Los Reyes Magos son quizá unas de las figuras más misteriosas del Nuevo Testamento. ¿Quiénes eran estos “magos que venían del Oriente” y que llegaron a Belén para adorar al “rey de los judíos” (Mt 2,1-2)?
El papa Benedicto XVI nos ayuda a contestar esta pregunta. Primero dice que la palabra “mago” tenía diferentes significados. Primero, podía referirse a los sacerdotes persas, cuyas creencias estaban basadas en la filosofía y quienes se consideran los maestros de los filósofos griegos. Asimismo, la palabra podía referirse a personas con poderes o conocimiento sobrenaturales o a impostores y seductores.
El Nuevo Testamento nos presenta estos dos tipos de “magos”. Encontramos en Hechos de los Apóstoles al mago Bar Jesús, “un falso profeta judío” que Pablo deja ciego por su perversidad (He 13,10). Pero encontramos también a estos magos del Oriente que reconocen a Jesús y viajan hasta Belén para adorarlo.
Esta realidad nos muestra algo importante sobre la religión en general, explica el papa: “[La religión] puede convertirse en el camino al verdadero conocimiento, el camino que llega a Jesucristo. Pero cuando, en su presencia, no logra abrirse a él y al contrario se opone a él, entonces se convierte en algo demoniaco y destructivo”.
Se han hecho otros intentos por descifrar con más exactitud quiénes eran estos personajes. Se ha planteado que eran astrónomos, y es evidente que hasta cierto punto tenían que serlo. Mas eso en sí no explica la convicción tan grande que los llevó a emprender un viaje de aquella magnitud para encontrar al rey de los judíos, o la inmensa alegría que sintieron al encontrarlo. Más que astrónomos, tenían que ser personas que buscaban profundamente la verdad, que vivían para ella. Son una imagen de aquellas personas que nunca se cansan de buscar la verdad hasta que la encuentran en Cristo.
¿ERAN REYES?
Tampoco se sabe con exactitud si estos magos eran reyes. La imagen de los reyes con camellos surgió cuando la Iglesia leyó este pasaje a la luz de dos profecías del Antiguo Testamento. La primera proviene del Salmo 72: “Los reyes de Tarsis y las islas traerán tributo… todos los reyes se postrarán ante él” (Sal 72,10). Otra profecía similar proviene de Isaías 60 y dice que reyes extranjeros se pondrán a su servicio. Tiempo después, otra tradición desarrolló el aspecto de universalidad de estas profecías y consideró que cada uno de ellos pertenecía a una raza distinta.
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