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domingo, abril 20, 2025
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36 libras de miel, el amor de Dios y una experienca de Cuaresma muy dulce

Era una noche tranquila de domingo y me estaba preparando una taza de mi té favorito antes de dormir.

Mis compañeros misioneros habían ido a un tour de té el día anterior, y yo había comprado té a granel para compartir con la comunidad.

Mientras dejaba reposar mi taza en ese momento raro de tranquilidad en una casa de 40 personas, pensé: «Como me gustaría que tuviéramos un poco de miel…»

Como misioneros al servicio de los pobres, a menudo renunciábamos a comodidades innecesarias para practicar la solidaridad con aquellos a quienes servíamos.

Pero, antes de darme cuenta, me descubrí elevando una oración rápida:

«Sabes, Señor, sería genial si mañana, cuando llegue el camión de comida, nos trajeran miel… Sé que es una tontería; ni siquiera sé por qué estoy rezando por esto, pero nunca pido cosas así y realmente me encantaría… Aunque no la necesito. En fin… Amén.»

La mañana siguiente, debido a una serie de eventos inesperados, terminé intercambiando lugar con un compañero para descargar la entrega semanal de alimentos donados. Esto solía incluir productos perecederos que estaban a punto de echarse a perder en los supermercados locales. En lugar de tirarlos, los donaban. Nunca recibíamos productos no perecederos.

Mi personalidad tipo A no tenía un mejor lugar para brillar que en el equipo del camión de comida. Como un hombre en una misión, me puse a abrir cajas, descargar, organizar y acomodar. En cuestión de minutos, ya había vaciado una torre de cinco cajas.

Abrí la última caja y me detuve, confundido.

«¿Quién puso líquido limpiaparabrisas en la despensa?» me pregunté.

Dentro de la caja había tres grandes contenedores parecidos a los galones de líquido limpiaparabrisas, pero el color no coincidía. Era demasiado oscuro para ser el típico azul neón de ese líquido.

Metí la mano en la caja, levanté uno de los galones y noté que pesaba mucho más de lo que esperaba. Me confundí aún más. ¿Qué es esto?

Al girar el galón para ver la etiqueta, leí unas letras milagrosas: Miel 100% Natural.

«¡NO PUEDE SER!» exclamé, con la boca abierta.

Mis ojos se fueron directo al peso neto: 12 libras. Y había tres galones idénticos en la caja que acababa de abrir.

«¡NO PUEDE SER!»

Esa última caja contenía una inmensa respuesta a una oración simple e inocente. Yo había pedido una cucharadita de miel mientras preparaba mi té nocturno, ¡y al día siguiente recibí 36 LIBRAS!

Dios quiere proveer para ti

En el dulce milagro que se desató ese día, mi comunidad y yo aprendimos una verdad sencilla: Dios se deleita en las cosas pequeñas y quiere estar presente en nuestras vidas.

Pensé que estaba haciendo una oración desechable. Sin sentido. Insignificante. Frívola. Tonta.

¿Por qué habría de pedirle al Dios del universo una cucharadita de miel? Suena absurdo… Seguramente tiene cosas más importantes de qué preocuparse.

Aun así, con un poco de vergüenza, hice la oración. Y vaya que Dios se manifestó de una manera enorme… pero también pequeña.

Nada es demasiado insignificante para Dios. Nos ama con un amor más grande de lo que podemos imaginar y quiere estar presente en nuestras vidas.

Cuanto más practicamos la gratitud y reconocemos cómo Dios está actuando en nuestra vida — de formas grandes y pequeñas — más nos damos cuenta de cuán radical es su amor por nosotros, respondiendo incluso una oración «desechable» con un torrente de gracia tan dulce como la miel.

Lección de Cuaresma

No estoy seguro de haber percibido la bendición que tenía ante mí si no hubiera estado enmarcada en el contexto del sacrificio.

Mi comunidad y yo nos habíamos comprometido a vivir con sencillez, renunciando a privilegios innecesarios para vivir en solidaridad con quienes servimos. No siempre era fácil, pero era nuestra resolución como grupo. No iba a salir simplemente a comprar la miel que quería.

Al decir no a un pequeño bien, dejamos espacio para que Dios nos diera un bien mayor.

Al sacrificar algo pequeño, permitimos que Dios obre de una manera grande.

Al comenzar esta «campaña de servicio cristiano», caracterizada por la oración, el ayuno y la limosna, probablemente estemos pensando mucho en las cosas a las que hemos renunciado. Es fácil sentir la carencia, sentir el deseo por esas cosas con mayor intensidad.

En esos momentos difíciles de la Cuaresma, mientras luchamos con nuestras resoluciones y sacrificios, es importante recordar el porqué del sacrificio.

Cuando elegimos libremente renunciar a un bien por un propósito santo, ofreciéndolo a Dios como un pequeño acto de amor, hacemos más espacio en nuestro corazón para él, liberándonos de los apegos del mundo, sean grandes o pequeños. Nos apoyamos más en aquel cuyo yugo es suave y cuya carga es ligera.

Por muy fácil o difícil que sea, podemos pasar sin una cucharadita de miel o un postre esta temporada, porque esta Cuaresma, Dios podría tener algo aún más dulce reservado para nosotros.

André Escaleira, Jr.
André Escaleira, Jr.
André Escaleira es el editor de Denver Catholic y El Pueblo Católico. Nacido en Connecticut, André se mudó a Denver en 2018 para servir como misionero con Christ in the City, donde servió por dos años.
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