32.1 F
Denver
viernes, abril 19, 2024
InicioSin categorizarSacerdote, ¡no cuelgues tu sotana!

Sacerdote, ¡no cuelgues tu sotana!

La semana pasada conocimos la noticia de que el conocido padre colombiano Alberto Linero se cansó (que en jerga colombiana quiere decir se cansó) de ser sacerdote e hizo pública su decisión. El hecho ha despertado todo tipo de reacciones en pro y en contra de esta noticia pues él ha sido durante años un referente espiritual para muchas personas que lo escuchan y leen con admiración.

Quienes han ido a una ordenación sacerdotal saben que una vez el candidato recibe este sacramento, se le canta o aclama el versículo “Tú eres sacerdote para siempre” (Hebreos 7, 17) Y el “para siempre”, no es una expresión romántica o una palabrita en sentido figurado. Es una promesa que el sacerdote debe sostener todos los días de su vida. Por ello la formación en el seminario es larga, rigurosa y abarca muchas etapas. Porque el orden sacerdotal es un sacramento que imprime carácter, es decir, una vez recibido, permanece para siempre en la persona, sin posibilidad de ser removido o anulado. Quien pide una dispensa de su sacerdocio, seguirá siendo sacerdote, aunque ya no ejerza su ministerio. Por eso en la película “Silencio”, que trata sobre unos sacerdotes jesuitas que apostatan por miedo a ser asesinados, se ve cómo uno de ellos, luego de haber dejado el sacerdocio, administra el sacramento de la confesión a un fiel que se lo pide en un caso de desesperación.

Es cierto que con el pasar de los años muchas personas que optan por la vida consagrada pasan por momentos fuertes de tentación, de soledad y de oscuridad interior. Son momentos de mucho dolor. Es como escalar una montaña y encontrarse con el tramo más empinado y difícil. Algunos prefieren quedarse a mitad de camino porque quieren evitar pasar por ahí, porque piensan que el resto de su vida van a tener que caminar cuesta arriba. Otros en cambio, lo ven como un desafío y se llenan de fuerza para seguir adelante y llegar victoriosamente a la cima.

Si hablas con un sacerdote anciano que perseveró en su vocación, quizás te cuente de los “tramos empinados” que encontró en su camino. Quizás te comparta cómo en esos momentos se aferró más fuertemente a Jesús (a quien le entregó su vida) para que llenara su corazón y quizás te confiese que en este momento descubrió que, como dice el mismo Alberto Linero “el man (Jesús) está vivo”. A lo mejor ese sacerdote anciano es un santo (aunque no necesariamente vaya a ser canonizado).

No quiero juzgar lo que ocurrió en el interior del padre Linero. Es cierto que es mejor que deje el sacerdocio a que lleve una doble vida. Pero tampoco felicito ni aplaudo su decisión y, más bien, me compadezco de aquellas personas que lo seguían y que hoy están decepcionadas con la noticia pues los sacerdotes sirven como faro y guía de muchas almas hacia el encuentro con Jesús.

La Iglesia se encuentra sumida en una gran tormenta por los pecados escandalosos de algunos de sus miembros. Por las tremendas divisiones entre muchos de sus altos clérigos.  Es una ocasión para que muchos hombres que tuvieron la valentía de emprender este camino tengan la tentación de desistir. Pero la perseverancia en momentos de prueba puede hacer que su vocación brille de manera más bella. Oremos intensamente para que los sacerdotes “no cuelguen su sotana”. La soledad se llena con Cristo, la confusión se aclara con la luz de Cristo y el testimonio del amor de Dios en medio de las dificultades será el que acerque a otras almas a Cristo.

Artículos relacionados

Lo último