*Advertencia: este artículo trata temas delicados que pueden resultar difíciles de leer para algunas personas.
Por Kristine Newkirk
En la furia oscura de un aguacero en una iglesia de Fort Collins, una mujer gritó desesperada a una estatua de Jesús, suplicando ayuda. Esa mujer era María Tell — víctima de trata de personas, aferrada con desesperación a la esperanza de encontrar una salida.
Su oración angustiada fue escuchada.
Hoy, María no solo es sobreviviente de la trata de personas; ahora es fundadora de A Courageous Rose (Una rosa valiente), una organización sin fines de lucro dedicada a ayudar a otros a recuperar sus vidas. Su historia es, a la vez, un testimonio de un sufrimiento inimaginable y de una fe profunda, sanación y redención.
El camino de María no es solo una prueba de supervivencia; es un testimonio vivo del poder perdurable de la fe católica y de la comunidad para resucitar almas y rescatarlas de la oscuridad.

Semillas de fe
María nació en la fe católica, educada por una madre profundamente devota que le inculcó un amor reverente por la Eucaristía, la confianza en el poder del rosario y la certeza en la intercesión de la Virgen María. Estas semillas de fe, plantadas en su infancia, se convirtieron en raíces a las que se aferró durante años de oscuridad.
“Creo que por eso estoy aquí hoy,” dijo María. “Por esas semillas que fueron sembradas desde el primer día.”
Sin embargo, su infancia también estuvo marcada por el dolor. A los cuatro años, María fue víctima de trata por una mujer que dirigía una guardería desde casa en Fort Collins.
“Yo era una niña que iba a la guardería. Mi mamá me dejaba, luego me recogía y regresaba a casa,” recordó. “Había otros niños también, con la misma historia”.
A pesar de estar en un vecindario aparentemente seguro, los agresores llegaban durante el día para abusar sexualmente de María y de los otros niños. El abuso se escondía tras una fachada de normalidad — no había sótanos ni cadenas, solo una casa en un suburbio donde los niños jugaban — y los depredadores entraban y salían, dejando cicatrices que marcaron la manera en que María se vería a sí misma y al mundo.
Su madre, sin saber que abusaban de su hija, la sacó de la guardería al notar que algo no estaba bien y denunció el abuso físico que había observado. María, avergonzada y confundida, no le contó a su madre lo que había sufrido sexualmente. Cuando su madre se dio cuenta de lo que había sucedido, el daño ya estaba hecho.
“Eso dejó un vacío enorme en mi corazón, y me hizo vulnerable a ser explotada de adulta”, dijo María.
Espiral del dolor
Cuando un niño experimenta un sufrimiento abrumador, las respuestas que adopta para sobrevivir pueden marcar profundamente su comportamiento futuro. María habló de la disociación emocional que es común entre las víctimas, un mecanismo de defensa en el que la persona se separa de sus emociones, recuerdos e incluso de su identidad.
“Cuando te suceded estas cosas de niña, comienzas a normalizar estos comportamientos”, explicó. “Yo estaba desconectada porque mi mente simplemente trataba de comprender lo que me había pasado”.
De adolescente, su trauma se manifestó en rebeldía: escaparse de casa, drogas y promiscuidad.
“Era mi forma de lidiar con la vergüenza y el dolor”, dijo. “No entendía la misericordia de Dios. Pensaba, ‘Si voy a hacer estas cosas, no pertenezco aquí. No pertenezco a esta iglesia. Mi lugar está en las calles’”.
Sus gritos de auxilio muchas veces fueron malinterpretados, y en lugar de recibir comprensión y amor, fue enviada a centros de rehabilitación.
“Lo único que necesitaba era que alguien se sentara conmigo y me dijera que era digna de ser amada,” expresó. “Pero la mayoría solo veía a una joven problemática.”
Al llegar a la universidad, María estaba en una situación vulnerable, sin recursos, con heridas profundas y en busca de seguridad.
“Buscaba desesperadamente a un hombre que me protegiera, que me hiciera sentir que nada malo me iba a pasar,” explicó.
Fue entonces cuando conoció a un integrante de una pandilla que le prometió protección y un sentido de pertenencia, pintándole una vida al estilo Bonnie y Clyde — ganando dinero y enfrentando el mundo juntos. María se dejó envolver.
Lo que siguió fueron años de explotación, adicción y violencia. La metanfetamina se convirtió en una herramienta de control que sus agresores usaban para mantenerla dependiente.
“Te llenan de mentiras. Cuando estás dentro, no puedes ver la realidad”, dijo María. “Te hacen sentir que les perteneces. Quieren que creas que eres solo una drogadicta, una prostituta”.
Explicó que, al arrebatarle poco a poco su dignidad, los miembros de la pandilla podían ejercer mayor control sobre ella, señalando que muchas víctimas de trata no se dan cuenta de que lo están siendo, mientras está ocurriendo.

Un rayo de luz
Incluso en sus momentos más oscuros, María nunca dejó de orar.
“Siempre rezaba. Incluso cuando bajo los efectos de la metanfetamina, seguía orando”, dijo. “Sabía que estaba rodeada de maldad y que era malo, así que siempre rezaba el padrenuestro y la avemaría”.
María se aferraba a su fe, invocando la ayuda de san Judas Tadeo, el santo de las causas imposibles, la Santísima Virgen, san Miguel Arcángel y el padre Pío. María atribuye su protección durante ese tiempo a san Miguel.
“Él fue ese hermano mayor que nunca se rindió conmigo”, recordó.
Hubo momentos de intervención divina, como cuando María rezó en silencio a san Miguel pidiéndole ayuda… y minutos después, su abusador fue arrestado.
“Ese fue san Miguel viniendo por mí”, dijo. “El Señor busca a sus ovejas perdidas.”
Con el tiempo, su agresor comenzó a notar un patrón y le exigió que dejara de orar.
“Me decía, ‘Tienes que dejar de orar. Cada vez que oras, voy a la cárcel’”, María recuerda haber pensado, “¿Qué crees que Dios te está tratando de decir?”
Regreso a casa
Después de liberarse, María regresó a Fort Collins. Siempre había sentido una atracción hacia la Iglesia, pero ahora —rota, asustada, con tatuajes que la hacían sentir distinta— no se sentía bienvenida… al menos al principio. Más tarde, reconocería que esa voz que le decía que no pertenecía ahí, no venía de Dios.
María persistió, regresando a una, y luego otra iglesia católica local.
En una noche providencial, desesperada, sola y empapada por la lluvia, en un momento de entrega total, gritó a una estatua de Jesús afuera de las puertas cerradas de la parroquia St. Elizabeth Ann Seton: “¡Tienes que hacer algo!”… Y él lo hizo.
Dios fue poniendo en su camino a las personas indicadas. Encontró un sacerdote — el padre Michael Freihofer — que la ayudó a regresar a los sacramentos, donde experimentó la gracia de Dios.
“No sabía que la confesión podía sanar” dijo María. “El confesionario no es una caja de vergüenza. Es misericordia”.
La confesión fue la puerta que la llevó de regreso a los demás sacramentos y a ministerios de sanación. Fue el primer paso para romper los lazos del trauma. El padre Michaelle dio una “receta de oración” y la invitó a volver. Y ella, con alegría, aceptó.

Una rosa valiente
De su experiencia nació una misión. Cuando la organización donde trabajaba cerró, María buscó guía en la Virgen María. Juntas nombraron su nuevo proyecto: A Courageous Rose (Una rosa valiente). El nombre honra a Nuestra Señora de los Dolores y a cada sobreviviente que se atreve a recobrar su vida.
A Courageous Rose ofrece apoyo entre sobrevivientes, ayuda de emergencia, clases de boxeo y guía espiritual. Es un ministerio basado en valores católicos, pero abierto a todos.
“La mayoría de las sobrevivientes de trata buscan una cosa — a Jesús,” dijo María.
La organización también colabora con las autoridades y el departamento de Investigaciones de Seguridad Interior (HSI, por sus siglas en inglés), sirviendo de puente entre las sobrevivientes y los recursos que necesitan para sanar.
Fe y comunidad católica
Para una sobreviviente, cada día trae nuevos retos, emociones difíciles o recuerdos dolorosos. Para María, combatir la oscuridad y el trauma requiere atención y renovación espiritual diaria. Su vida cotidiana está llena de devoción católica, donde encuentra fuerza tanto en las prácticas como en la comunidad.
Asiste a Misa diaria en la parroquia St. John XXIII en Fort Collins, una práctica que describe como transformadora. Ahí ha encontrado una familia espiritual, un lugar donde sabe que pertenece.
“La gente me preguntaba mi nombre, me daba abrazos, me recordaban… y entonces te conviertes en parte de una comunidad. Y eso, por sí mismo, es sanador para todos nosotros,” dijo.
Recientemente, su familia parroquial organizó un baby shower para una sobreviviente no católica de A Courageous Rose.
“Todos en la iglesia se volcaron — decoraron, le llevaron regalos, la hicieron sentir bienvenida,” compartió María. “Eso es lo que hacemos los católicos, ¿no? Amamos a las personas. Celebramos la vida. Abrazamos la vida”.
La oración de María es abundante. Reza tanto el rosario tradicional como el rosario de los Servitas, centrado en los Siete Dolores de la Virgen María.
“Ella es poderosa contra el mal”, explicó María. “Yo peleo contra el mal todos los días en este trabajo contra la trata, y necesito a Nuestra Señora de los Dolores conmigo”.
También reza la coronilla reparadora del Divino Rostro y va a confesarse al menos una vez por semana, diciendo: “aunque no crea que tengo que ir, voy”.
Dedica tiempo a la adoración eucarística, a la que describe como un espacio de fortaleza silenciosa, de presencia, donde el alma puede descansar.
“La adoración es algo fundamental. Aunque sean solo cinco minutos, nunca se pierde el tiempo”, expresó.
María también lleva a otros sobrevivientes a la Adoración, para que experimenten ese amor que —aunque no se puede ver ni medir— se puede sentir.
Estas prácticas no son solo rituales — son salvavidas. Son la forma en que María se mantiene firme, sigue sanando y ayuda a otros a hacer lo mismo.
La verdadera libertad
Para quienes han sido víctimas de la trata, el control sobre su cuerpo, sus decisiones e incluso su identidad ha sido quitado de forma lenta y deliberada.
“Cuando has sido víctima de trata, alguien ha estado tomando decisiones por ti durante muchos años. Es algo con lo que todavía lucho todos los días. Hay días en los que incluso decidir qué ponerme puede ser abrumador”, compartió María.
Pero ella habla de una libertad más profunda — no la que el mundo ofrece y se desvanece, sino la libertad duradera que se encuentra en Cristo y que nace de la fe.
“Ser católica es libertad,” afirmó. “Libertad de todas las mentiras que el enemigo quiere que creamos sobre nosotros mismos y sobre el mundo.”
María enseña a otras sobrevivientes que el verdadero poder viene de Cristo; en esa libertad, encuentran la gracia para reclamar su identidad. Ella lo sabe bien, porque ha recorrido ese camino personalmente.
“Tuve que renunciar a esas mentiras sobre mi identidad para convertirme en la mujer que Dios soñó que yo fuera,” compartió. “Porque él es el único que realmente puede decirnos quiénes somos y cómo nos ve.”
No estás solo
Uno de los descubrimientos más poderosos en el proceso de sanación de María ha sido reconocer que ya no está sola. Hoy tiene una comunidad, una familia espiritual y una misión. Tiene consigo a los nueve coros de ángeles, a los santos, a la Santísima Virgen y a Jesús, acompañándola en esta lucha contra la trata de personas.
Su pasaje bíblico favorito es Mateo 25, 40: “Lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, lo hicieron por mí”. Es un versículo que guía su ministerio y su vida.
A través de A Courageous Rose, María Tell hace por otros lo que una vez hicieron por ella — ofrece esperanza, sanación y el amor de Cristo. Ella y otras sobrevivientes de la organización regresan voluntariamente a la oscuridad para tomar la mano de quienes buscan la luz. Su trabajo está basado en la experiencia vivida y en un compromiso profundo con la enseñanza católica — prueba de que el poder duradero de la fe puede llegar a los rincones más oscuros.
Para conocer más o apoyar a A Courageous Rose, visita www.acourageousrose.org.
Un llamado pastoral a la acción
Esta crisis global exige una respuesta unida y decidida. En su mensaje pastoral de 2025, el Papa Francisco exhortó a todos los fieles a:
- Ser “embajadores de esperanza”, actuando juntos para acompañar a las víctimas y sobrevivientes.
- Fortalecerse en Cristo para renovar nuestro compromiso, incluso en medio de la injusticia.
- Escuchar con compasión a quienes han sobrevivido, y trabajar para prevenir futuras formas de explotación.
- Atacar las causas de raíz — la guerra, la pobreza y el cambio climático — mediante acciones tanto locales como globales.
- Orar y promover iniciativas que defiendan la dignidad humana y eliminen la trata de personas.
Para leer el mensaje del papa Francisco con motivo de la XI Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, haz clic aquí.
Para conocer más o apoyar la labor de A Courageous Rose, visita: acourageousrose.org