Durante más de 50 años, el padre James Fox ha dedicado su vida al servicio de los fieles de la arquidiócesis de Denver.
Conversamos con él —actualmente retirado— sobre su infancia, su vocación y su vida tras la jubilación. En sus propias palabras, comparte cómo la generosidad de la comunidad lo ha bendecido a lo largo de sus cinco décadas de ministerio y cómo continúa bendiciendo a sacerdotes como él a través de la Segunda Colecta para Sacerdotes Jubilados y Enfermos.
Una vocación arraigada en la familia y la fe
“Crecí en Rapid City, Dakota del Sur, y el monseñor que dirigía nuestra parroquia cerraba la cocina los sábados y domingos. Así que los vicarios parroquiales tenían que buscar dónde comer. Mi mamá cocinaba muy bien, así que, de vez en cuando, los sacerdotes venían a casa, especialmente por el pastel de chocolate de mi mamá.
En esas visitas conocí a monseñor William O’Connell, y algo en su dinamismo, energía y pasión por su vocación captó mi atención. Además, en la primaria me formaron hermanas benedictinas, y a veces me decían: ‘Deberías pensar en ser sacerdote’. No quería, pero obviamente sembraron algunas semillas.
Ya en la universidad, me encontré escuchando los problemas de mis amigos, y eso me llevó a considerar cambiar mi decisión de estudiar farmacia para convertirme en sacerdote”.
Un camino de acompañamiento
“Una de las cosas más importantes es que nunca pienso en esto en términos individuales: mi trabajo, mis logros, lo que he hecho. He sido enormemente bendecido en todas las parroquias en las que he servido, trabajando tanto con laicos como con religiosos.
Al mirar estos últimos 50 años, realmente ha sido un camino de acompañamiento, orientado a ayudar a que nuestras parroquias sean espacios que nutran y den vida a los fieles. No ha sido solo mi camino, sino el de todos con quienes he trabajado. Solo puedo sentir gratitud por las oportunidades que he tenido”.
El don del apoyo en la jubilación
“Siempre he sentido que, si formo parte de algo, también debo apoyarlo. Así que nunca he pedido a una comunidad que done o dé algo a lo que yo no estuviera dispuesto a contribuir también. Por eso, aportar a la Colecta Anual del Arzobispo o al fondo para sacerdotes jubilados siempre ha sido parte de mi vida.
Poder mudarme aquí, a Prophet Elijah House (una casa para sacerdotes retirados de la Arquidiócesis de Denver), me llena de una profunda gratitud. Para quienes no contamos con una riqueza propia, muchas opciones o enfrentamos problemas médicos, tener acceso a un lugar como este es un gran regalo.
La transición a la jubilación fue bastante fácil. Algunos amigos me ayudaron a mudarme, y luego, con el apoyo del diácono Mark y del diácono Rob, el cambio físico no fue tan difícil. Los demás desafíos son adaptarse a nuevas rutinas, reencontrarte con viejos amigos y luego tratar de responder a la pregunta: ¿qué voy a hacer ahora?
Mi primer plan fue simplemente respirar. La vida parroquial puede ser agotadora a veces, y disfruté muchísimo el privilegio de trabajar con una comunidad muy activa y maravillosa en Good Shepherd. Así que tomarme unos días para respirar fue un regalo. Y mi objetivo es seguir sirviendo a parroquias o comunidades, mientras esté física y mentalmente en condiciones de hacerlo”.
La bendición de Prophet Elijah House
“Cada uno de los que estamos jubilados tiene diferentes capacidades físicas y mentales. Mi hermano, que también era sacerdote —en la diócesis de Cheyenne— pudo vivir aquí en Prophet Elijah House. Tenía un tipo de cáncer, y su médico principal estaba aquí en el centro médico Presbyterian St. Luke. Poder venir a una comunidad donde no estaba solo, donde se le dio la dignidad de vivir al máximo de sus capacidades, fue una gran bendición. Fue recibido como hermano, bienvenido para compartir las comidas, la Misa y simplemente estar acompañado.
Durante su proceso de morir, la amabilidad y el apoyo, no solo de los demás sacerdotes de esta casa, sino también de muchas personas en la arquidiócesis, fueron increíbles.
Yo diría que, si alguien viviera solo en un apartamento, el tipo de ayuda y acompañamiento sería muy limitado. Tener una comunidad con diferentes recursos hace que esta experiencia sea totalmente distinta a vivir solo.
El sacramento del orden es un sacramento de relación. Somos ordenados para estar al servicio de la comunidad, y eso no nos hace solitarios. Nos hace hermanos y padres de una comunidad. Así que vivir juntos de nuevo nos da ese maravilloso apoyo para seguir viviendo en relación, incluso estando jubilados”.
El poder de dar juntos
“Muchas veces he escuchado la idea de que juntos podemos hacer grandes cosas. Creo que uno de los grandes dones de la Colecta Anual del Arzobispo y de la Colecta para Sacerdotes Jubilados es que hay muchas cosas que no podemos hacer solos: ni una parroquia, ni una sola persona. Pero si uno une su esfuerzo —aunque su donativo sea pequeño o parezca insignificante— con el de otros, pueden suceder cosas increíbles. Personalmente, solo puedo sentir admiración y gratitud por la extraordinaria generosidad del pueblo de la arquidiócesis de Denver”.
Gracias a tu generosidad con la Segunda Colecta para Sacerdotes Jubilados y Enfermos, ayudas a que sacerdotes como el padre Fox —y muchos otros— reciban el cuidado y la comunidad que merecen tras toda una vida de servicio a la Iglesia.
Tus contribuciones apoyan su vivienda, atención médica y vida fraterna en lugares como la Prophet Elijah House, donde los sacerdotes jubilados pueden seguir viviendo su vocación en comunidad y oración.
Incluso el donativo más pequeño, unido al de otros, hace una diferencia enorme al honrar a quienes han entregado su vida al servicio de los fieles. Para hacer una donación a la Segunda Colecta para Sacerdotes Jubilados y Enfermos, visita archden.org/retiredpriests o llama al 303-867-0614.
Nota: Esta entrevista fue editada por motivos de extensión y claridad.