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La respuesta a la impotencia no es demostrar poder, sino presencia

Por el padre José Medina | Catholic News Service

Un profundo grito humano ruge por nuestras ciudades. Una vez más, mujeres y hombres negros temen ser asesinados indiscriminadamente por aquellos encargados de protegerlos y servirlos. Se sienten impotentes.

En un artículo de opinión para Los Angeles Times, Kareem Abdul-Jabbar lo expresó de una mejor manera: “Lo que debes notar cuando ves a los manifestantes negros en la era de Trump y el coronavirus, es que las personas están al límite, no porque quieran bares y salones de belleza abiertos, sino porque quieren vivir. Respirar».

Todos nos sentimos impotentes.

Una forma común de aliviar la impotencia es identificando a un enemigo e idear formas de someterlo. Entrar en una pelea reestablece una sensación de poder. Si no estamos en primera fila, sentimos ese empoderamiento al tuitear o simplemente comentar sobre los males sociales.

Sin embargo, esto no responde adecuadamente al grito del manifestante. La humillación pública que siguió después del video viral de la reacción de Amy Cooper a Christian Cooper, un hombre negro en Central Park, no ayudó a erradicar el racismo.

Martin Luther King Jr. dijo una vez que podríamos asesinar al asesino, pero que no podremos asesinar los asesinatos. Pensar que eliminar a todas las personas racistas violentas derrotará al racismo pasa por alto un hecho incontrovertible: todos deseamos vivir y todos somos violentos, incluso racistas.

Como dijo King: «Hay algo dentro de cada uno de nosotros que nos hace decir con Goethe: ‘Hay suficientes cosas en mí como para ser un caballero y un malvado’”.

Todos deseamos vivir, ser amados y estos deseos no son ajenos al policía que mató a George Floyd. Y todos somos violentos con aquellos que no conocemos e incluso con aquellos que amamos.

Si somos honestos, podemos reconocer en nosotros mismos a la mujer del parque, al policía y al saqueador. Aparece en nuestras publicaciones de Facebook e Instagram. Nos salimos con la nuestra porque nadie lo ha grabado.

Independientemente del estatus social, la raza o la religión, a pesar de lo que hemos hecho o somos capaces de hacer, todos compartimos el grito del manifestante. Queremos vivir, y no sabemos cómo. ¿Qué puede responder a ese grito humano?

En el 2017, Richard Preston, entonces el mago imperial del capítulo del Ku Klux Klan en Maryland, disparó su arma contra un hombre negro durante las protestas en Charlottesville, Virginia. En lugar de condenar y desterrar a Preston, Daryl Davis, un hombre negro, decidió hacerse amigo de él, como lo había hecho con muchos otros miembros del clan.

Un año después, la prometida de Preston invitó a Davis a acompañarla por el pasillo en su boda. Al igual que King, Davis cree que solo el amor tiene el poder redentor para transformar a los hombres y mujeres más «tercos». Sus acciones evocan las palabras de King: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar el odio; solo el amor puede hacerlo”.

Davis se ha tenido enfrentar a mucho escepticismo. Muchos piensan que su posición es inadecuada para abordar los problemas constantes que enfrenta nuestra sociedad.

Durante un intercambio tenso en el documental del Servicio de Transmisión Pública Accidental Courtesy, Kwame Rose, activista de Black Lives Matter, le dijo a Davis: «Deja de perder el tiempo yendo a las casas de personas que no te aman». Sin embargo, la «presencia» de Davis cambia misteriosamente a las personas.

En los últimos días, nos han conmovido las imágenes de policías escuchando ese grito, uniéndose a los manifestantes, leyendo las listas de los asesinados o arrodillados juntos en solidaridad con las víctimas de la violencia y el racismo.

Hemos visto cómo la respuesta a la impotencia no es el poder sino una «presencia» capaz de comunicarse con el supuesto enemigo. En ausencia de una presencia, nuestra impotencia es aterradora.

La contribución constructiva que podemos ofrecernos unos a los otros en este momento dramático es escuchar el grito, no ocultarlo con soluciones rápidas y compartir nuestra experiencia de alguien que responde a nuestra impotencia y despierta nuestra humanidad. Hombres y mujeres conscientes de haber sido redimidos por una presencia sacarán a la luz mejores leyes y más estructuras sociales humanas.

El padre Medina es educador y líder nacional del movimiento eclesial Comunión y Liberación. También es columnista invitado para Catholic News Service.

Traducido del original en inglés.

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