0.7 F
Denver
domingo, enero 19, 2025
InicioConoce tu feTus carismas son para mí (y los míos para ti)

Tus carismas son para mí (y los míos para ti)

Por el Dr Mark Giszczak
Profesor asociado de Sagrada Escritura en el Augustine Institute

Cada uno de nosotros es único. Yo soy yo. Tú eres tú. No hay dos iguales. Claro que tenemos las mismas necesidades humanas básicas: comida, techo, ropa, ingresos, familia, amigos y Dios. Pero cada uno de nosotros tiene un alma única, una historia única, un pasado singular, un futuro impredecible. Mis elecciones me dan forma, y las tuyas te dan forma. Yo tengo mis responsabilidades y tú tienes las tuyas. No son lo mismo. Puede que caminemos juntos durante un tiempo, pero al final nuestros caminos se separarán. Incluso en el matrimonio, aunque caminemos juntos durante cincuenta años, en algún momento llega el “hasta que la muerte nos separe”, y el viaje temporal del matrimonio da paso al viaje eterno de la vida con Dios.

La otra cara de nuestra singularidad es nuestra necesidad de comunidad. Ninguno de nosotros puede ir solo. Nos necesitamos los unos a los otros. Los hermanos y hermanas en Cristo deben caminar hacia el Señor como una familia espiritual. Aunque la tradición espiritual cristiana incluye frailes y ermitaños, ninguno de nosotros es un verdadero solitario. Debemos aprender nuestra fe de nuestros padres, maestros, diáconos y sacerdotes. Debemos aprender a amar de nuestros familiares y compañeros de parroquia. Para hacer lo que Jesús nos pide -“que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” (Jn 15, 12)- no podemos escondernos en nuestras casas, sino que debemos participar en la comunidad cristiana de nuestras parroquias, vecindarios, escuelas y pequeños grupos.

Pero una vez que llego a una comunidad, ¿qué debo hacer? Si formo parte de la familia de Dios, ¿cómo ejerzo mi papel? Ahí es donde entran en juego los carismas del Espíritu Santo.

Dones para el bien de los demás

San Pablo dice: “Cada uno tiene su propio don [carisma] de Dios” (1 Co 7, 7). Así que sí, eres único, pero no se trata solo de tu personalidad, tu historia familiar, tu profesión o tu aspecto; se trata del don especial de Dios para tu vida. Cada uno de nosotros ha recibido el poder del Espíritu Santo de una manera única para servir a los demás. Los dones espirituales no son posesiones privadas: “A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1 Cor 12, 7). Estamos hechos para la comunidad, y el poder del Espíritu se me da a mí por ti y a ti por mí. Mi carisma está pensado para edificarte, y tu carisma debe edificarme a mí. Los carismas están diseñados por Dios “para edificar el cuerpo de Cristo” (Ef 4, 12). El Con- cilio Vaticano II subrayó asimismo que el Espíritu Santo “reparte gracias especiales entre los fieles” (LG §12). Los carismas nos capacitan para ser espiritualmente generosos con nuestros hermanos cristianos.

A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”.
1 Cor 12, 7

Dones de Dios, no talentos humanos

Pero ¿qué son los carismas? Es fácil pensar que el discernimiento de los carismas es una especie de encuesta línea para descubrir nuestras fortalezas y personalidad. Pero no estamos hablando de talentos, ni de tipos de personalidad, ni de nada que pueda aparecer en un seminario de formación empresarial. La Iglesia enseña que “los carismas se reconocen como una manifestación de la ‘multiforme gracia de Dios’ (1 Pe 4, 10). No son, por tanto, simples capacidades humanas” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Iuvenescit Ecclesia [2016] §4). Los carismas no son material de encuesta sino de discernimiento. No son dones míos sino dones de Dios.

Si tan solo estamos abiertos a recibirlos, Dios concede dones espirituales de manera gratuita. San Pablo enumera nueve carismas: palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, dones de sanidades, milagros, profecía, discernimiento de espíritus, géneros de lenguas e interpretación de lenguas (1 Cor 12, 8-10). En otro lugar, Pablo ofrece una lista diferente de dones: profecía, servicio, enseñanza, exhortación, generosidad, liderazgo, actos de misericordia (Rom 12, 6-8). Vemos que ninguno de estos carismas tiene que ver con la espiritualidad en solitario. Todos tienen que ver con la comunidad, con servirse unos a otros en Cristo y edificarse mutuamente. Incluso dice que “el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1 Co 14, 3). Se trata de realidades espirituales que requieren un enfoque espiritual. No todos tenemos todos los dones: “¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?” (1 Cor 12, 29). El “no” evidente es claro. A cada uno de nosotros se nos da un don, pero no a todos se nos dan todos los carismas.

Dones vs. Carismas

La Iglesia ha llegado a distinguir entre “carismas” únicos, por un lado, y “dones” espirituales generales, por otro, aunque ambos términos traducen la misma palabra griega. Mientras que los carismas son dones únicos distribuidos de forma desigual, hay siete dones del Espíritu a disposición de todos los cristianos: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor del Señor (Is 11, 1-2; CIC 1831). Estos dones potencian las virtudes. El Espíritu Santo nos capacita para vivir como Cristo más allá de nuestras capacidades naturales. Pensemos en el mártir que afronta la muerte con alegría (ése es el don de fortaleza) o en el santo que da un excelente consejo espiritual a un alma afligida (ése es el consejo). Pero los carismas a menudo van más allá de la virtud sobrenatural y entran en el terreno de lo verdaderamente milagroso. Pensemos en san Juan Vianney, que conocía los pecados de los penitentes antes de que los confesaran, o en los apóstoles, que curaron a un cojo (Hec 3, 6). Aunque san Pablo nos da varias listas de carismas, “ninguna de estas listas pretende ser exhaustiva” (Iuv. Eccl. §6). El Espíritu Santo es creativo, por lo que la lista de carismas es abierta.

El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación”.
1 Cor 14, 3

Corazones abiertos

¿Qué podemos hacer para recibir, discernir y vivir estos carismas? En primer lugar, podemos abrir nuestros corazones al Espíritu Santo y pedirle sus dones: Ven, Espíritu Santo, ¡y llena los corazones de tus fieles! Dios puede hacer maravillas con un corazón abierto. En segundo lugar, debemos pedirle que nos muestre qué dones nos ha concedido. A veces, será obvio – si tus amigos se animan constantemente en su fe por lo que dices, ¡probablemente tienes un carisma de exhortación! Si Dios responde a tus oraciones de sanación con milagros espectaculares, ¡probablemente tengas un don de sanación! Otras veces, los carismas tardan en surgir y solo se manifiestan con el paso de los años. A medida que nos acercamos al Señor en la oración y participamos en la comunidad cristiana, él nos mostrará las formas únicas en que nos llama a servir a los demás con su poder. Por último, para vivir los carismas, tenemos que estar presentes en comunidad, participar en la vida de nuestra parroquia, tender la mano a los demás y estar disponibles y dispuestos a servir. Al entrar en la vida comunitaria, tendremos muchas oportunidades de poner en práctica los carismas. ¡Dios nos usará si se lo permitimos!

 

 

Este artículo ha sido traducido y adaptado del original en inglés por el equipo de El Pueblo Católico.

Artículos relacionados

Lo último