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Al encuentro de Nuestra Señora de Guadalupe

4 de la mañana del jueves 29 de agosto. El Aeropuerto internacional de Denver comenzaba a recibir a fieles de distintas parroquias del Norte de Colorado, que iniciaban su aventura camino a la ciudad de México. El objetivo, visitar a la Morenita, Nuestra Señora de Guadalupe, guiados por el  Arzobispo de Denver, Mons. Samuel J. Aquila.

Esa misma noche, 160 personas llegaron en distintos vuelos a la capital mexicana, llenos de expectativas, sueños y deseos. Y al día siguiente, lo primero fue dirigirse a la “Villa”, para encontrarse con la Virgen, que hace casi 500 años se le apareció a San Juan Diego en el cerro del Tepeyac.

Llegados a la Villa

Llenos de recogimiento y gratitud, los peregrinos ingresaron a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, que diariamente recibe a miles de fieles del mundo entero, y se ubicaron en la zona central para empezar la Misa. Desde sus lugares, asombrados, contemplaban la famosa Tilma: aquel pedazo de tela rústica en el que milagrosamente, hace cinco siglos, quedó impregnada la imagen de Santa María de Guadalupe, generando la conversión de millones de personas del nuevo mundo. Sin duda, esta vez siglos después, la Virgen también lograría la conversión de muchos de los peregrinos que desde Denver, habían llegado hasta sus pies.

Hemos encontrado un tesoro

El Evangelio de ese 30 de agosto, en que la Iglesia celebraba la solemnidad de Santa Rosa de Lima, patrona de Latinoamérica, no podía ser más elocuente. Se trataba del tesoro del Reino de los cielos. Mons. Aquila, quien presidió la celebración Eucarística dijo que “Santa Rosa lo dejó todo para conseguir esa hermosa perla, ese gran tesoro que es Jesús”. Y la Virgen de Guadalupe, añadió, “deseaba darlo a conocer a toda la gente de América. Hoy, Ella también quiere que en esta peregrinación encontremos la perla preciosa, y abramos nuestros corazones, entregando nuestras vidas completamente al Señor”.

La Misa fue concelebrada por Mons. Jorge De los Santos, Vicario para el Ministerio Hispano, el P. Mathew Book, Asistente personal del Arzobispo Aquila y el Padre Benito Hernández, párroco de Our Lady of Guadalupe, Denver, además de otros sacerdotes del lugar.

El P. Benito, quien por primera vez llegaba a la Basílica como sacerdote, dijo que “la experiencia más bonita y la más espiritual, fue poder encontrarme nuevamente con nuestra Madre, Nuestra Señora de Guadalupe, después de 10 años. Fue una oportunidad para renovar mi fe y descubrir la fe de todos los peregrinos que fuimos”.

La Misa, que destacó por su solemnidad, marcó propiamente el inició de la peregrinación. Y luego los peregrinos recorrieron toda la villa: La antigua basílica, la capilla de Adoración, la iglesia del pocito, la sala de juramentos, así como la Capilla del cerro, donde se apareció Santa María al indio Juan Diego.

Para César Robles, joven parroquiano de la Catedral de Denver, “las palabras que le dijo la Virgen a Juan Diego, se han quedado grabadas en mi memoria”. Y este viaje “me ha ayudado a crecer más en mi fe y a acercarme a la Virgen”.

Por su parte, Luisa Collins, Directora de Noticias de Univisión Colorado, quien llegó con el grupo de peregrinos para hacer una serie de reportajes de televisión, también compartió su experiencia de visitar la Basílica. “Estar ahí presente ante esa imagen tan increíble, me tocó el corazón. Recuerdo hablar con una persona muy buena en la Basílica que me dijo que la Virgen te abraza. Y es verdad. A mí la Guadalupe me abrazó”.

El recorrido de los peregrinos por la villa, fue acompañado de oraciones que culminaron con el hermoso sonido de los pájaros que adornan la llegada al Tepeyac.

Reconciliando  el corazón

El segundo día, los peregrinos visitaron la majestuosa Catedral de la Ciudad de México, rica en simbología y arte colonial. Las protestas y la huelga de los maestros que invadían la plaza principal, no impidieron que llegaran a su destino. Además, se llevarían una hermosa sorpresa: Pocos días antes de la llegada del grupo de Denver a México, el Cardenal Norberto Rivera, Arzobispo Metropolitano de la ciudad, había abierto la puerta santa de la Catedral, declarando un año santo para toda la arquidiócesis, y otorgando la indulgencia plenaria a los peregrinos que cumplieran con las normas canónicas. Así pues, ingresaron a la Iglesia y se encontraron con el “altar del perdón”, que según uno de los guías llamado Francisco, era muy significativo pues “lo primero que recibimos al entrar a la Iglesia es el perdón de nuestros pecados; para luego llegar al altar mayor, donde se celebra la Eucaristía, en que Cristo se nos da y recibimos la vida verdadera”.

Los peregrinos no esperaron más, y recurrieron al Arzobispo y a los 3 sacerdotes que acompañaban la peregrinación. “Gracias a Dios tuve el privilegio de otorgar el sacramento de reconciliación y escuchar confesiones. Ése fue un gran don que me permitió ver cómo Dios estaba obrando en los corazones de los penitentes. Escuche confesiones muy hermosas”, dijo el P. Benito.

Tocados por la Virgen

El domingo 1 de setiembre será recordado con gozo particular por los peregrinos. La visita a la casa de Juan Diego y Bernardino (su tío) en Tulpetlac, marcó a muchos de ellos. Se trataba del humilde lugar en que la Morenita se apareció al tío de Juan Diego, curándolo de una enfermedad mortal. El párroco del lugar dio la bienvenida a los peregrinos con agua bendita. Y Mons. De los Santos, celebró la Misa y alentó a todos a aprender a ser pequeños y humildes como Juan Diego, a quien María le pide que sea su embajador. “Dios escogió este pequeño lugar para conversión de los nativos y de todo el nuevo mundo, ahora somos nosotros invitados a caminar con humildad sobre los pasos de Juan Diego, para traer a Jesús a todos; porque el que se humilla será exaltado”.

Cuál sería la sorpresa de los peregrinos al encontrar a la comunidad de hermanos y hermanas de San Juan Diego, quienes les dieron una calurosa acogida. El hermano César –que vive en Tulpletac desde hace 21 años- dirigió la oración: “Venimos hacia Dios a través de nuestra Madre, quien nos repite hoy también ‘¿No estoy Yo aquí que soy tu Madre?’ Venimos a poner todas nuestras preocupaciones y deseos a los pies de Nuestra Señora, Y Ella quiere mostrarte el amor que tiene por ti. Por eso, los invito a todos a poner sus corazones en las manos de María, para que Ella se los presente a su Hijo”. Después, cada peregrino bajó al lugar donde la Virgen se apareció, y vivió una experiencia inolvidable con las hermanas de San Juan Diego.

“La visita me encantó. Me sentí tocada por la Virgen” dijo Mary Cruz Ruiz de St. Michael Archangel. “Cuando las hermanas de la Comunidad de San Juan Diego nos dieron la bendición, sentí que eran las propias manos de la Virgen que me tocaban. Me emocioné mucho y pude rezar con ellas, pidiendo por mi familia, mi matrimonio, mis hijos, mis amigos y mis enemigos. Y siento que la Virgen está escuchando mis oraciones en cada momento”, agregó Mary Cruz.

Aprendiendo a defender la fe

Más detalles de Dios. El lunes los peregrinos pudieron participar de una Misa presidida por el Arzobispo, en la Iglesia de la Sagrada Familia, en la que residen los restos del sacerdote mártir Miguel Agustín Pro. Allí,  Mons. Aquila invitó a todos a seguir el testimonio del Padre Pro, quien fue sacerdote jesuita en medio de la persecución religiosa en México.

“Sabemos que el P. Pro fue arrestado y martirizado,  y su vida y muerte son un testimonio especial para nosotros, que vemos que en nuestro país la libertad religiosa es atacada, nuestras conciencias suprimidas, porque la de ellos -los opresores- está muerta”, dijo con firmeza. “Recemos para poder tener la fortaleza y valentía de los mártires y dar testimonio de nuestra fe con nuestras vidas”, añadió. Finalmente, el Arzobispo recordó que “en el encuentro personal con Cristo y en esta relación, aprendemos a enamorarnos de Él y a dar testimonio. Nosotros, como los mártires, estamos llamados a decir la verdad y proclamar a viva voz ʿ¡Viva Cristo Rey! ʾ”.

Disfrutando de México

La peregrinación incluyó momentos muy gratos de compartir y visitar las bellezas del lugar. El paseo por Zochimilco y la visita a las pirámides de Teotihuacan, quedarán como parte del viaje en el que los peregrinos se vieron enriquecidos por el espíritu alegre de los mexicanos.

A compartir con los demás

Son muchos los recuerdos y experiencias para compartir.  Tantos como caben en el corazón de cada peregrino. Y sin duda, serán ocasión de alegría no sólo para los 160 peregrinos de Denver, sino también para sus amigos y familiares. Por lo pronto Rafael y Teodora de Saint Cajetan agradecen su visita. “Venir a mi México y a ver a mi Morenita ha sido una gran felicidad y orgullo”, dijo Teodora. “Es primera vez que venimos en peregrinación, y se lo recomiendo a todo el mundo, ha sido maravilloso. Me llevo a mi Virgencita y mi México querido en mi corazón. Volvería a venir las veces que Dios me diera licencia”.

Ha habido tantas cosas de este viaje para atesorar”, dijo por su parte Karla Salazar de Spirit of Christ, quien viajó con su esposo José. “El Señor ya me venía hablando de la necesidad de crecer en mi a María, y esta devoción ha traído vida a mi espíritu”. Y además, “he disfrutado mucho al ser parte de un grupo de 160 personas que comparten el mismo deseo de acercarse a Dios a través de María. Eso me dio mucha alegría”.  Mientras tanto, José –su esposo- dijo que el viaje ha sido fundamental para encontrarse consigo mismo. Siendo él de México, era la primera vez que visitaba su país: “Me he quedado cautivado con la gente de México. Ha sido una experiencia muy emotiva y enriquecedora, regreso a Denver con un gozo renovado sobre mi cultura y con muchas ganas de compartir esta experiencia con mi familia y amigos, pues mi identidad se ha visto revitalizada y ahora ya sé de dónde vengo”.

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