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sábado, abril 20, 2024
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La sangre de San Óscar Romero es “semilla de libertad”

La parroquia Queen of Peace de Aurora, Colorado se llenó de fieles salvadoreños y de otros países de Latinoamérica, quienes con mucha devoción y alegría celebraron la llegada a los altares de su primer santo, monseñor Óscar Arnulfo Romero, canonizado en la mañana del 14 de octubre, en la plaza de San Pedro en el Vaticano por el Papa Francisco.

Llegaron algunos con trajes típicos salvadoreños, otros con banderas. Varios vestían camisetas con el rostro del santo, las cuales se vendían a la entrada de la iglesia y cuyas ganancias fueron destinadas al centro de detención de inmigrantes en Aurora.

El obispo auxiliar de Denver monseñor Jorge Rodríguez celebró esta misa en español, en cuya homilía destacó las palabras del entonces arzobispo de San Salvador: “Si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y señal de que la esperanza será pronto una realidad”. Luego dijo el obispo: “Monseñor Oscar Romero practicó la virtud cristiana en grado máximo: hasta el punto de dar la vida; hasta el martirio”.

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El obispo Rodríguez destacó del arzobispo Romero “su fe en Cristo y su amor por los pobres y su total entrega a la promoción y a la defensa de su dignidad como personas y como hijos e hijas de Dios”. Un pastor que “apostó por los pobres, por los oprimidos, por los perseguidos por la justicia, por aquellos cuya dignidad y derechos eran pisoteados impunemente para ser, como el mismo decía, ‘Voz de los que no tienen voz’”.

Luego, el prelado afirmó que San Óscar Romero nos recuerda que, “el amor al prójimo a veces requiere el compromiso social y político; que incluso llegar a tomar la forma de la denuncia profética, de la defensa de los derechos de los excluidos, y de la acción comprometida”.

San Óscar Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980. Fue conocido por su defensa de los más necesitados en una época de cruda violencia por los conflictos entre grupos guerrilleros y el gobierno salvadoreño, lo que antecedió a la Guerra Civil que estalló entre 1980 y 1992.

Photos de Anya Semenoff El Pueblo Católico

El obispo Rodríguez resaltó del arzobispo Romero “su fe en Cristo y su amor por los pobres y su total entrega a la promoción y a la defensa de su dignidad como personas y como hijos de Dios”. Un pastor que “apostó por los pobres, por los oprimidos, por los perseguidos por la justicia, por aquellos cuya dignidad y derechos eran pisoteados impunemente para ser, como él mismo decía, Voz de los que no tienen voz’”.

Luego, el prelado afirmó que San Óscar Romero nos recuerda que, “el amor al prójimo requiere el compromiso social y político; que incluso llegar a tomar la forma de la denuncia profética, de la defensa de los derechos de los excluidos y de la acción comprometida”.

“Nosotros también vivimos en medio de injusticias, de hermanos nuestros privados de su libertad en los centros de detención por no tener documentos”, recordó el obispo, “de inmigrantes cuyos derechos humanos no son respetados y se ven separados de sus familias; de hermanos nuestros que tienen que salir todos los días con el temor de ser arrestados por la policía inmigratoria, mientras trabajan honradamente por proveer un futuro a sus hijos”. Y puntualizó cómo resulta urgente “ponernos de su lado, denunciar los atropellos contra su dignidad y participar en la lucha política por una reforma inmigratoria comprensiva”.

El obispo Rodríguez recordó cómo la guerra civil de El Salvador dejó un saldo de más de 75.000 civiles muertos y 9.000 desaparecidos. “Muchos de ustedes o de sus familiares llegaron a este país huyendo de la muerte”, señaló. “Sobre tanto sufrimiento, y sobre el presente de ustedes y de sus familiares, hoy en El Salvador, vela un salvadoreño santo: San Óscar Romero, que incluso algunos aquí presente conocieron personalmente”.

La eucaristía finalizó con la canción “De Colores”, que fue la favorita de San Óscar Romero. Después de la misa los fieles se congregaron en el salón de la parroquia para celebrar la canonización de su arzobispo mártir con danzas y con comida típica.

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Uno de los asistentes fue el diácono Edgar Valle, de la parroquia Presentation of Our Lord de Denver, salvadoreño, quien conoció personalmente a San Óscar Romero. “Él transformó mi vida, es un padre espiritual para mí. Todas sus homilías las he leído detenidamente. Me han servido como diácono para una mayor predicación”, dijo emocionado. “Tenemos un amigo cercano. Para mí sigue siendo mi pastor, mi guía espiritual”. Su esposa Esperanza Valle dice: “Vi la transformación de mi marido y de muchos matrimonios por la palabra de monseñor Romero y por sus mensajes”.

Así los salvadoreños vieron cumplidas las palabras proféticas de San Óscar Romero antes de ser asesinado: “Como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.

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