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martes, abril 16, 2024
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La verdad sobre la teología del cuerpo

El Centro San Juan Diego está ofreciendo un curso en español denominado Teología del Amor Humano, a cargo del Padre Ángel Pérez, doctor en filosofía, licenciado en teología moral, y estudioso de la obra de San Juan Pablo II. En entrevista con El Pueblo Católico, el padre Pérez nos explica las verdades de esta valiosa catequesis y nos advierte sobre las distorsiones que pueden existir.

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Padre Ángel Pérez

¿Qué es la teología del cuerpo?

Se trata de un compendio de catequesis que San Juan Pablo II dio durante el principio de su pontificado para acompañar al Sínodo de la Familia en aquel entonces. La obra fue escrita antes de ser elegido papa pero nunca fue publicada. Por un lado, es una obra de Karol Wojtyla; por otro, también es una obra de Juan Pablo II que pertenece al Magisterio de la Iglesia. La obra ofrece una visión integral y adecuada de la persona humana desde el punto de vista teológico, que ayuda a comprender la teología del matrimonio, el aspecto de las relaciones conyugales y la enseñanza de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI. El título que le quiso dar fue “Hombre y mujer los creó”, que está extraído del Génesis.

¿De qué manera esta teología aporta una correcta antropología cristiana?

Es una obra fantástica, preciosa, profundísima. Ofrece una visión integral de la persona humana que está fundamentada en la filosofía de Karol Wojtyla, en la Escritura, y en la teología tradicional, especialmente la teología de Santo Tomás de Aquino. Esta obra no pretende ser una renovación de toda la teología. Pretende, más bien, ofrecer un fundamento concreto para la enseñanza de la Humanae Vitae.

¿Cuáles son las principales desviaciones en la interpretación de la teología del cuerpo?

En mis estudios he visto dos tendencias erróneas: La primera es muy antigua, pertenece a aquellos que ya estaban en desacuerdo con la Humane Vitae Dicen que Juan Pablo II en esta obra ha traicionado el “espíritu” del Concilio Vaticano II y el personalismo de la Gaudium et Spes. La segunda desviación pertenece a algunos que están a favor de Juan Pablo II, pero que hacen una interpretación sui generis de sus enseñanzas. Su principal error consiste en no alcanzar a ver del todo la continuidad de la teología de San Juan Pablo II con la tradición, con el magisterio anterior y con la teología clásica en la que él fue formado. Por tanto, se acercan al texto intentando leer cosas que no están ahí y no alcanzan a comprender lo que quiso decir Juan Pablo II. Esto ha llevado a algunos intérpretes a una cierta sexualización de la teología en general y de la antropología teológica en particular

¿De qué manera puede ayudar esta teología del amor humano a los matrimonios?

Puede verse no sólo como una herramienta para la preparación matrimonial, sino también como una herramienta para la formación permanente de los matrimonios tras la celebración del sacramento. En efecto, después de casados queda un largo camino por recorrer y por formarse. Por ejemplo, tras la celebración del matrimonio podría ahondarse en el así llamado “lenguaje del cuerpo”. La teología de Juan Pablo II habla de la necesidad de conformar las acciones de los esposos al lenguaje del cuerpo que se leyó el día de la boda, en las promesas. Estas promesas se convierten en el criterio de verdad de las demás acciones del matrimonio. Sería muy bueno si los esposos imprimen sus promesas matrimoniales y las miran todos los días y se preguntan si hoy vivo una vida verdadera como matrimonio, si cumplo estas promesas hoy.

¿Cómo podría resumir lo que Juan Pablo II dice sobre la vivencia de la castidad, tanto en el matrimonio como en la vida consagrada?

Uno vive la castidad como célibe o como casado. En ambos casos se trata de un orden virtuoso de la sexualidad en vistas al verdadero amor interpersonal. En el caso del célibe, precisamente porque ama a Dios, se abstiene de tener relaciones sexuales. En este sentido, la vida consagrada es una gran lección experiencial para todo matrimonio, ya que la castidad matrimonial implica también abstinencia, aunque suele tratarse de abstinencia periódica.  Ningún casado tiene todas las relaciones sexuales que le apetecen, especialmente si busca hacer la voluntad de Dios. Alguna vez hay que abstenerse. Los consagrados demuestran que abstenerse puede ser un signo de amor. La castidad en el matrimonio hay que verla en el horizonte de la procreación, es decir, la colaboración con el Creador en la transmisión y la educación de la vida humana.

A propósito, ¿Cuántos hijos hay que tener?

El magisterio dice que hay que estar abierto a la vida de manera generosa, y dispuestos al sacrificio. Sin embargo, el número de hijos que hay que tener es una decisión que debe tomar la misma pareja, en conciencia delante de Dios, lo cual no quiere decir que no puedan pedir consejo o formación. Pero la decisión va en la línea de que la procreación humana se distingue de la reproducción animal, porque nosotros podemos colaborar libremente con el creador en la transmisión de la vida. Los animales no pueden colaborar libremente ni pueden discernir cual es la voluntad de Dios. Y los criterios a tomar en cuenta deben ser: el bien común de la familia, del matrimonio, de la Iglesia y de la sociedad. Por eso, la mayoría de las veces hay que hacer esto con generosidad y sacrificio, porque generalmente los hijos crecen mejor cuando tienen más hermanos; la Iglesia se beneficia con más habitantes para el cielo; y también la sociedad, que necesita más cristianos. Pero no hay que tener todos los hijos que uno puede, sino todos los hijos que Dios quiere, que no es lo mismo.

 

 

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