Por Henry Vargas Holguín | Aleteia
Antes que todo, ¿qué pasó el primer Sábado Santo?
Aquel sábado los discípulos de Jesús lloraron su muerte. El evangelista san Lucas dice que las mujeres volvieron a casa “y regresando prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según la ley” (Lc23, 56).
Y Junto al sepulcro, la guarida romana que habían colocado allí vigilaba el lugar para asegurarse de que nadie robara el cuerpo de Jesús.
¿Qué pasa el Sábado Santo de hoy?
Durante el Sábado Santo, entre la muerte de Jesús el viernes y su resurrección el domingo, los cristianos pretendemos tener los mismos sentimientos y las mismas actitudes de sus discípulos y de su madre María.
En consecuencia, la Iglesia se acerca con los ojos de la fe al sepulcro del Señor, meditando en su pasión y su muerte; más concretamente pensando en el significado trascendental de su muerte: la obra de la redención.
El Sábado Santo es un día que tiene unas características peculiares: hoy la Iglesia se abstiene de celebrar la Eucaristía, y la sagrada comunión solo se da como viático; no se concede administrar ningún sacramento, a excepción de la unción de los enfermos y del sacramento de la confesión; callan las campanas y los instrumentos musicales; la cruz sin el Cristo sigue entronizada desde el día anterior (ojalá iluminada y adornada con un paño morado); el altar estará despojado; el sagrario quedará abierto y vacío; y las luces de la iglesia apagadas. Junto a la cruz, en un lugar apropiado dentro del mismo presbiterio, se puede exponer a la veneración de los fieles una imagen del Señor en un sepulcro, así como también la imagen de la Dolorosa.
Conviene no desfigurar el Sábado Santo con celebraciones inapropiadas (por ejemplo, horas santas). Todo lo que se haga en este día tiene que ser sobrio.
En este día no hay propiamente un culto litúrgico oficial, es un día de meditación y de silencio, se reza en silencio para profundizar y contemplar.
Este es el único día del año en que la Iglesia hace silencio y en silencio espera celebrar, de una manera más consciente, la resurrección del Señor; espera que se manifiesta en un recogimiento interior profundo. Al menos la mañana del sábado se tendría que mantener un ambiente donde haya ausencia de ruido y de dispersión.
Pero que sea el Sábado Santo un día de silencio y vacío, litúrgicamente hablando, no quiere decir que sea un día sin sentido o nulo. En consecuencia, no es un día en el que alguien pueda decir: “Hoy no hay nada qué hacer” o “aquí no pasa nada”.
El Sábado Santo, como se ha dicho antes, es un día alitúrgico y oficialmente lo único que hace la Iglesia se centra en la Liturgia de las Horas. En este día es recomendable que los párrocos, allá donde sea posible, recen en la mañana con la comunidad las laudes incluyendo el Oficio de lectura. Cuando esto no se puede hacer, podría hacerse alguna celebración de la Palabra o un ejercicio de piedad que ‘ilumine’ este día.
En la tarde se puede incluir un acto de oración de carácter mariano (normalmente el sábado es un día mariano) interiorizando el dolor de María cuando veló junto a la cruz de su Hijo. Se pude hacer, por ejemplo, el rezo del “Stabat Mater”, el rezo de los misterios dolorosos del santo rosario o lecturas, oraciones, cantos relacionados. En algunas partes se podrá participar de la procesión de la soledad.
Y la noche del Sábado Santo se fusiona, litúrgicamente hablando, con el domingo de resurrección mediante la solemne Vigilia Pascual; celebración solemnísima del triunfo de Dios y de la vida sobre el pecado y la muerte, tal y como lo anunció Jesús a sus apóstoles antes de entrar a Jerusalén.
Finalmente, aquí cabe anotar que hasta la reforma litúrgica querida por el papa Pío XII a mediados del Siglo XX, el Sábado Santo se llamaba Sábado de Gloria, pues la celebración de la Resurrección (la Vigilia Pascual) tenía lugar ya en la mañana del sábado.