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jueves, marzo 28, 2024
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¿Para qué existe la Iglesia?

“Vayan y hagan discípulos de todas las naciones… y enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado”. MT 28,19-20

“Si haces eso, Dios se va a enojar contigo”. ¿Cuántas veces nos dijeron esto de niños? Es bastante común en nuestra cultura ver a Dios como un Dios castigador que lo único que hace es decir “no hagas esto” o “no hagas aquello”. Esta también es la manera en que el mundo ve a la Iglesia: como una institución opresora que solo quiere controlar a sus miembros, que les prohíbe vivir bien y disfrutar la vida.

Pero si nos tomamos el tiempo para comprender bien quién es Jesús, por qué vino y por qué quiso establecer una Iglesia, comprenderemos cuál es nuestra propia misión y lo bella y grandiosa que es. También lograremos comprender por qué la Iglesia enseña lo que enseña, pues todas sus enseñanzas están arraigadas en Cristo mismo y tienen el propósito de guiarnos hacia una vida plena.

¿Para qué vino Jesús al mundo?

Él mismo dice en el Evangelio de san Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). También les dice a sus discípulos: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Cristo vino al mundo para darnos vida, para librarnos de la esclavitud que nos oprimía desde que Adán y Eva cayeron en la tentación de Satanás en el jardín del Edén. Vino a salvarte a ti y a mí y a darnos vida en abundancia.

¿Cómo llevó a cabo su objetivo?

Jesús, el Mesías, cumplió su misión de una forma inesperada para los judíos y para el mismo Satanás. El plan secreto de Dios para rescatarnos comenzó desde la caída de Adán y Eva. Le dijo a la serpiente: “Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón” (Gen 3,15). Esta promesa de Dios se cumple en María y Jesús. Desde la antigüedad, a María se la conoce como la “Nueva Eva”, pues sería su linaje (Jesús) quien pisaría la cabeza de Satanás. En cambio, Satanás mordería el talón del linaje, una alusión a la pasión de Cristo, al sufrimiento que tendría que padecer para redimir al ser humano del poder de la serpiente.

¿Quiso Jesús formar una Iglesia?

Jesús mismo quiso que nosotros formáramos parte de su plan salvífico. Él no quiso aparecerse a cada ser humano después de su resurrección, sino que quiso darse a conocer a través de relaciones personales. Por eso dijo a sus apóstoles: “Vayan y hagan discípulos de todas las naciones… y enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado” (Mt 28,19-20). Pero no solo mandó a un grupo de seguidores a proclamar su mensaje, sino que decidió instituirlos como Iglesia y les dio la autoridad para guiarla. Él mismo designó a Pedro como líder de esta:

“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra construiré mi Iglesia”. MT 16,18

“Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca… tú tendrás que fortalecer a tus hermanos”. LC 22,32

¿Cuál es la misión de la Iglesia?

En pocas palabras, la misión de la Iglesia es la misión de Jesús, aquella que dio a sus apóstoles: que los hombres conozcan a Cristo, sean rescatados y tengan vida en abundancia. Cristo instituyó a su Iglesia para que fuera imagen suya en todo el mundo, siglo tras siglo, para que todos los hombres conocieran su plan y fueran salvados del poder del pecado y la muerte.

“He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. JN 10,10

¿Qué si Cristo no hubiera fundado una Iglesia?

Cristo también fundó la Iglesia para que fuera, como la llama san Pablo, “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15). Decir que Cristo no quería establecer una Iglesia sería decir que no le importaba que las personas lo interpretaran a su manera, según sus propias preferencias e ideas. Él sabía que era necesario dejar a personas a cargo y darles autoridad para hacerlo, bajo la guía del Espíritu Santo. Por eso les prometió que el Espíritu Santo los guiaría “hasta la verdad completa” (Jn 16,13) y les dio la autoridad para perdonar pecados y atar y desatar en la tierra y el Cielo (Mt 18,18).

Los apóstoles a su vez consagraron a obispos y presbíteros (sacerdotes) como líderes en diversas comunidades para que el plan de salvación de Cristo siguiera en marcha, aún después de que ellos murieran. Estos habían sido capacitados para defender las enseñanzas de Cristo de cualquier error, tal como san Pablo reprendía los errores de ciertos predicadores que se decían llamar los “superapóstoles” (2 Cor 11,3-5).

Al estudiar la historia de la Iglesia católica a través de los siglos, uno se da cuenta de que la Iglesia sigue salvaguardando el mensaje que Cristo le encomendó hace 2000 años y está llamada a ser esa “ciudad situada en la cima del monte” que anuncia siempre que Cristo es el salvador de la humanidad y el deseo más profundo del ser humano (Mt 5,14).

¿Qué tengo que ver yo con la misión de la Iglesia?

Nosotros formamos parte del cuerpo de Cristo, de la Iglesia. A nosotros se nos ha encomendado la misión de los discípulos, según nuestra vocación. Como veremos más adelante, las personas solo podrán encontrar a Cristo si nosotros les hablamos de él y si somos testigos de la vida en abundancia que solo Cristo puede brindar.

 

Este artículo se publicó en la edición de la revista de El Pueblo Católico titulada «¿Cuál es tu misión?». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.

Vladimir Mauricio-Pérez
Vladimir Mauricio-Pérez
Vladimir Mauricio-Pérez es el editor de El Pueblo Católico y el gerente de comunicaciones y medios de habla hispana de la arquidiócesis de Denver.
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