Por Jay Sorgi
Durante décadas, el diácono Henry Sandoval solía decirle “no” a Dios. Pero desde hace casi 50 años, ha aprendido que no sabe pronunciar esa palabra ante su Salvador.
“No puedes decir que no. Yo no puedo hacerlo”, afirma.
A sus 90 años, este residente del norte de Denver sigue diciendo “sí” cada vez que el Señor lo llama, sirviendo como diácono en la parroquia Guardian Angels, en Denver.
“Cuando él te pide algo, lo haces, porque él te da la Palabra, te da la fuerza, te da la capacidad para hacerlo”, explicó.
Ese “hacerlo” —una vocación de casi medio siglo dedicada a la evangelización y al ministerio católico— parecía lo último en lo que pensaría el hoy diácono Henry cuando tuvo su momento decisivo.
En aquel tiempo, su vida giraba en torno a su trabajo nocturno como gerente de la panadería de King Soopers, para sostener a su amada Frances, con quien se casó en 1958, y a sus tres hijos. Ir a Misa no estaba en sus planes, aunque su esposa nunca dejó de insistir.
“Siempre me decía: ‘¿Cuándo vas a ir a la iglesia? ¿Cuándo vas a ir a Misa? ¿Qué vas a hacer?’ Y yo le respondía: ‘No tengo tiempo’”, recordó.
Hasta que un día de invierno de 1976, todo cambió.
“Acababa de salir del trabajo, estaba cansado y tenía sueño. Llegué a casa como a las 7 de la mañana. Ella me dijo: ‘Vamos a la iglesia’. Yo no era de ir a Misa, pero insistió: ‘Vamos, tú también vas’. Así que fui. Nos sentamos en Sacred Heart”, relató.
En esas bancas históricas, Frances vio cómo su esposo se convertía en un hombre del “sí” para Dios, algo que presenció durante los 30 años siguientes hasta su fallecimiento en el 2006.
“Una joven se levantó y dijo: ‘Necesitamos a alguien que nos ayude con el programa de educación religiosa. ¿Algún voluntario?’ Y de alguna manera, mi mano se levantó sola”, recordó el diácono Henry. “Mi esposa me dio un codazo y me dijo: ‘No sabes nada de religión’. Y tenía razón. Pero algo me ayudó a levantar la mano, y así comencé a enseñar religión”.
Primero tuvo que aprender: “Saqué mis libros y empecé a estudiar la fe católica”, dijo. “Pero lo más importante fue que puse todo en manos de Dios. Necesitaba ayuda”. 0
Esa ayuda llegó a través de personas como el padre Robert Hagan, SJ, quien servía en Sacred Heart y fue instrumento de Dios para impulsarlo a la misión.
“Me preguntó: ‘¿Te gustaría empezar un ministerio en el centro juvenil Gilliam?’ Y le dije: ‘No sé nada sobre jóvenes ni centros de detención’. Él respondió: ‘Vamos a empezar un ministerio allí’”, contó el diácono.
Una vez más, dijo “sí”. Ese nuevo “sí” lo llevó a un largo apostolado en la pastoral carcelaria, al que también se unió su esposa.
“Reunimos voluntarios y comenzamos. Hicimos ese ministerio por casi 13 años”, explicó.
Mientras su servicio en las cárceles crecía, también lo hacía su camino hacia el diaconado, aunque no sin cierta resistencia.
“Me preguntó: ‘¿Te gustaría ser diácono?’ Y yo dije: ‘Oh, no’”, recordó. “Entonces él me dijo: ‘Escúchame. Dios te ha llamado. Respóndele’. Así que dije: ‘Está bien. Lo haré’”.
Fue ordenado diácono el 9 de mayo de 1981. Desde entonces han pasado 44 años de servicio: en la pastoral de atención a los ancianos en The Gardens at St. Elizabeth, en la enseñanza de educación religiosa en Guardian Angels, y en muchas otras áreas.
En todo su ministerio, el diácono Henry ha procurado vivir una verdad esencial: ofrecer un amor verdaderamente fraternal a quienes sirve.
“Haz que se sientan como en familia. Dondequiera que ministres, haz que se sientan parte de tu familia”, dijo.
Y ese amor deja huellas.
“Un día estábamos en Sloan’s Lake, mi esposa y yo, descansando y tomando un refresco. Se acercó un joven y pensé: ‘Oh no, estamos en problemas’. Pero me dijo: ‘Los reconozco. Quiero agradecerles por lo que hicieron por nosotros en Gilliam. Ahora estoy en la universidad. Cambié mi vida’. Ese es el verdadero premio”, compartió emocionado.
A sus hermanos diáconos y a los laicos comprometidos en la misión, les aconseja mantener el equilibrio entre el servicio a la Iglesia y el amor a la familia.
“Cuando te metes de lleno en un ministerio, puede absorberte todo el tiempo. Un día mi hija me dijo: ‘¿Tenemos que pedir cita para verte?’ Eso me despertó. Me dijo la verdad. No olvides a tu familia. Encuentra tiempo. Encuentra tiempo”, afirmó con convicción.
Así como encontró tiempo para el Señor después de una larga noche de trabajo, el diácono Henry sigue encontrando tiempo para hacer su voluntad.
“Sigue a Cristo”, exhorta. “Él dice: ‘Esto es lo que quiero que hagas. Solo hazlo’”.
A sus 90 años, con un corazón que ama como familia, el diácono Henry Sandoval sigue diciendo “sí”, con la misma alegría y entrega de siempre.

