52.1 F
Denver
miércoles, abril 16, 2025
InicioLocalesArquidiócesis de DenverFOTOS: ‘Sí, para siempre’: La nueva monja de la abadía St. Walburga...

FOTOS: ‘Sí, para siempre’: La nueva monja de la abadía St. Walburga promete su vida a Cristo el Esposo

La hermana María-Plácida, O.S.B., encontró su vocación - y a su Esposo - en la “voz suave”

En el silencio, en la calma, Dios sigue hablando y llamando. Así como Elías encontró a Dios en la “voz suave” (1 Rey 19, 12-13), una nueva monja profesada en la abadía St. Walburga encontró a su Esposo en la quietud.

“Al reflexionar sobre mi viaje de discernimiento vocacional, siempre han sido los momentos tranquilos y silenciosos en los que Dios me ha dado su palabra, su amor, su voluntad”, le dijo la hermana María-Plácida a El Pueblo Católico.

Originaria de Calgary en Canadá, la hermana María-Plácida encontró por primera vez la voz pacífica de su futuro Esposo mientras estaba en un retiro. Aunque nunca había asistido a un retiro en silencio, la futura monja de 17 años se dirigió a las colinas cerca de Calgary para orar con las mujeres numerarias de Opus Dei.

“Creo que el Señor estaba preparando mi corazón con la apertura y emoción que sentí al entrar al retiro,” dijo, recordando el retiro crucial en los bosques nevados. “La pequeña capilla improvisada en la cabaña en los bosques nevados estaba tranquila y serena, y mientras me sentaba en la presencia del Santísimo Sacramento, recuerdo pensar, ‘Es muy hermoso estar aquí en la presencia de Dios y simplemente orar.’ Casi de inmediato, me llegó el pensamiento de que esa misma experiencia era la vida de una monja contemplativa”.

Mientras se sentaba en unión silenciosa con el Señor, la hermana María-Plácida dijo que sintió una paz profunda, aunque el pensamiento era nuevo para ella.

“Recuerdo que había una paz indescriptible en mi alma. Nunca se me había ocurrido tal idea; ahí es donde todo comenzó”.

A partir de ese retiro, la hermana María-Plácida comenzó a discernir su vocación a la vida contemplativa, asistiendo a varios retiros, uno de los cuales fue dirigido en Columbia Británica en Canadá por algunas monjas de la abadía St. Walburga. Tres meses después, visitó la abadía durante nueve días.

“Realmente estaba asombrada por la belleza geográfica y arquitectónica, la solemnidad alegre del Oficio Divino y la alegría y paz acogedoras de la comunidad. ¡Nunca sentí la necesidad o el deseo de visitar o discernir con ninguna otra comunidad!”, compartió.

Unos meses después, regresó a la abadía por dos semanas. Al año siguiente, optó por regresar para una estadía de tres meses, lo que le permitió un tiempo prolongado de oración, vida y trabajo con las monjas.

Después de esa estadía, la hermana María-Plácida se encontró en otro retiro de vocación en una parroquia en su ciudad natal de Calgary, pocos meses antes de que se programara su entrada a la abadía.

“Durante el día, hubo un tiempo para la oración silenciosa en la Iglesia. El sol entraba a través de las viejas vidrieras, y todas nosotras, jóvenes, estábamos dispersas en los bancos”, recordó. “Se sentía como el silencio del escuchar. Una vez más, tuve esa sensación indescriptible de paz. Mi alma se sintió sostenida, y estaba tan segura del amor de Dios y de que quería amarlo de vuelta. Esta experiencia fue una confirmación de mi deseo de seguir la vida contemplativa y de mi decisión de entrar a la abadía”.

Años después, la hermana María-Plácida es la miembro más nueva solemnemente profesada de la comunidad. El 11 de julio, fiesta de san Benito, prometió su vida a Jesucristo, el Esposo, y se comprometió a la oración y al trabajo bajo la Regla de san Benito.

Su nombre es en honor a san Plácido, uno de los primeros discípulos de san Benito, cuyo nombre proviene del latín placidus, que significa tranquilo, gentil o sereno. Aunque ella y otros encuentran irónico el nombre, dado su carácter vivaz, es una descripción perfecta para su viaje hacia su Esposo.

Al haber conocido al Señor Jesús en el silencio, la hermana María-Plácida llegó a conocer su profundo amor por ella y se resolvió a responder con amor. Su vocación es esa respuesta amorosa, en la tradición de los primeros padres y madres del desierto que se retiraron al desierto para seguir a Cristo de manera más intencional. Sin la posibilidad de un martirio “rojo” en ese momento, estos santos ermitaños buscaban morir a sí mismos para vivir para Cristo.

“Para nuestra vida cenobítica, es decir, la vida vivida en comunidad, esto significa principalmente la entrega de la propia vida en servicio a los hermanos y hermanas”, compartió la hermana María-Plácida, citando las palabras de Jesús en Juan 15: “Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”. “Esto ha inspirado mi viaje monástico y se ha convertido en un pilar para mí en mi vida en comunidad y en mi vida espiritual”.

“Para mí, esta profesión monástica solemne es la expresión del ‘Sí, para siempre’ a una vida de entrega, de poner mi vida en unión con nuestro Señor Jesucristo, ya que él es el único que lo hizo y lo hace perfectamente”, continuó. “El deseo despertado en mí (¡por él!) cuando me di cuenta por primera vez de las profundidades insondables de su amor por mí – es decir, amarlo con todo mi corazón, alma y fuerza – está encontrando su ‘nicho’ en esta profesión, este ‘Sí acepto’, este ‘Te seguiré’”.

En su vocación de servicio amoroso a Dios y a la Iglesia, la hermana María-Plácida encarna la vida oculta de Cristo. Durante 30 años, Jesús vivió en servicio silencioso, humilde y oculto en Nazaret, obediente a María y san José.

De igual manera, la hermana María-Plácida, las monjas de la abadía St. Walburga y muchas otras alrededor del mundo viven en servicio silencioso, humilde y oculto a Jesucristo, su Esposo, y a su Iglesia. Retirándose de un mundo herido por la división, la injusticia, el odio y el pecado, las monjas de Walburga y sus contrapartes en todo el mundo se acercan al Reino de los Cielos para que “venga tu Reino”, como oramos en el Padre Nuestro.

“A menudo escuchamos, ‘Solo Dios puede salvar al mundo’. Creo que eso es 100% cierto. Así que, aquí estamos volviéndonos a él siete veces al día, día tras día, suplicándole que lo haga y agradeciéndole y alabándole por todo lo que es y por todo lo que ha hecho”, compartió. “Este es el trabajo de Dios, el ‘Opus Dei’, el Oficio Divino dado por la Iglesia al contemplativo. ¡Qué regalo! Y por este regalo, todo lo que hace el contemplativo se vuelve eficaz”.

A través de su fidelidad oculta a la “voz suave” del Señor, la hermana María-Plácida y las monjas contemplativas de la abadía St. Walburga bendicen a la Iglesia universal con un testimonio contracultural, una fuente de gracia y una invitación a una intimidad más profunda con el Señor, quien nos ama más de lo que podemos imaginar.

Para aquellos que comienzan su discernimiento o para cualquiera que busque acercarse más al Señor, la hermana María-Plácida animó a comenzar precisamente allí, en el amor del Señor.

“Esfuérzate por recordar y vivir con el hecho de que Dios te ama,” concluyó. “Un sacerdote una vez me aconsejó, ‘Ve a la presencia del Santísimo Sacramento y siéntete con el hecho de que Dios te ama. Y déjalo que te ame’. ¿No es a veces muy difícil? Pero al hacerlo, te encontrarás queriendo hacer la voluntad de Dios como una forma de amarlo de vuelta. Recordar su gran amor es una manera maravillosa de comenzar.”

+++

Para más información sobre la abadía, las monjas y las oportunidades de retiro, visita https://walburga.org/. Nota que el sitio web es en inglés.

André Escaleira, Jr.
André Escaleira, Jr.
André Escaleira es el editor de Denver Catholic y El Pueblo Católico. Nacido en Connecticut, André se mudó a Denver en 2018 para servir como misionero con Christ in the City, donde servió por dos años.
Artículos relacionados

Lo último