Por Allison Auth
Estaba sentada con mi hija, que ahora tiene ocho años, leyéndole fragmentos de su libro de Reconciliación sobre el pecado.
Me pidió ejemplos de pecados mortales además del asesinato, y no estaba segura de hacia dónde quería que fuera esta conversación, así que lo mantuve simple y le dije: «Bueno, algunas personas eligen hacer otras cosas en lugar de ir a Misa el domingo”.
Y su respuesta fue de conmoción y sorpresa: «Sé que a veces no voy cuando estoy enferma, pero ¿por qué alguien no querría ir a Misa a propósito?»
«Bueno», comencé, «cuando seas mayor, es posible que tampoco quieras ir a Misa siempre».
Y aunque me encantó su afirmación de que nunca se saltaría la Misa, la idea de su futuro desconocido era una realidad aleccionadora.
Se ha derramado mucha tinta proverbial tratando de explicar cómo mantener a los hijos católicos. Si bien nuestros hijos tienen libre albedrío, hay algunas cosas que los padres pueden hacer para inclinar la balanza, por así decirlo, especialmente a través de nuestro propio ejemplo y testimonio.
El Catecismo de la Iglesia Católica tiene una sección corta y excelente sobre los deberes de los padres, que recomiendo encarecidamente a todos que lean (CIC 2221-2231). Resumiré algunos puntos a continuación.
En general, creo que todo se reduce a dos palabras: conversión y arrepentimiento.
Conversión
Todos acabamos de terminar de celebrar la temporada navideña, la celebración de la Encarnación en la que Dios tomó un rostro y un nombre. Ahora se podía ver el amor. El amor llegó a una familia, la Sagrada Familia, para mostrarnos cómo amar como Dios.
Ahora, en el Tiempo Ordinario, nosotros los padres debemos hacer que Dios se encarne en nuestros hijos creando una cultura familiar amorosa.
Como padre, tú eres el rostro de Dios para tus hijos. Tu objetivo es presentarle a tus hijos a su Padre Celestial, que los ama. Si desarrollan una relación sincera con el Dios que los desea, es más probable que continúen esa relación.
El párrafo 2225 del Catecismo dice: » Desde su primera edad, deberán [los padres] iniciarlos en los misterios de la fe». Esto lo hacemos primero dándoles la bienvenida al misterio que estamos tratando de vivir nosotros mismos.
Si vas a ser el mediador del amor y la protección de Dios para tus hijos, ¿cómo es tu relación con Dios? ¿Tus hijos te ven orar y pasar tiempo en la Palabra? ¿Oras con tus hijos? ¿Estás dejando que Dios transforme tu corazón para que sea más como el suyo? ¿Exudas los frutos del Espíritu, como el amor, la alegría, la paz o la generosidad?
Nadie hará lo anterior a la perfección (ver mi próximo punto), pero es importante que nos conformemos continuamente a la imagen de Cristo para que podamos transmitirla a nuestros hijos.
Con nuestro testimonio, les mostramos que la vida espiritual es transformadora y vale la pena vivirla.
Podemos obligarlos a ir a Misa cuando están bajo nuestro techo, pero ¿no sería mejor invitarlos a una aventura única en la vida?
Podemos sumergirlos en los misterios de la fe creando una cultura de vida litúrgica (hablaremos más sobre esto el mes que viene).
Arrepentimiento
El párrafo 2223 del Catecismo dice: “Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Testimonian esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma», (énfasis mío). También dice en ese mismo párrafo que los padres tienen la grave responsabilidad de dar un buen ejemplo a sus hijos.
Muchos de nosotros crecimos con una imagen de que Dios era un papá Noel meticuloso que sabía si te portabas bien o mal, que recompensaba a los buenos y castigaba a los malos, o un padre autoritario que exigía mucho de ti y se decepcionaba cuando fallabas.
Como he aprendido en mi propio caminar con Dios, ninguna de estas imágenes es verdadera. Y ninguna de ellas da testimonio de ternura, perdón o respeto.
¡Dios quiere que compartamos su naturaleza divina! Él se nos revela para que podamos responderle y, así, al conocerlo, amarlo a él y a los demás mucho más allá de nuestra capacidad natural (CIC 52).
Dios sabe que cometeremos errores en el camino. Experimenta dolor por nuestros pecados porque dañan nuestra relación con él y está preocupado porque las consecuencias podrían ser mortales. Pero ha provisto todos los remedios para nuestras transgresiones, incluyendo pedir perdón en el padrenuestro y darnos el sacramento sanador de la Confesión. Debemos ser lo suficientemente humildes para admitir cuando hemos cometido un error y pedir perdón a los miembros de nuestra familia y a Dios.
Debemos ser misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso, lo que significa que nuestros hogares deben ser lugares donde modelemos el perdón a nuestros hijos. Nos sentimos cómodos yendo a la Confesión regularmente. Pedimos perdón y damos perdón. «Todos y cada uno deben otorgarse generosamente y sin cansarse el mutuo perdón exigido por las ofensas, las querellas, las injusticias y las omisiones.». (CIC 2227)
Si tus hijos son mayores, ¡no es demasiado tarde! Nunca dejas de ser su padre o madre. Todavía puedes dar un testimonio sincero de arrepentimiento y de la alegría del Evangelio. Cuando pienso en mi hija creciendo y posiblemente descarriada, rezo para que, como en la parábola del hijo pródigo, conozca nuestro amor y misericordia para que pueda volver corriendo a casa, a los brazos amorosos del Padre.