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martes, abril 16, 2024
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Sínodo de la familia: Para redescubrir la belleza del amor

Por: Enrique Elías

Se realiza en la Ciudad del Vaticano del 4 al 25 de octubre la segunda parte del Sínodo ordinario sobre la Familia. Ofrecemos un análisis sobre las expectativas de esta importante reunión de obispos.

El nacimiento de Nuestro Señor y la redención que trajo al mundo produjeron en los primeros siglos una revolución silenciosa, pero impresionante. Los hombres y las mujeres que fueron tocados por la mirada del Hijo de Dios se transformaron, deseando vivir una vida diferente. Era un nuevo estilo de vida, que Jesús les inspiraba desde adentro de su alma y que confirmaba con sus enseñanzas. Era un cambio libre y convencido, aunque fuera exigente.

La mayoría de los creyentes de las nuevas comunidades cristianas eran hombres y mujeres casados y con hijos. Y por dos mil años ha sido siempre así, la Iglesia está compuesta, en su mayoría, por familias cristianas. Hemos tenido que enfrentar los retos típicos de las familias: Cómo ser buenos padres, buenas esposas/os, buenos hijos, como trabajar honestamente y cómo comportarnos en un mundo siempre difícil de evangelizar.

 

Una tarea exigente

Estas dificultades aumentan cuando la sociedad en la que viven las familias cristianas los persiguen y matan por creer en Jesús, como pasa en medio oriente.

Esto les pasa a los cristianos en occidente hoy, donde creer que la familia nace solo cuando un hombre y una mujer se unen para siempre y tienen hijos, se vuelve casi un insulto a la opinión pública.

Creemos que hoy la familia cristiana experimenta una crisis, en un mundo que  promueve una idea de felicidad en contradicción con nuestro estilo de vida.

Como el Papa es nuestro pastor y la Iglesia una Madre, siente la preocupación y quiere  salir al encuentro de estos problemas. Para eso reúne a obispos de todo el mundo, los invita a Roma con expertos, con familias cristianas muy comprometidas de los cinco continentes, para que puedan hablar con libertad de los retos de nuestras familias y proponer soluciones.

La reunión, llamada Sínodo, quiere discernir y decidir acciones concretas para mejorar la vida de las familias cristianas, y el tema específico de esta Asamblea General Ordinaria No. XIV es “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”.

 

Preocupación por la familia

Las soluciones que está buscando la Iglesia parten desde su misión específica:  evangelizar. Será la evangelización de las familias la que produzca efectos de humanización y cambio maravillosos que transformen el mundo.

La Iglesia cumple mejor su misión sanando las almas de los hombres y mujeres, generando la reconciliación dentro de las familias. Cuando lo hace, las personas que rezan y reciben los sacramentos aprenden el amor. Las familias se transforman, se quieren con la fuerza de Dios, se perdonan, se ayudan, aprender a sufrir y a ser felices en medio de las dificultades. Aprenden a vivir la vocación propia de la familia, una unidad irrompible. Una unidad fiel y santa, que logra iluminar el mundo en modo concreto.

Estas familias tienen problemas, pero saben enfrentarlos con la gracia, y la fuerza de Dios las transforma hasta el punto que logran amar en modo eficaz.

Esto, que parece imposible para los hombres, es posible para el Señor Jesús.

Este el gran reto del Sínodo de la Familia: lograr medios para que vuelva a brillar fuerte la luz de las familias cristianas en medio de un mundo que es poderoso en tecnología y medios materiales, pero pobre de amor.

En síntesis, el reto de volver a convencer al mundo que la riqueza verdadera es el amor, como Cristo lo enseñó, vivido en la mejor comunidad de amor hasta ahora inventada: la familia cristiana. Un papá y una mamá, con hijos, tíos, primos, sobrinos y nietos, bendecidos por la gracia de Dios.

Hay que volver a descubrir lo que no necesitamos inventar, Dios se hizo hombre para enseñarnos lo que habíamos olvidado. Y pagó un precio alto para ayudarnos a ser personas humanas plenamente según nuestra vocación.

*Enrique Elías el laico consagrado del Sodalicio de Vida Cristiana. Reside en Roma desde 1997.

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