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Todos necesitamos de Julia Greeley, mujer santa de Denver en proceso de canonización

Por Jared Staudt.

En 1918, hace un poco más de 100 años, durante la fiesta del Sagrado corazón de Jesús, murió una exesclava en Denver. Este apóstol del Sagrado Corazón que extendió la devoción por toda la ciudad es la primera laica del estado en ser sepultada en un lugar de honor mientras cientos de personas visitaban su cuerpo para honrar sus obras de caridad. Sus amistades tuvieron que ayudar a pagar sus servicios fúnebres y darle santa sepultura, ya que ella había regalado su espacio de entierro a un hombre pobre. Esta mujer ahora está en el camino a convertirse en una santa canonizada, y los primeros trámites del proceso ya han sido completados y enviados al Vaticano. Si aún no sabes de quién se trata, ¡es un buen momento para conocer a la sierva de Dios Julia Greeley! cuyos restos ahora descansan en la catedral basílica Immaculate Conception de Denver, para que podamos venerar sus reliquias.

Julia tiene una historia convincente y profundamente conmovedora. Nació como esclava en Missouri y perdió la vista de un ojo cuando su madre fue azotada por cuidar a Julia de niña cuando estaba enferma en lugar de estar trabajando en el campo. Después de obtener su libertad, trabajó como cocinera y niñera antes de llegar a Denver alrededor de 1878. Poco después de su llegada, y a través de su patrona, Julia Gilpin, se convirtió en católica. Y no solo eso, también ingresó a los franciscanos de la Tercera Orden, se convirtió en una feligrés clave de la parroquia del Sagrado Corazón y la principal defensora de su devoción al corazón de Jesús, especialmente al llevar insignias y folletos a cada estación de bomberos en Denver cada primer viernes del mes, y un elemento clave de la comunidad católica recientemente establecida (esto fue durante el tiempo del obispo Machebeuf, el trabajo de la Madre Cabrini y el martirio del padre Leo Heinrichs). Aun más importante, pronto se dio a conocer como un «ángel de la caridad» y fue verdaderamente amada en la ciudad de Denver por católicos y no católicos de la misma manera.

Indudablemente, Julia también fue objeto de la discriminación, sobre todo porque vivió en un momento en que el KKK estaba ascendiendo en la política de Denver. Incluso en la Iglesia en algunas ocasiones llegó a recibir comentarios despectivos y algunas quejas sobre su notable banco en la primera fila de la Iglesia del Sagrado Corazón. Es por eso por lo que Julia nos brinda una imagen aun más poderosa de la gracia de Dios: ¡una exesclava, con el rostro desfigurado y casi sin dinero, recorría las calles de Denver de noche y servía a los blancos necesitados! No nos dejó ningún tratado escrito sobre la vida espiritual, pero su vida misma sirve como un icono de santidad. Sus acciones nos enseñan cómo se ve la caridad y el verdadero perdón. No pudo eliminar la discriminación racial, pero ciertamente la trascendió. El clero, la policía, los bomberos y la gente común le dieron dinero y bienes para que fuesen dispersados entre los más pobres de Denver.

En estos tiempos necesitamos el testimonio de Julia Greeley. Ella tiene mucho que enseñarnos sobre cómo vivir como católicos en la ciudad moderna con amor y respeto por todos los necesitados. El padre Blaine Burkey, O.F.M.Cap., un fraile capuchino local que ha trabajado mucho para promover la causa de canonización de Julia, en su reciente libro An Hour with Julia Greeley (Una hora con Julia Greeley) ofrece una excelente descripción breve y accesible de la vida y el testimonio de Julia. Aunque fue escrito antes de los recientes acontecimientos, el padre Burkey tiene claro cómo Julia puede guiarnos ahora: “Lo que sea que le arrojaran, Julia siempre mantuvo su buen ojo en su amante clavado en una cruz y eligió seguir su ejemplo al no defenderse, mientras compartía su amor (de Jesús) con todos. Por lo tanto, en un mundo donde todavía abundan las agresiones raciales, Julia da a todos un excelente ejemplo de respeto a la dignidad de todos nuestros hermanos». Julia muestra que la caridad, más que cualquier otra cosa, puede cambiar los corazones y transformar el mundo a través del encuentro personal.

En otro de los trabajos sobre la vida de Julia, el padre Burkey cuenta que Julia tenía un sentido del humor contagioso y amaba a los niños, les daba regalos, los llevaba de viaje por la ciudad y organizaba bailes íntegros para las niñas (incluso les proporcionaba vestidos cuando los necesitaban). Su santidad se puede ver en su extrema generosidad, vistiendo trapos y ayunando mientras daba todo lo que tenía a los demás: “Pobre, vieja, sola, lejos de su hogar natal, Julia Greeley no pidió caridad ni simpatía; ella dio ambas cosas sin límites, y de acuerdo con su entrega recibió la buena voluntad de aquellos cuyas vidas tocaron la de ella”. Jalando su vagón rojo por las noches, “incluso la habían visto salir por las calles por la noche con un colchón en la espalda. Una y otra vez, fue vista cargando carbón y víveres”. Su muerte en el día de la fiesta del Sagrado Corazón resumió su vida: «Este seguramente fue uno de los secretos de su propia espiritualidad: colocar todas las actividades de su día en el servicio secreto del Sagrado Corazón».

Para obtener más información sobre la vida y causa de canonización de Julia, visita el sitio web de Julia Greeley Guild en: juliagreeley.org. La presencia de Julia Greeley en nuestra arquidiócesis es una gran bendición para la Iglesia. Aquellos a quienes servía la llamaban “tía Julia”. Sería maravilloso que continuáramos esta expresión. ¡Sin duda alguna podemos tener una tía que nos esté cuidando!

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