El 16 de enero se celebra en los Estados Unidos el Día de la Libertad Religiosa. El cardenal Timothy Dolan de Nueva York, presidente del Comité para la Libertad Religiosa de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, ha emitido la siguiente declaración:
“Los cristianos católicos se involucran en la vida política de varias maneras y en diferentes niveles. Los católicos laicos votan, abogan y sirven en cargos públicos. Los obispos y el clero buscan principalmente formar las conciencias tanto de los votantes laicos como de los funcionarios.
¿Qué significa este compromiso? ¿Estamos motivados por un deseo de poder, de controlar las palancas del gobierno? ¿Somos un partido político que trabaja para proteger nuestros propios intereses?
Gran parte del pontificado del papa Benedicto XVI, cuyo legado nos viene a la mente especialmente en estas últimas semanas, estuvo dedicado a estas cuestiones. Trató de mostrar cómo la misión de la Iglesia en la vida política consiste en dar testimonio de la verdad, en particular la verdad sobre la naturaleza humana y la dignidad de todas las personas.
Como él mismo dijo: ‘La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso, la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce ahí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión es verdaderamente irrenunciable’.
Priorizar la razón y la verdad en la política es un desafío. Como observa el papa Francisco: ‘Lo que nos ocurre hoy, y nos arrastra en una lógica perversa y vacía, es que hay una asimilación de la ética y de la política a la física. No existen el bien y el mal en sí, sino solamente un cálculo de ventajas y desventajas. El desplazamiento de la razón moral trae como consecuencia que el derecho no puede referirse a una concepción fundamental de justicia, sino que se convierte en el espejo de las ideas dominantes. Entramos aquí en una degradación: ir “nivelando hacia abajo” por medio de un consenso superficial y negociador. Así, en definitiva, la lógica de la fuerza triunfa’.
Hacemos bien en recordar la prioridad de la verdad y el ejercicio correcto de la razón en la vida política cuando celebramos la libertad religiosa. El propósito de la libertad religiosa es permitir que los individuos y las comunidades tengan espacio para buscar la verdad y dar testimonio de la verdad. Cuando abogamos por la libertad religiosa, nunca debemos abandonar esa misión.
Las verdades sobre la naturaleza humana —sobre el matrimonio conyugal, el derecho a la vida, la igualdad dignidad de cada individuo— pueden ser conocidas por la razón sin la ayuda de la fe. Cuando estas verdades son atacadas, la libertad religiosa no es una vía de escape, como si pudiéramos ver cómo se daña el bien común mientras obtengamos exenciones religiosas. De hecho, si abandonamos la prioridad de la verdad, la ley natural, la naturaleza humana y el bien común, entonces abandonamos la libertad misma.
Que, en este Día de la Libertad Religiosa, todos los católicos nos dediquemos al cultivo de la virtud a la que nos llama la libertad, en particular la virtud de la fortaleza, para que con paciencia y valentía demos testimonio de la verdad en nuestra vida pública. De esta manera, promoveremos la verdadera libertad y bendeciremos a nuestro gran país”.