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miércoles, abril 24, 2024
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La Eucaristía: El centro del universo

Esta semana he estado pensando en del domingo de Corpus Christi – la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo – que celebraremos próximamente. En esta fiesta, que la Iglesia ha celebrado desde el siglo XVIII, veneramos a Jesús en el Santísimo Sacramento y reafirmamos que es el centro de nuestras vidas. Ofrecemos nuestras vidas al padre con Jesús, mientras compartimos su único sacrificio hecho presente en cada Misa.

El Catecismo describe la Eucaristía como “fuente y cumbre” de nuestra fe. Es el mayor regalo que tenemos y el sacramento hacia el que todos los otros sacramentos están orientados. Una vez se le preguntó al arzobispo Fulton Sheen, poco antes de su muerte, sobre su compromiso de adorar el Santísimo Sacramento por una hora cada día y qué le inspiró a mantener esa práctica. Su respuesta es digna de compartir.

En 1990 cuando los nacionalistas subieron al poder en China, llegaron a un pueblo donde arrestaron al párroco y asumieron el control de la iglesia local. Se le ordenó a un grupo de soldados que abrieran el sagrario y pisotearan al Santísimo Sacramento, algo que hicieron prontamente. Mientras tanto, el párroco fue encarcelado en el depósito de carbón de la iglesia, lo que le permitía ver parte del santuario. Perdió la noción del tiempo, pero por días vio a una niña de once años que cuidadosamente entraba al santuario, se inclinaba frente a las hostias que estaban esparcidas en el suelo, recogía reverentemente una de ellas con la lengua y la consumía, y luego rezaba en silencio antes de partir. Un fatídico día, el sacerdote vio a la pequeña comenzar su ritual cuando fue sorprendida por un guardia que entró por la puerta de la iglesia y le disparó. Ella se arrastró hacia enfrente solo para consumir una de las hostias antes de morir.

Aunque el arzobispo Sheen comenzó su práctica de adoración diaria un año antes de ser ordenado sacerdote, fue una niña china de 11 años quien lo inspiró a este compromiso el resto de su vida. Su fe, su reverencia, el respeto y el deseo de recibir la eucaristía, aun arriesgando su vida, lo inspiró a amar más profundamente a Jesús en el Santísimo Sacramento.

Cientos de libros han sido escritos sobre la Eucaristía, pero cuando nos acercamos a la Fiesta del Corpus Christi, quiero enfocarme en cómo el Santísimo Sacramento debe estar en el centro de la vida de cada auténtico discípulo, al igual que lo fue para la niña china y el Arzobispo Sheen.

En el pasado mes de enero, el Papa Francisco preguntó a los fieles reunidos para la Misa diaria en el Vaticano: «¿Está Jesucristo en el centro de mi vida?» Para responder a esta pregunta, el Santo Padre dijo que debemos hacer tres cosas: Conocer a Jesús, adorarlo, y seguirlo. El conocer a Jesús comienza por reconocerlo, lo cual es posible a través de la lectura de las Escrituras, la oración y la receptividad al Espíritu Santo, que nos muestra a Jesús. Conocer a Jesús significa recibir su amor por mí y enamorarse de él. Estamos llamados a desarrollar una verdadera amistad con nuestro Señor y Salvador.

Una manera de adorar a Jesús es recibir la Eucaristía en un estado de gracia. Esto significa confesarse antes de comulgar, en las palabras del Papa Francisco, “Quitar de  nuestros corazones otras cosas que adoramos y que captan nuestro interés”. Cuando estos obstáculos sean removidos, nuestros corazones, mentes y almas podrán hacerse más receptivos a Jesús y conformes a Él. Este encuentro con Cristo se hace más profundo cuando nos preparamos adecuadamente y participamos activamente en las oraciones de la Misa. Uno se debe preparar ayunando una hora antes de la comunión, leyendo las lecturas de la Misa con anticipación, comprometiéndose a la oración personal diaria y dedicando tiempo a la adoración eucarística.

Cuando llegamos a Misa debemos entrar en una conversación silenciosa y reverente con el Señor para prepararnos para un encuentro con Él y ofrecer nuestras vidas al Padre. En lugar de tener una conversación con otros o saludar a los otros asistentes antes de la Misa, debemos saludar quien hemos ido a adorar y prepararnos para aquel a quien amamos. Después de Misa, podemos saludar a nuestros compañeros feligreses, poniendo así a Dios en primer lugar.

Por último, ponemos a Cristo en el centro de nuestras vidas. Esto significa orientar todas nuestras decisiones, el orden de cada día, y nuestra interacción con otros en torno a la voluntad del Padre y buscar su plan para nuestra vida. Esto es ser un discípulo a los pies del Maestro, aprendiendo e imitando sus hábitos, virtudes y deseos.

Mientras nos preparamos para celebrar la fiesta solemne de Corpus Chisti, exhorto a todos los fieles de la arquidiócesis a preguntarse, “¿Esta Jesús en el centro de mi vida?” y a tomar medidas para conocerlo, adorarlo y seguirlo más intensamente. Que nuestro amor por el Señor Eucarístico sea tan fuerte como el amor de aquella niña china, quien hasta este día continúa dando testimonio de la verdadera presencia de Cristo a través de su ejemplo.

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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