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viernes, marzo 29, 2024
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María, Madre de la Iglesia. Una nueva celebración

Padre John Nepil

Este 21 de mayo la Iglesia celebrará por primera vez una nueva fiesta mariana: María madre de la Iglesia, la cual se festejará siempre el lunes después de la solemnidad de Pentecostés. ¿Cuál es el origen de esta fiesta? ¿Qué sentido tiene esta celebración?

No se puede entender a María sin la Iglesia, ni a la Iglesia sin María. Ellas existen en una relación muy íntima y mutua. Pero, ¿qué pasa cuando las separamos? Pasa que a María se le puede elevar en exceso, puede perder humanidad y aparecer casi como la cuarta persona de la trinidad. La Iglesia, en cambio, puede quedar reducida, perdiendo así su fundación divina y apareciendo como una institución dirigida solo por hombres.

Esto dista mucho de una visión del cristianismo primitivo, donde María y la Iglesia se veían juntas como una sola realidad: la Nueva Eva. Jesucristo, el Nuevo Adán y el verdadero padre espiritual de la humanidad quien de manera oportuna eligió ser el ayudante de la Nueva Eva y de la verdadera madre espiritual de la humanidad. Esta Nueva Eva tiene dos formas: La personal, de María y la colectiva, de la Iglesia. Pero María la precede, cuando la Iglesia se encontraba en forma de semilla, antes de Pentecostés. Ella recibió una gracia singular por su Inmaculada Concepción con el fin de tomar un único papel como Madre de Dios. Ella está al pie de la cruz, como la Iglesia pero también más que la Iglesia. Ella participa de manera personal en la redención de su hijo y en la fundación de la Iglesia. En Pentecostés, la mediación maternal de María se convierte en el corazón de la Iglesia, impregnando con un personaje mariano que abarca todo. María es la madre de la Iglesia y en ella la Iglesia es madre. Por ello podemos maravillosamente decir que, a través de la maternidad divina de María, la Iglesia da a luz a Cristo, sacramentalmente en la Eucaristía y espiritualmente en las almas.

El hombre moderno ha perdido esta hermosa visión de María y la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II (1962 – 1965). Allí se restauró la antigua relación, pero luego de ello vino un trágico cambio. Luego del Concilio, María fue disuelta dentro de la Iglesia y la mariología entró en una especie de invierno post conciliar. El sentimiento católico moderno hacia María cambió: ahora nos «libramos» de la vergüenza de nuestra extraña fijación medieval. Ahora ella finalmente fue «uno de nosotros» – se puede identificar, es auténtica, verdaderamente en la Iglesia. Pero el Papa Pablo VI, con una intuición profética, vio a través de su ilusión teológica y contrarrestó esta visión al declarar que «la Santísima Virgen María es la Madre de la Iglesia». Si María es la madre de Cristo y la Iglesia es el cuerpo de Cristo, entonces María es la madre de la Iglesia. Él supo, como lo hicieron sus sucesores, que la defensa de la dignidad de María está íntimamente ligada a la preservación de la integridad de la fe.

Así el Papa Francisco declaró un nuevo memorial litúrgico. Con esto la Iglesia no solo está alentando la piedad mariana, sino que nos invita a ver más profundamente el carácter mariano de la maternidad de la Iglesia.

“El cumpleaños de la cabeza es el cumpleaños del cuerpo”, dijo hace 15 siglos el Papa San León Magno.  Y el nacimiento siempre requiere de una madre. Haremos bien en abandonar el minimalismo mariano, y pasar a la novedad de esta fiesta, celebrando con alegría y amor filial a María, Madre de la Iglesia.

 Traducido y adaptado al español por Carmen Elena Villa

 

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