Por el diácono Marc Nestorick
Gerente de extensión
Servicios Funerarios y Cementerios Católicos de la arquidiócesis de Denver (CFCS, por sus siglas en inglés)
Cuando yo tenía 14 años, falleció uno de mis mejores amigos. Estaba confundido y enojado. No sabía qué esperar. Afortunadamente, mis papás me guiaron y apoyaron en este camino.
Conservo vivos recuerdos de entrar a la funeraria como un joven de 14 años. No mostré ninguna emoción; mi mente daba vueltas. Estaba agradecido poder ver a mi amigo por última vez y encontré un poco de alegría cuando un sacerdote nos guió en oración y cuando pudimos compartir historias. Hablé de las veces en que acampábamos y cómo me orientaba cuando yo era un scout joven.
Fuimos a la iglesia católica para celebrar la Misa el día siguiente. Recuerdo cómo llevaron el ataúd de mi amigo a la iglesia por el largo pasillo.
Durante la Misa, mis emociones llegaron a un punto crítico y este joven tan fuerte de 14 años rompió en llanto. Por fin me rendí a la presencia de Dios todas las emociones que estaba sintiendo.
Cuando lo llevaron de la iglesia, recuerdo claramente cantando el himno, “On Eagles Wings” (En Sus Alas) y pidiéndole a Dios que me fortaleciera.
Salimos de la iglesia y empezamos la procesión al cementerio. En el cementerio, seguí llorando, pero recibí consuelo cuando el sacerdote explicó que íbamos a encomendar a mi amigo a Dios.
Los papás de mi amigo querían presenciar el entierro de forma privada, así que todos empezamos a salir después de terminar las oraciones. Uno de los últimos en salir, me acerqué a su ataúd y lo toqué dos veces, pidiéndole a Dios que lo cuidara a mi amigo y que me fortaleciera. Pronto se me secaron las lágrimas después de ese último adiós. Asistí a la recepción donde seguimos compartiendo memorias de mi amigo.
Sin darme cuenta, experimenté la belleza del ritual de exequias cristianas en sus tres partes.
La Iglesia tiene la tradición de guiar a los individuos por tres partes distintas al despedirse de sus seres queridos: la vigilia, la liturgia fúnebre (típicamente una Misa fúnebre) y el entierro. Estas partes representan un recorrido desde la casa a la iglesia y luego al cementerio e incluyen tiempo para la oración y, en diversos grados, tiempo para recordar a la persona que falleció.
Cada una de estas tradiciones está diseñada a ayudar a las personas a superar de forma espiritual y psicológica la experiencia de perder a un ser querido y hacer la transición a una nueva vida sin esta persona.
Cimentadas en muchos años de Tradición, las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia, las prácticas del ritual de exequias cristianas están llenas de belleza y sabiduría.
Aun así, nuestro mundo hoy en día no siempre acoge estas tradiciones. Como sociedad, queremos hacer las cosas de forma rápida. Muchas veces, las familias combinan estas tres partes para terminar todo en seguida. En otras ocasiones, no hacen todas las partes. En estos casos, las personas no sólo se están robando de las oportunidades de crecer espiritual y psicológicamente a través de este proceso sino también se están privando de las gracias que pueden recibir ellos mismos y los fallecidos.
Estoy muy agradecido de que pudiera experimentar el ritual de exequias cristianas cuando falleció mi amigo. Pude despedirme a mi amigo, crecer en amor a Dios y acoger a una comunidad llena de fe. Verdaderamente fue una experiencia de llenar el vacío de la pérdida con fe.