lo enseña sobre todo la experiencia de la fragilidad que experimentamos en nuestros  cansancios, en las debilidades que debemos afrontar, en los miedos que nos habitan, en los fracasos que nos queman por dentro, en la caducidad de nuestros sueños, en el constatar qué efímeras son las cosas que poseemos”, indicó.

También puso otros ejemplos que evidencian esta fragilidad, como “la experiencia de la  enfermedad” o la pobreza, así como “la contraposición ideológica, la lógica de la prevaricación, el regreso de viejas ideologías identitarias que teorizan la exclusión del otro, la explotación de los recursos de la tierra, la violencia en todas sus formas y la guerra entre los pueblos”.

Todo ello —añadió el pontífice— “es como ‘polvo tóxico’ que enturbia el aire de nuestro planeta, impidiendo la coexistencia pacífica, mientras crecen en nosotros cada día la  incertidumbre y el miedo al futuro”.

Afirmó en este sentido que la fragilidad nos recuerda el “drama de la muerte”, que en nuestras “sociedades de apariencia intentamos exorcizar de muchas maneras e incluso excluir de nuestros lenguajes”, pero que se impone como una realidad con la que debemos lidiar, “signo de la precariedad y transitoriedad de nuestras vidas”.

“A pesar de las máscaras que nos ponemos y de los artificios a menudo ingeniosamente  creados para distraernos, las cenizas nos recuerdan quiénes somos. Esto nos ayuda. Nos remodela, atenúa la dureza de nuestros narcisismos, nos devuelve a la realidad, nos hace más humildes y  disponibles los unos para los otros: ninguno de nosotros es Dios, todos estamos en camino”, aseveró el santo padre.

Una invitación a reavivar la esperanza

El papa Francisco subrayó que la Cuaresma es también una invitación a reavivar en nosotros la esperanza: “Si recibimos  la ceniza con la cabeza inclinada para volver a la memoria de lo que somos, el tiempo cuaresmal no quiere dejarnos con la cabeza gacha, sino que, al contrario, nos exhorta a levantar la cabeza hacia aquel que resucita de las profundidades de la muerte, arrastrándonos también a nosotros de las cenizas del pecado y de la muerte a la gloria de la vida eterna”.

Según el santo padre, esta esperanza “reaviva las cenizas que somos” y sin ella “estamos condenados a soportar pasivamente la fragilidad de nuestra condición humana y, sobre todo ante la experiencia de la muerte, nos hundimos en la tristeza y la desolación”.

El pontífice invitó a los fieles a caminar hacia la esperanza de la Pascua y a volver a poner a Dios en el centro de sus vidas, “para que el recuerdo de lo que somos —frágiles y mortales como cenizas esparcidas  por el viento— sea iluminado finalmente por la esperanza del Resucitado”.

Exhortó asimismo a practicar durante este tiempo la limosna, el ayuno y la oración, al mismo tiempo que recordó que “sólo el amor de Dios y entre nosotros puede saciarnos de verdad y darnos la esperanza de un futuro mejor”.

“Él borrará para siempre las cenizas de la muerte para hacernos resplandecer con una vida nueva. Con esta esperanza en el corazón, pongámonos en camino. Y dejémonos reconciliar con Dios”, concluyó el santo padre.

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