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viernes, abril 19, 2024
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Nuevos santos de la vida cotidiana

 

Junto con José de Jesús Sánchez del Río el Papa Francisco canonizará otros seis beatos de cuatro nacionalidades diferentes este 16 de octubre.

Santa Isabel de la Santísima Trinidad (1880 – 1906)

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Foto del libro «Light, love, life: Elizabeth of the Trinity, her life in photos». Cortesía de ICS Publications. www.icspublications.org

Nació en Avor – Francia. Perdió a su padre cuando tenía solo siete años. Tenía una exquisita sensibilidad espiritual, artística y era muy bromista. Tocaba muy bien el piano. Era de carácter sociable y tenía muchos amigos.
“Amaba la música, caminar y disfrutar de la naturaleza y las montañas”, dijo a El Pueblo Católico Patricia Morrison, directora editorial de ICS Publicaciones y experta en la vida de esta santa.
Desde muy joven descubrió su vocación de religiosa contemplativa y quiso ingresar a la orden del Carmelo, pero no pudo hacerlo hasta los 21 años, pues debía cuidar de su madre quien era viuda y estaba muy delicada de salud.
Entendió que la celda religiosa la conservaba en su corazón. Ingresó a la orden en 1901. Sus formadoras dijeron luego que esta espera hizo de ella un alma más madura y preparada para la vida religiosa.
“Cuando te aconsejo la oración, no se trata de imponerse una cantidad de oraciones vocales para rezarlas diariamente. Hablo, más bien, de esa elevación del alma a Dios a través de todas las cosas…”, escribió una vez.
En 1903 le fue detectada la enfermedad de Addison (Deficiencia hormonal debido al daño de la capa externa de la glándula suprarrenal) y falleció a los 26 años: “Me parece que he encontrado mi cielo en la tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí eso todo se iluminó para mí”, escribió en medio de su agonía.

 

Hermano Salomón Leclercq (1745 – 1792)

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Imagen cortesía de Hermanos Lasallistas.

Murió mártir durante la persecución religiosa de la Revolución Francesa. Perteneció a la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (más conocidos como Hermanos de La Salle), un instituto de vida religiosa que se dedica a la educación de niños y jóvenes, especialmente de los más pobres.

El hermano Leclerq se desempeñaba como secretario del superior general de su orden el hermano Agathon. Se caracterizaba por un gran amor a las almas y una abnegación de sí mismo. Fue arrestado el 15 de agosto de 1792 por negarse a prestar juramento a la Constitución civil del clero. Dos semanas después casi la totalidad de prisioneros fueron asesinados por negarse a juramentar dicha constitución que les obligaba a separarse de la Iglesia Católica.  “Suframos con alegría y agradecimiento por las cruces y las aflicciones que nos son enviadas”, escribió a su hermana antes de morir.

El Pueblo Católico habló con el hermano Leonardo Rafael López, coordinador de los hermanos de La Salle en Venezuela, quien definió al hermano Salomón como “Un hombre servidor, atento a las necesidades de su entorno, desarrollando la capacidad de dar respuestas oportunas y acertadas”. Indicó también que la santidad de este mártir nos enseña en el mundo de hoy que los problemas económicos, sociales o políticos de un país “son pasajeros” y que “debemos prepararnos para saber enfrentarlos con claridad, firmeza, y sobre todo invocando día a día las luces del Espíritu Santo para tomar las decisiones más acertadas”.

 

Padre José Gabriel Brochero (1840 – 1914)

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Foto de Administración Nacional de Seguridad ANGES / Flickr

Más conocido como el “cura Brochero” fue un sacerdote diocesano argentino con un gran celo misionero que buscaba que muchas personas se encontraran con Dios por medio de los ejercicios espirituales. Por ello recorría grandes kilómetros a lomo de mula a veces en medio del frío intenso e incluso de fuertes nevadas. En algunos casos, más de 500 personas se unían a estas peregrinaciones para estar de retiro por nueve días.

El cura Brochero fundó una casa de ejercicios espirituales que hoy lleva su nombre. También construyó una casa para las religiosas, un colegio de niñas y una residencia para sacerdotes y varias iglesias. Participó además en la construcción de un ramal ferroviario para sacar a muchas personas de la condición de pobreza y aislamiento donde, decía él, se encontraban “abandonados de todos, pero no por Dios”.

Murió de Lepra contagiado por los fieles que iba a visitar y a brindarles asistencia espiritual. Estaba también en estado de ceguera. “El Cura Brochero nos ha dejado como sacerdote el testimonio de un camino plenamente humano, profundamente religioso y misionero, en el marco de una historia, un estilo y una cultura propia”, dijo arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, en un artículo publicado en la página web de la Arquidiócesis de Córdoba – Argentina.

 

 

Alfonso María Fusco 1839 – 1910

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Imagen cortesía de las Hermanas Bautistas del Nazareno

Fue sacerdote de la diócesis de Salerno, sur de Italia y fundador de la Congregación de las Hermanas Bautistinas del Nazareno.

Se distinguió por su celo, por su dedicación al servicio litúrgico y por la diligencia en administrar los sacramentos, especialmente la confesión, donde mostraba toda su paternidad y comprensión por el penitente.

Se dedicaba a la evangelización del pueblo con una predicación profunda, sencilla e incisiva. Sufrió algunas duras pruebas como las acusaciones falsas que recibió y que llevaron al su obispo a removerlo como superior del instituto y la rebelión y división de algunas de sus hermanas de comunidad. Hechos que aceptó con dolor pero también con espíritu de sumisión y obediencia.

«Hagámonos santos siguiendo a Jesús de cerca… Hijas, si viven en la pobreza, en la castidad y en la obediencia, resplandecerán como estrellas arriba en el cielo», decía a sus hijas religiosas. La congregación fundada por él está presente en 17 países del mundo (entre ellos México) y en cuatro continentes y busca vivir la relación esponsal con Jesús de Nazaret al servicio de los más pequeños y pobres y, a semejanza de Juan Bautista, preparar sus caminos.

 

Ludovico Pavoni 1784 – 1849

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Imagen cortesía de los Hijos de María Inmaculada Pavovianos.

Nació en Brescia, norte de Italia en el seno de una familia de clase noble. De niño tuvo “un espíritu de piedad, sensibilidad hacia los necesitados, atención a los muchachos pobres, inteligencia despierta y aguda, que le lleva a afrontar los problemas con concreción y sentido práctico”, describió a El Pueblo Católico el padre Ricardo Pinilla, actual superior general de la comunidad de los pavovianos.

Fue ordenado sacerdote en 1807 y busca servir especialmente a los niños y jóvenes necesitados. En 1812 abrió un oratorio para ellos donde les daba formación catequética, moral y ciudadana. Luego fundó el Instituto San Bernabé, llamado “colegio de artes y oficios”. En 1847 fundó la Congregación de los Hijos de María Inmaculada – Pavonianos, compuesta por religiosos sacerdotes para la dirección espiritual y la disciplina y por religiosos laicos con el fin de coordinar los talleres y la educación de los muchachos.

El padre Pavoni muere de una bronconeumonía en 1849 luego de caminar 12 kilómetros en plena lluvia torrencial con un grupo de jóvenes desde Brescia hacia Saiano, huyendo de los bombardeos de las “Diez jornadas” contra los austríacos. “A este camino lo hemos llamado siempre, el calvario de Saiano, donde Ludovico Pavoni que ha vivido para sus muchachos, da la vida por ellos”, dice el padre Pinilla. Fue beatificado en 2002 por el Papa Juan Pablo II, que lo definió: “otro Felipe Neri… precursor de San Juan Bosco… perfecto imitador de San José Cottolengo”.

 

Monseñor Manuel González García (1877 – 1940)

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Foto cortesía de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret

Fue obispo de las diócesis de Málaga y luego de Palencia en España. Tenía una gran piedad eucarística y escribió varios libros sobre ello. “La mirada de Jesucristo en esos Sagrarios es una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca. Vino a ser para mí como punto de partida para ver, entender y sentir todo mi ministerio sacerdotal”, escribió en 1902, luego de partir a una misión en Palomares del Río.
En 1905 fue nombrado párroco de la iglesia San Pedro al sector de Huelva donde notó una gran indiferencia religiosa. Por ello dio inicio en 1910 a la “Obra para los Sagrarios-Calvarios”, para dar una respuesta de amor reparador al amor de Cristo en la Eucaristía.

Fue nombrado obispo auxiliar de Málaga en 1916 y cuatro años más tarde, obispo titular. Potenció las escuelas y catequesis y solía predicar por las calles.

La persecución religiosa en España de la década de los 30 no se hizo esperar. En 1931 incendiaron su palacio episcopal, desde 1932 comenzó a regir su diócesis desde Madrid y en 1935 fue nombrado obispo de Palencia.
Su salud física comenzó a empeorar y supo ofrecer estas mortificaciones con docilidad. Murió en 1940 y en su epitafio aparece la siguiente frase: “Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!”.

Fuente www.vatican.va

 

 

 

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