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miércoles, febrero 12, 2025
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“Y yo, ¿qué le ofreceré?”: El Avivamiento Eucarístico es un reto personal

Por Mallory Smith, conferencista y escritora católica

Cuando tenía unos 20 años, una amiga me invitó al museo de arte de Nueva Orleans para ver una exhibición de la visita del papa san Juan Pablo II a la ciudad.

Hacía poco que me había vuelto a interesar por la fe católica, después de varios años de haber vivido sin fe y tres años como protestante activa. Acepté la invitación a pesar de estar un poco indecisa, ya que aún tenía muchas preguntas y dudas sobre el catolicismo.

Así que recorrí los pasillos con mi audioguía. La exhibición fue lo que esperaba. Estaba repleta de vestimentas sacerdotales, cálices, imágenes del santo padre y otros artículos. Todo iba bien, hasta que entré en un nuevo cuarto de exhibición y me encontré con una enorme custodia…

Custodia “indignante”

La custodia era más alta que yo y absolutamente magnífica. Estaba hecha de oro y tenía joyas incrustadas, con dos ángeles de plata a cada lado de donde se coloca la Eucaristía. Era una reliquia propia de la realeza…, y eso me molestó. Mi primer pensamiento fue: “Esto es indignante. ¿Por qué la Iglesia católica siempre tiene que pasarse de la raya? Imagínense cuánto dinero se podría haber donado si tan solo dejáramos de exagerar tanto en este tipo de cosas”.

Justo después de haber pensado todo esto, comenzó la explicación por audio: “Esta custodia fue creada para el Congreso Eucarístico del Sur de Luisiana de 1938. En el año anterior al congreso, la arquidiócesis de Nueva Orleans envió cartas a todos los fieles de la región del sur de Luisiana pidiendo que donaran metales preciosos y joyas para crear esta custodia. Las familias de la región de Bayou enviaron oro, anillos de boda y joyas. El artista derritió las joyas y creó la custodia para sostener la Eucaristía”.

Desafío radical

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras estas palabras herían mi orgullo. La hermosa y extravagante custodia había sido un regalo de los laicos del sur de Luisiana a su rey: Jesucristo. Estos hombres y mujeres no eran ricos. Acababan de experimentar la Primera Guerra Mundial y estaban en medio de la Gran Depresión. Tenían muy poco que dar, pero su deseo de crear un magnífico lugar de celebración para la Eucaristía despertó en ellos una generosidad radical. Era algo verdaderamente increíble.

En lugar de salir del museo molesta ese día, salí desafiada. Quería ver a Jesús de la misma forma que esas personas lo veían: como alguien digno de lo mejor que puedo ofrecer. Y quería que ese amor por Jesús se derramara en mi comprensión y reverencia por la Eucaristía.

Reto para todos

El 23 de junio de este año, la arquidiócesis de Denver comenzó el Año Parroquial del Avivamiento Eucarístico. Y aprovecho esta ocasión para invitarte a hacer el mismo desafío que yo hice hace tantos años.

¿Cómo ves a Jesús? ¿Lo ves como un rey digno de lo mejor que puedes ofrecer? ¿Tienes una relación real con él, que fue a la cruz y resucitó de entre los muertos para que pudieras conocerlo? ¿Y qué de la Eucaristía, que nuestra Iglesia llama el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo? ¿Has experimentado a Cristo en la Eucaristía?

Independientemente de tu respuesta a estas preguntas, este año estás invitado a reavivar tu amor por la Eucaristía, a redescubrir quién es exactamente Jesús, a enamorarte más profundamente de él y permitir que su presencia en la Eucaristía penetre en cada parte de tu ser.

Entonces comencemos por conocer a Jesús, porque lo que creemos acerca de Jesús determinará directamente el amor y la reverencia que tenemos por la Eucaristía.

Quién es Jesús

Colosenses 1,15-17 nos ofrece una imagen completa del Hijo de Dios:

“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas: las que hay en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Él es anterior a todo, y todas las cosas se mantienen en él”.

Reflexiona sobre estas palabras. Vuelve a leerlas. Que te abran los ojos a la majestad de Cristo. Él es la imagen del Dios invisible. Esto significa que, si queremos saber cómo es Dios Padre, tenemos que ver a Jesús.

Él es el primogénito de la creación. Todas las cosas fueron creadas a través de él y para él. Esto significa que Jesucristo es el centro del universo y de la historia. Todo se trata de él y todo es para él. Es gracias a él que la creación entera se mantiene unida.

¿Es posible siquiera empezar a comprender lo que significa que Dios sea así? ¿Qué más podemos hacer sino honrarlo y reverenciarlo? Jesús está mucho más allá de nuestra comprensión, pero al mismo tiempo, las Escrituras revelan que él no eligió quedarse en el cosmos. Él bajó del cielo y entró a este caos.

Viene a ti. ¡Sí a ti!

Filipenses 2,6-7 nos dice: “Cristo Jesús, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres”.

Jesús, cuya magnificencia supera por completo nuestra comprensión, entró al mundo quebrantado para llegar a ti. Sí, a ti: a la oscuridad de tu corazón que solo tú conoces, al pasado que parece imposible olvidar y a los pequeños defectos que te gustaría esconder. Tú, con todo lo que cargas, le importas tanto que dejó el cielo y se hizo hombre para que tú pudieras tener una relación con él.

Ofrenda a Jesús Eucaristía

Pero aquí está la parte increíble: Jesús no se detuvo allí. A través de la Eucaristía se une continuamente a la humanidad en todo lugar y toda generación. A través del don maravilloso de la Eucaristía, nuestro Señor busca entrar en tu propio ser, en cada parte de ti, ofreciéndote la gracia de su transformación.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el párrafo 1324: “La Eucaristía es ‘fuente y cima de toda la vida cristiana’. Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua”.

La Eucaristía es Jesucristo, cubierto en carne y sangre, puesto a nuestra disposición para hacerse uno con nosotros.

En este Año Parroquial del Avivamiento Eucarístico te invito a encontrarlo en la Eucaristía. Te invito a dejarlo entrar en cada parte de tu vida. Ofrécele lo mejor de ti —adoración, reverencia, amor e intimidad— y verás la diferencia que él hará en tu vida.

 

Este artículo fue traducido del inglés y se publicó en la edición de la revista de El Pueblo Católico titulada «Vive de la fuente». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.

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