Las vidas de Loretta y Sharon transcurrieron en paralelo en muchos sentidos. Ambas enseñaron en las escuelas públicas de Aurora durante décadas, sus hijos asistieron a las mismas escuelas y compartieron la misma parroquia. Sin embargo, donde más se conectaron fue trabajando como voluntarias en el centro de asistencia Little Flower en Aurora, un ministerio de Caridades Católicas de Denver.
Ambas recuerdan vívidamente cuando Donna Potter, directora de Little Flower, se paró en el púlpito después de la Misa en la parroquia St. Michael the Archangel en 1985 para reclutar feligreses para que se involucraran en un nuevo ministerio en la comunidad. Respondieron a ese llamado y comenzaron a dividir su tiempo entre enseñar, criar a sus hijos y hacer voluntariado. Durante muchos años, Sharon enseñó kínder de medio día y venía a Little Flower por las tardes. El voluntariado era una conexión con los estudiantes a los que enseñaban en sus respectivas escuelas porque muchas de esas familias se apoyaban en Little Flower en tiempos de necesidad.
Después de jubilarse, Loretta y Sharon solidificaron su amistad pasando aún más tiempo juntas como voluntarias en Little Flower. Trabajan en equipo con otros increíbles voluntarios que dedican sus días a servir a la creciente población de personas que enfrentan inseguridad alimentaria.
De acuerdo con Feeding America, una de cada 11 personas enfrenta inseguridad alimentaria en Colorado. El número de personas que padecen hambre en el estado llegó a 533,000, 130,000 de ellos niños. Cada semana, decenas de vecinos más que hace un año vienen a las puertas de Little Flower, muchos de los cuales son inmigrantes que actualmente no son elegibles para recibir asistencia del gobierno. Los productos frescos y las comidas nutritivas que pueden recoger los lunes, miércoles y jueves pueden ser la única comida que reciben en toda la semana.
El centro es para personas como Iván y Debbie, quienes vienen a Little Flower para abastecerse de alimentos frescos que no cubren los cupones de alimentos.
“Hemos estado viniendo aquí durante mucho tiempo. Hace poco, cumplí los requisitos para recibir una caja para personas mayores junto con otras cosas que necesito a medida que envejezco. Ha sido una gran ayuda para nosotros”, dijo Debbie.
Mientras continúan trabajando hombro a hombro, Loretta y Sharon siguen compartiendo anécdotas sobre cómo era su vida en el salón de clases, encontrando paralelismos entre sus experiencias en la escuela y las luchas que enfrentan las familias. Era evidente, incluso en 1985, que la necesidad se extendía más allá de las paredes de un aula.
“Trabajar con esta comunidad ha sido una bendición. Y estoy contenta de que podamos unirnos con estos grandes voluntarios para continuar este trabajo en Aurora”, compartió Sharon.