En el 2014, el sociólogo Christian Smith publicó un estudio después de años de investigación en el que detalla las prácticas efectivas para transmitir la fe católica a los hijos. Presentó tres observaciones que, unidas, parecían ofrecer una solución. Descubrió que era más probable que los jóvenes católicos siguieran siendo practicantes durante su vida adulta si habían sido criados de la siguiente manera:
- Si tenían una relación cercana con padres muy practicantes y otros adultos y amigos practicantes.
- Si vivían en un ambiente que les ayudaba a interiorizar la fe de manera que se convirtiera en algo importante y personal para ellos.
- Si practicaban la fe de manera concreta, sobre todo a través de la lectura de la Biblia y la participación en grupos parroquiales.
Esto nos ayuda a ver que una familia no puede vivir aislada, sino que tiene que integrarse a una comunidad. Por eso Smith insiste en que la mejor manera de educar a los hijos de esta manera consiste en formar una comunidad compuesta por la familia, la parroquia y la escuela católica.
Desafíos de la educación secular
Los padres de familia católicos enfrentan muchos retos a la hora de construir un ambiente ideal como el que describe Smith. Entre ellos está el hecho de que la educación pública o secular a menudo enseña valores contrarios a los suyos. Así los hijos con frecuencia aprenden que lo mejor es desligar la fe de todas las demás materias y áreas de la vida. Por supuesto, esto no siempre sucede cuando los padres hacen mucho en el hogar por transmitir la fe, pero, aun así, se ven obligados a competir con la escuela de sus hijos, cuando esta debería apoyarlos.
Cómo las escuelas católicas apoyan la misión de los padres
La misión de una escuela católica consiste en apoyar a los padres de familia católicos, que son los primeros educadores de sus hijos. Y aunque una gran preparación académica forma parte de esta misión, el objetivo principal es que se conviertan en verdaderos discípulos de Cristo. Las escuelas católicas apoyan la misión de los padres de la siguiente manera.
Son lugares de encuentro con Cristo. Las escuelas católicas no pueden evitar la existencia de influencias contrarias a la fe en la sociedad, pero, aun así, son lugares donde se puede encontrar a Cristo. Por ello, son espacios de sanación, transformación y esperanza.
Enseñan una visión católica del mundo. La educación pública y secular enseña que las ciencias y todas las otras materias no tienen nada que ver con la fe, y, en ocasiones, que no son compatibles con ella. Pero las escuelas católicas enseñan otra visión: que todo se centra en Dios. Es él quien creó al ser humano, el mundo e incluso los planetas más lejanos. Nuestra fe no se opone a esta realidad, sino que le da sentido.
Fomentan la virtud. Además de desarrollar una visión católica, los estudiantes aprenden a vivir de acuerdo con esa visión. Las escuelas católicas les ayudan a desarrollar hábitos que les permitirán tomar decisiones que los lleven a ser verdaderos discípulos.
Son lugares de comunidad. Las escuelas católicas no son lugares aislados, sino que involucran a los padres y a la parroquia. Dependen del sustento espiritual y sacramental de la parroquia y del esfuerzo de los padres en el hogar. No son guarderías o lugares que hacen el trabajo que les corresponde a los padres, sino que les ayudan a cumplir con su misión.
Como hemos dicho, aunque una escuela no pueda resolver todos los problemas de la sociedad o de la familia, sí ayuda a los alumnos a desarrollar una amistad con Jesús, quien tiene el poder para transformarlo todo.
*Basado en el artículo del Dr. Jared Staudt, “The apostolic mission of Catholic schools”.
Este artículo se publicó en la edición de la revista de El Pueblo Católico titulada «¿Cuál es tu misión?». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.
