Durante la ordenación diaconal que se realizó el pasado 10 de febrero en la catedral basílica Immaculate Conception de Denver, el arzobispo Samuel Aquila le dijo a los cuatro candidatos que no se sintieran demasiado jóvenes para atender al llamado de Dios.
Los nuevos diáconos son Julio Cesar Amezcua, Witold Kaczmarazyk, Adam Baradshaw y Mateusz Ratajczak.
El prelado se refirió a la primera lectura, tomada del libro del profeta Jeremías cuando el Señor le dijo: «Antes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; antes que salieras del seno te consagré; como profeta de las gentes te constituí», a lo que Jeremías le respondió: «»¡Ah, Señor Dios, mira que yo no sé hablar; soy joven!”.
“Nunca tengan miedo de hablar de Dios, nunca tengan miedo de hablar de la verdad, siempre con caridad y amor”, les exhortó el Arzobispo.
“Ustedes, mis amados hijos, como diáconos ordenados les será confiada la proclamación de la Palabra de Dios, del Evangelio, la prédica y la enseñanza”, les señaló más adelante.
Después les dijo que en esta etapa del diaconado: “sea que estén presidiendo una boda, bautizando o celebrando alguno de los ritos de la Iglesia ustedes están llamados a proclamar constantemente a Jesucristo, a proclamar su palabra y no la de ustedes”.
Con respecto al Evangelio, tomado de San Juan en el que Jesús les dijo: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto», el Arzobispo señaló que esta muerte significa que Él (Jesús) “cumplirá también sus promesas y nos dará la alegría del Evangelio aún en el sufrimiento para que podamos experimentar que esta alegría está siempre ahí y que nadie nos la puede quitar”.
Luego, monseñor Samuel Aquila les recordó la promesa de celibato que harían minutos después: “donándose ustedes completamente, primero a la Trinidad, al Padre, a Jesús y al Espíritu Santo, buscándolo y siguiéndolo en los pasos de Jesús y en los pasos de los apóstoles que dejaron todo, incluso su matrimonio para seguir a Jesús”.
Y les advirtió: “El celibato no es fácil como el matrimonio no es fácil. Pregúntele a las parejas de casados y ellos les dirán”. Y continuó diciéndoles que este consejo evangélico es un don de la Iglesia, y que siendo fieles a este podrían tener un corazón indiviso y libre para el servicio pastoral. Les indicó así que para sostener esta promesa, “Jesús siempre viene primero” y les aconsejó: “oren por la gracia de la castidad, no dependan de ustedes mismos sino que dependan del Señor y el su espíritu. Confíen en que Él les dará la gracia. Es la la Eucaristía la que nos sostiene”.
Al final de la misa el Arzobispo agradeció a todos los participantes que fueron testigos de esta ordenación. A los padres que les dieron la vida y el don de la fe católica a los nuevos diáconos, a los rectores del seminario por su trabajo en la formación y también a ellos cuatro por decir sí al Señor y a su llamado y por abrir sus corazones al Señor como signo del poder del amor a Jesucristo.
Los cuatro nuevos diáconos caminan así hacia su ordenación sacerdotal. Durante su tiempo de diaconado su función consiste en asistir al arzobispo y al Obispo auxiliar de Denver así como a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios como son la Eucaristía y la distribución de la misma. También pueden administrar el sacramento del bautismo, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad.