52.1 F
Denver
miércoles, septiembre 10, 2025
InicioLocalesDe la duda a la entrega: Cómo una joven transformó su fe...

De la duda a la entrega: Cómo una joven transformó su fe gracias al ejemplo de su abuela 

Por Mia Gallegos  

¿Qué eliges hacer en tiempos de lucha? 

Para Alexis Carstensen, debes EMPUJAR, o “orar hasta que algo suceda” (en inglés: PUSH – pray until something happens), una lección que aprendió de su abuela y a la que ha recurrido a lo largo de su caminar con Cristo. 

Nacida en Indianápolis, Indiana, Alexis es una mujer afroamericana que creció en un hogar católico. Su padre es católico de cuna y su madre entró a la Iglesia cuando Alexis estaba en kínder. Estuvo sumergida en la fe desde temprana edad, junto con su hermana menor. Sin embargo, muchos de sus primeros recuerdos católicos están ligados a su abuela, Carole Finnell, a quien describe como un símbolo de constancia en su caminar con Cristo. 

“Ella fue mi punto de referencia para el catolicismo”, dijo Alexis. “Escuchar algunas de sus historias, que no siempre fueron fáciles, y ver la fortaleza con la que vivía su fe era algo que siempre admiré”. 

Carole y su hermano fueron algunos de los pocos estudiantes afroamericanos elegidos para ayudar a integrar las escuelas primarias católicas de Indianápolis a fines de la década de 1930. Ese proceso la fortaleció, a pesar del racismo que experimentó, como el día en que su maestra deliberadamente la dejó encerrada en el aula mientras el resto de la clase era guiado a la siguiente actividad. 

“Ella dijo que simplemente empezó a orar, y en algún momento la puerta se abrió”, contó Alexis. “Logró salir al pasillo, pero no encontró a nadie. Dijo: ‘Creo que fue mi ángel de la guarda’”. 

La anécdota quedó grabada en la memoria de la joven Alexis —y vive en ella hasta el día de hoy, años después del fallecimiento de su abuela. Con ese ejemplo de fortaleza siempre presente, Alexis parece haber apoyado su vida en la fe, a pesar de luchas personales como la ansiedad y sus dudas constantes, explicó Deandra Finnell, madre de Alexis e hija de Carole. 

“Siempre fue algo importante para ella”, dijo Deandra. “La guiaba en sus valores, su moral y su forma de vivir”. 

Esa fe solo se profundizó durante sus años en escuelas católicas, desde kínder hasta la preparatoria. De hecho, uno de sus primeros encuentros personales y significativos con Cristo tuvo lugar en la secundaria, durante su primera experiencia en una hora santa con su clase. 

“No sé si entendía bien qué era, pero sí sabía que se sentía en paz y que me gustaba”, recordó Alexis. 

En esa misma clase, Alexis tuvo la oportunidad de visitar un asilo de ancianos que se encontraba justo al otro lado de la calle, y fue allí donde comenzó a hacer la conexión entre la fe y el servicio. 

“A cada uno nos asignaron unos ‘abuelitos’ y simplemente íbamos a sentarnos con ellos y pasar tiempo juntos”, explicó. El hogar atendía a personas de bajos recursos, muchas de las cuales no recibían visitas de sus familiares. 

“Hubo algo en esa experiencia, conectada con el catolicismo, que creo que se ha reflejado en el resto de mi camino de fe”, comentó. 

Arraigada en su fe, Alexis luego asistió a la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee —su primera vez en una escuela no católica—, y se sorprendió al encontrar una diversidad mucho mayor, tanto racial como religiosa. 

“Para muchos estudiantes afroamericanos ahí, había muchos más estudiantes anglos de los que estaban acostumbrados”, dijo. “Pero para mí, parecía que había muchos más estudiantes afroamericanos. Me costaba pensar que los demás estudiantes afroamericanos tal vez creyeran que yo era una impostora”. 

Estas mismas ansiedades inspiraron preguntas más profundas sobre su fe. 

“Al empezar la universidad y estar en una ciudad nueva, luchaba con dudas como: ‘¿Quién soy?’ ‘¿Qué significa ser afroamericana y católica?’ ‘¿Cómo se integran esas dos cosas?’”, compartió. “Esa lucha de identidad me hacía sentir sola, porque no tenía a muchas personas a mi alrededor haciéndose las mismas preguntas”. 

Esa lucha —sumada a estar a cuatro horas de distancia de su familia— provocó en Alexis una intensa nostalgia durante sus primeros meses en la universidad. 

“Fue un tiempo estresante para todos nosotros”, recordó su madre Deandra. “Ella luchaba con el perfeccionismo, se preguntaba cosas como: ‘¿Soy lo suficientemente buena?’ ‘¿Soy digna?’ Recibí muchas llamadas entre lágrimas durante ese primer año”.  

Aferrándose al legado de fe de su familia y su abuela, Alexis se propuso asistir cada semana a la Misa universitaria y a la adoración eucarística —prácticas que la ayudaron a salir de ese bache gracias a su profunda reverencia. 

“Durante mi niñez, vi a muchas personas católicas solo de nombre”, dijo. “Pero ver ese nivel de devoción, especialmente en alguien de mi edad, realmente me sorprendió”. 

Más abierta al Señor y profundizando en su devoción, Alexis tuvo un encuentro profundo y personal con Jesús durante un momento de adoración en un retiro universitario. 

“La gente habla de esos momentos”, dijo. “Pero para mí fue darme cuenta de que: ‘Él es real. Me ama. Y no tengo que demostrarle nada’”. 

Aunque hoy ese momento le parece un cliché, fue un encuentro sincero que ha influido en su decisión activa de vivir la fe católica y acoger el amor de Dios cada día. 

“Aún siento la tentación de querer ganarme su amor”, confesó. “Pero recordar su presencia y pasar tiempo en oración me recuerda que no puedo ganármelo. De hecho, lo que Jesús me pide es que abra mi corazón de par en par y reciba su amor. Esa vulnerabilidad puede dar miedo y doler, pero también es emocionante y profundamente satisfactoria”. 

Esa emoción que experimentó en su tiempo sagrado con Cristo la llevó a buscar una nueva forma de hacer florecer su fe al acercarse el final de su etapa en Vanderbilt. Así fue como encontró Cristo en la ciudad (Christ in the City). 

Cristo en la ciudad es un programa de formación”, explicó Alexis. “Su intención es reunir a los católicos muy enfocados en la justicia social y el amor por los pobres, pero que no conocen o no desean tanto las enseñanzas de la Iglesia, con aquellos del otro extremo, que tienen mucha tradición y reverencia, pero no sirven a los pobres. Cristo en la ciudad quiere unirlos”. 

Alexis no sabía qué esperar del programa, pero fue profundamente transformada durante su tiempo allí —una experiencia que no vivía desde la secundaria, cuando visitaba el asilo de ancianos. 

“Estábamos visitando a personas que se sentían solas y que no recibían visitas. Lo único que hacíamos era estar con ellos”, dijo. “Nuestra presencia era el mayor regalo, y la constancia. Eso mismo hacía como misionera en Cristo en la ciudad”. 

Alexis compartió que ese programa le dio la oportunidad de amar a muchas personas que vivían en la calle y estaban en los últimos momentos de su vida, algo muy similar a lo que vivió con sus “abuelitos” en el asilo. Ese acompañamiento tuvo un impacto profundo en su vida. 

Ahora, después de su misión, casada desde hace dos años con su esposo Jude y madre de la pequeña Lola, de un año, Alexis asegura que su fe sigue creciendo en esta nueva etapa de su vida, aunque también sigue llevando consigo las lecciones que ha aprendido en el camino. 

“Ahora entiendo mejor: ‘Esta soy yo, como tú me creaste’”, dijo. “Tanto en el matrimonio como en la maternidad hay tanta entrega a Dios. La entrega ha sido un tema importante en mi camino de fe, y ver cómo él se encarga de las cosas cuando yo suelto —aunque sea con dolor—, ha sido clave”. 

Aun en medio de las bendiciones y desafíos de ser una esposa joven y madre primeriza, Alexis ha encontrado consuelo en su relación con el Señor —aunque hoy luzca diferente. 

“Mi oración se sentía superficial y más esporádica, pero con el tiempo reconocí que esas oraciones breves y desesperadas que lanzaba al cielo cada día eran mi manera de aferrarme a Jesús con todas mis fuerzas”, dijo. “Eso me recordó que el punto de la oración no es tener revelaciones místicas cada día, sino recordar su presencia y saber que Jesús está conmigo siempre, incluso si las cosas externas no cambian como yo quisiera”. 

Para Alexis las experiencias tangibles de conexión con Cristo son lo que le permite seguir esforzándose cada día por seguirlo y abrir su corazón a su amor. Eso, junto con una vida de oración constante, tiempo regular en adoración y una disposición a rendirse a la voluntad de Dios, es la razón por la que ella es católica. 

“He visto al Espíritu Santo obrar y me he sentido amada por Jesús y Dios Padre no solo en los momentos silenciosos de oración, sino también en lo cotidiano”, concluyó. “Cuando me mantengo atenta a Dios, incluso en las cosas que parecen insignificantes, puedo verlo en todas partes”. 

 

Artículos relacionados

Lo último