Por el padre Ángel Pérez-López
En el Evangelio de Juan, Jesús usa algunas analogías fuertes para explicar nuestra relación con él. Somos los sarmientos. Él es la vid. En este contexto, dice: “Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros podréis si no permanecéis en mí” (Jn. 15, 4).
Separados de Cristo, no podemos hacer nada. En comunión con él, podemos hacer todas las cosas, con su fuerza (Fil. 4:13). Pero ¿qué significa permanecer en Cristo?
Permanecer en el Señor es permanecer y crecer en una íntima relación de amistad con él: “No os llamo ya siervos, porque el siervo nunca sabe lo que suele hacer su amo: a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn. 15,15).
Una relación transformadora
Esta relación habitual e íntima de amor mutuo y recíproco entre amigos se basa en una comunión de bienes. En él, el amigo se convierte en “otro yo”. Si somos amigos de Cristo, habrá una profunda transformación en nosotros.
Nos convertiremos, por así decirlo, en otros “cristos”; es decir, en cristianos. Veremos el mundo como él lo ve. Compartiremos sus secretos. Haremos lo que él quiere. Nos sentiremos como él se siente.
No hay nada más importante en la vida que permanecer y crecer en esta relación (1Cor 13, 1-3). Nuestra fe tiene una palabra para describirla: caridad. Desafortunadamente, esta palabra ha sido apropiada por nuestra cultura y ha llegado a significar poco más que pura filantropía, ayudar a otros por razones humanitarias. Pero necesitamos recuperar su significado original y el más valioso: la amistad con Dios.
Un grito de guerra
Por esta razón, en la arquidiócesis de Denver nos vamos a concentrar en permanecer en relación, como si fuera nuestro grito de guerra. En esta nueva era, necesitamos volver a lo básico. Y no hay nada más básico o fundamental en la vida espiritual que su misma esencia: la caridad. En efecto, la caridad es la perfección de la Iglesia.
Simultáneamente, la Divina Providencia también nos ha dado la oportunidad de volver a lo esencial para ser santos en el contexto del Avivamiento Eucarístico. En la Misa, el Señor nos dio el regalo más grande que nos pudo haber dado. Se entregó a nosotros en este maravilloso sacramento de su caridad.
Serie de prédicas: Adviento como temporada de caridad
Al igual que el año pasado, vamos a tener una serie de prédicas de Adviento en la arquidiócesis de Denver. Esta serie de prédicas tratará sobre cómo permanecer en relación con Cristo y sobre la Eucaristía como el sacramento de la caridad.
El tiempo de Adviento es muy oportuno para redescubrir cómo podemos permanecer en la caridad y cómo la Misa es un instrumento para ese fin. El Adviento es un tiempo litúrgico que pone nuestra atención en la venida de Cristo.
Al principio, se enfoca en la segunda venida, cuando el Señor vendrá a juzgar a los vivos y muertos. Es muy pertinente centrar nuestra atención en la caridad durante esta parte del Adviento porque, como dijo san Juan de la Cruz: “En el atardecer de la vida, seremos examinados en el amor» (Dichos, 64).
El Adviento también nos prepara para la Navidad. Se centra en la venida del Hijo de Dios en carne (Jn. 1,14). Pero todo esto también tiene que ver con la caridad, “porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su hijo unigénito” (Jn 3, 16). La encarnación de Cristo es un gran intercambio. Dios se hizo hijo del hombre, para que los hombres y las mujeres lleguen a ser hijos de Dios.
La Misa, como sacramento de caridad, es una extensión de la encarnación. Como diría Tomás de Aquino, es un instrumento del poder salvador de Dios, por el cual la Divinidad del Señor, a través de la humanidad de Cristo, lleva a cabo nuestra santificación (Summa Theologiae, III, p. 62, a. 5).
Además, el Adviento también nos ayuda a estar preparados y vigilantes para la venida de Cristo en nuestra vida cotidiana, especialmente a través del sacramento de la Eucaristía. Debemos imitar a las vírgenes sabias, que esperan la venida del Señor, llenas de amor por él: “¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!” (Mt 25, 6). En efecto, la Eucaristía es un lugar privilegiado donde encontramos la caridad de Jesús como misterio de presencia, de sacrificio y de comunión.
Cinco preguntas esenciales de la serie de prédicas
La serie de predicaciones de Adviento para el 2022 tiene como objetivo responder cinco preguntas. Comenzaremos en la fiesta de Cristo Rey y terminaremos el cuarto domingo de Adviento.
La primera pregunta trata sobre el significado de la caridad. ¿Qué es? La caridad es amistad con Dios. Es una virtud teologal, cuyo tema u objeto principal es Dios. Debemos amar al prójimo con caridad, pero siempre por Dios, en Dios y para el Señor.
La segunda pregunta indaga sobre el valor de la caridad: ¿por qué es tan importante? La respuesta corta es porque la caridad perfecta constituye la esencia misma de la santidad. Orar, dar limosna, ayunar o cualquier otra obra buena pierde su valor eterno sin la caridad. Este último convierte todo en oro, por así decirlo.
Esta es la esencia del camino de santa Teresa de Lisieux. Como bien se conoce, Teresa descubrió que su vocación más profunda en la Iglesia consistía en “no dejar escapar ni un pequeño sacrificio, ni una mirada, ni una palabra, aprovechando todas las cosas pequeñas y haciéndolas por amor”.
La tercera pregunta se refiere a los principales enemigos de esta gran virtud teológica. ¿Qué son? Orgullo, pereza y envidia. Sin duda, hay muchos más enemigos. Pero estos tres vicios capitales son los más importantes. Gran parte de nuestro crecimiento en la caridad es vencer estos defectos con la ayuda de la gracia de Dios. Sin embargo, para hacerlo necesitamos saber qué son y cómo combatirlos.
La cuarta pregunta trata de los tres principales actos internos o frutos de la caridad. Son alegría, paz y misericordia. Por supuesto, el gozo y la paz que estamos tratando aquí son sobrenaturales. No son la alegría y la paz del mundo. Más bien, son realidades celestiales, que pueden empezar a anticiparse ya aquí en la tierra, gracias al don de la gracia. Además, la misericordia en este sentido no es pura compasión. Más bien, se trata de hacer algo: por amor, desear un bien y hacer algo bueno por otro, para aliviar o eliminar su miseria.
Por último, la quinta pregunta: ¿qué es el Sacramento de la caridad? Como sabemos, la respuesta será la Eucaristía. Pero tendremos la oportunidad de visualizar el mayor de los Sacramentos como un misterio de presencia, de sacrificio y de comunión, en el que también nosotros debemos hacernos partícipes con el Señor.
Oremos todos a Dios, para que este tiempo de oración y reflexión sobre cómo permanecer en el amor de Cristo y crecer en él con la ayuda de los Sacramentos sea fecundo. Como Jesús explicó: “Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea perfecto” (Jn 15,11).
Este artículo fue traducido del original en inglés por El Pueblo Católico.